Thursday, May 7, 2020

Grandes fabuladores. Musica en la noche.-

Tomado de Grandes Nostalgias.


Cuando el Muchacho terminó de orinar en el patio occidental de la casa de Mingo Manso y se ladeó hacia el Norte para regresar hacia la sala de la casa se dio cuenta de que una luz naranja se movía, veloz, hacia el faldeo de la Loma por el potrero de Justino. La luz se movía casi a ras de suelo y en algún momento llegó hasta donde comenzaba el camino que subía hacia la casa de Mingo. El Muchacho terminó por asustarse porque se había criado en un barrio en donde todo el mundo aseguraba que "salían luces" y sabía que cuando la gente hablaba de "luces que salían" eso quería decir que detrás de las luces que salían siempre habría muertos y mucho misterio. El Muchacho comenzó a temblar y se olvidó de que estaba en un Velorio de Santos a donde había sido invitado por la familia Manso/Navarro. La luz comenzó a subir por el camino empedrado de la casa de Mingo y el Muchacho no se dio cuenta de que estaba caminando de espaldas hacia la puerta Norte de la sala. Tampoco se dio cuenta cuando paso un pie sobre el durmiente y solo se percató de que se estaba cagando en el momento en que su otro pie chocó contra el durmiente y entonces cayó de espaldas sobre la parte trasera de un taburete que estaba ocupado por uno de los visitantes. Se levantó enseguida y ocupó su taburete al lado del Altar como si nada hubiera ocurrido. Ni el hombre del taburete ni ninguno de los asistentes al Velorio de Rosa la de Mingo le dio importancia a la caída del Muchacho. Solo se trataba de un tipo que había salido a mear y que al regreso había chocado contra un taburete. Pero el Muchacho seguía temblando y Florencio Expósito lo notó. Qué te pasa, hombre - le preguntó. Una luz se está moviendo por todo el potrero de Justino y ahora mismo sube por el camino de Mingo - Florencio se dio cuenta de que solo el hecho de haber podido pronunciar unas pocas palabras lo había sacado del estado de shock. Y cuál es el problema, desde luego, ahí está - Florencio miró al resto de los veloriantes y movió sus manos sobre las rodillas para simular que también estaba temblando de miedo. Algunos se echaron a reír. Es la primera vez que me sale una luz - agregó el Muchacho. Pues entonces vamos a estar atentos a esa puerta de la calle porque en cualquier momento entrará la luz por ahí a menos que para entonces ya se haya convertido en un muerto y nos joda el Velorio - expresó el abuelo Ramoncito Navarro. Inmediatamente el hombre con tendencia a gordo apareció en el vano de la puerta. Antes de que la gente saludara efusivamente su llegada el hombre con tendencia a gordo levantó su farol clásico hasta la altura de su cara con la mano zurda y con los dedos de la derecha movió la manigueta del bombillo para subirlo un tanto y dejar el espacio suficiente para que el aire de sus pulmones pudiera apagar la llama. Bueno, Muchacho, ahí tienes al muerto de la luz - dijo Luis Navarro. Los visitantes volvieron a reírse a carcajadas. Muy bien, señores, yo seré el tipo de la luz pero estoy bien vivo y ni se imaginan lo que me acaba de pasar debajo de la ceiba del potrero de Justino - agregó Moronero. El Viejo Moronero ocupó el asiento que le habían destinado por el lado de la ventana Este. Entre otras cosas, eso es lo que esperaban todos de Moronero. Una historia nueva. Otra historia. En la esquina suroccidental de la gran sala de la casa rústica campesina el Altar refulgía. La mesa enguirnalada con papel amarillo y azul estaba colocada de manera tal que simulara la base de un triángulo equilátero cuyos lados restantes eran las paredes. Sobre la mesa había velas prendidas dentro de varios recipientes alrededor de una vela mayor que descansaba su rectitud dentro de un pomo de mermelada de guayaba, algunas figuras católicas estampadas sobre papel promocional, unos pocos caracoles de la Loma, dos jícaras vacías de la parte interior del coco, tres tabacos Reloba y tres o cuatro botellas de ron a medio llenar. Rosa la de Mingo no tenía ni la menor idea de lo que había usado para decorar su mesa de Velorio pero como en casi todos los Velorios a los que había asistido había visto mas o menos lo mismo pues ella también lo había hecho con algunos agregados que alguien le dijo eran "santería pura" pero que eso no importaba porque desde que los españoles habían comenzado a traer negros esclavos desde Africa "las religiones se habían vuelto un verdadero relajo". Detrás de la mesa estaba el  Altar oficial en donde se adoraba a los santos. La Virgen de la Caridad del Cobre custodiada por los Tres Juanes embarcados en la chalupa buscadora de sal, el Corazón de Jesús, rubio y de ojos azules con su mirada eternamente angelical y sufrida, San Lázaro seguido de sus perros de siempre, Santa Brígida, el Santo Niño de Atoche, San Expedito y una imagen de yeso de San Agustín que Cuka la Isleña le había prestado con la petición reiterativa de que "se la cuidara muy bien". Ofelia y Justino le habían aclarado que adorar imágenes "era cosa del Diablo" pero a ella no le gustaban mucho los Testigos de Jehová "y mas cuando por cada Testigo de Jehová habia como mil católicos y como dos mil santeros". En un final hacer un Velorio de santos no era mas que un pretexto para comer dulce de coco en torticas, tomar café como tinta y degustar chocolate caliente de Baracoa, fumar cigarros Vegueros de la Tienda de Juanito como malditos murciélagos, reírse a carcajada limpia con los juegos de siempre en donde los enamorados furtivos podían darse los primeros besos y los primeros apretones que luego configurarían su relación sentimental, escuchar cuartetas y décimas y  gozar con las fábulas de los grandes fabuladores del barrio y de los barrios adyacenes. Tan para gozar eran los Velorios de santos que algunas veces se convertían en "velorios parrandeados" y la adoración a los santos terminaba a fuerza de guateque. A ver, Moronero, qué fue lo que te pasó en la ceiba del potrero - preguntó Belillo mientras intentaba prender un cigarro con un mocho que le había pasado su mujer. Moronero estaba sentado en su taburete recostado contra la pared y las patas delanteras del mueble campesino parecían los colmillos de aquel hombre desdentado y sonriente con un sombrero de guano que salía en las fotos que promocionaban la Reforma Agraria y las Tiendas del Pueblo y que también estaba en el famoso libro del Capitán Antonio Núñez Jiménez Geografía de Cuba y que para algunos niños creciditos que habian terminado el sexto grado se parecía muchísimo a Caridad Oria el de Cambao. No, conversen ustedes primero que me estoy ahogando - respondió, y comenzó a toser detrás de su mano pegada a la boca. Rosa la de Mingo abrió los ojos como si una maná de jutías congas amenazara con derrumbar la casa. Qué te pasa, Morón - inquirió - tienes catarro?. Moronero tosió como seis veces seguidas antes de separar su mano de la boca. No, Rosa, qué va, es la lana, la lana de las condenadas cajetas de la ceiba, no paran de caer ni de noche y mira que hay menos viento que durante una huelga de los Jefes de las Ventoleras del Cielo, igual las cajetas se desprenden de sus gajos y cuando llegan a la altura de los ojos de uno se abren como flores de bollo de negra y se te meten en todos tus huecos, tuve que salir corriendo de debajo de la ceiba so pena de quedarme ciego, llevo tres años tratando de que Justino Martínez me deje cortarla y vendérsela a la Funeraria de Yaguajay para que hagan cajas de muerto y para que Cachaco el del Carro Fúnebre no tenga que dar tanto viaje a Caibarién, el asunto es que aunque traté de mantener cerrada la boca la lana se me ha metido por los huecos de la naríz, por las orejas y por los lagrimales de los ojos, debo tener la garganta llena de lana - Moronero volvió a toser como diez veces e hizo como si espantara a los pedazo de lana de ceiba que le estaban dando tanta tos hacia la puerta de la sala. La gente se miró como preguntándose si esta sería la gran historia de lo que le había pasado debajo de la ceiba de Justino o si solo sería una anécdota relacionada con lana de ceiba en una noche sin viento. Pedrón cogió el coquito color cartucho que le brindó Nereida la Bella de Mingo y le dijo a Moronero que tratara de aguantar un poco de lana detrás de su garganta porque era la única manera de que algún día "pudiera tener una almohada decente sobre la que poner la cabeza". Moronero asimiló la pulla y después de unos segundos dijo "me encanta oír los consejos de los solterones, de esos que solo usarán una almohada para toda la vida".  Elier Navarro no pudo contener sus manos y aplaudió la salida de Moronero. Pedrón pensaba preguntarle que "por qué no había traído a su hermana al Velorio para que alguien le acompañara en su almoha de solterón" pero el aplauso de Elier le cortó los hilos. Nereida la Bella terminó de repartir la primera ronda de dulce de coco confeccionado con azúcar negra y cocos secos de la finca de Los Isleños y su hermana Cira el Espinfle se preparó para cuando tocara repartir el chocolate caliente. Mientras se comía su coquito el muchacho recitó "hermano, dile a mamá, que me mande cuatro cocos y si le parecen pocos que me mande cuatro más, que yo no puedo ir allá porque me da mucha pena, que me mande una docena pa un dulce que voy hacer y si lo quiere comer que venga por Noche Buena". Muchacho, te cagarás cuando ves una luz en el potrero de Justino pero, coño, mira que te sabes décimas - dijo Mingo, mientras le miraba con ojos detenidos repletos de amenaza. El Muchacho sabía que Mingo le estaba advirtiendo de que no se le fuera a ocurrir decir las décimas que tenían a su hija Toña y a su enamorado José Ramón como protagonistas y que alguien le había dicho que las había compuesto él mismo y que eran una sarta de burlas e ironías en donde el humor era un maravilloso pretexto para contar de una relación bastante sui géneris. Eso no es na - dijo Ramoncito - cuchen esta cuarteta que inventé hace unos días en el portal de la Tienda de Juanito, cuchen "yo soy un pobre viejito que baja por el caminito hasta el potrerito y después cruza una cerquita para llegar hasta la tiendita". Elier Navarro volvió a aplaudir y agregó "ustedes no saben nada de décimas, caballeros, oigan esta cuarteta que le improvisó Juan Ramos a Basilio Gallardo en la Tienda una tarde en que estaba cayendo un aguacero infernal "tú ere Basilio Gallardo el hombre e la yegua gorda.....aquí Juan Ramos se detuvo porque no encontraba la palabra que pegara con "gorda" hasta que se topó con "corva" y dijo "que tiene una cosa en la corva".....y aquí le pasó lo mismo, nada le pegaba con "Gallardo"...hasta que tuvo que terminar de esta manera "que da caldo", o sea la cuarteta quedó así "tu ere basilio gallardo el hombre e la yegua gorda que tiene una cosa en la corva que da caldo". Cuando todos terminaron de reír Ramoncito dijo "ese Juan Ramos es un animal, ese tiene menos de poeta que yo de Presidente de la República". El Muchacho debió hacer un esfuerzo supremo para no recitar una de las décimas del "el Cachazú y de su novia Toña" y tuvo que hacer otro esfuerzo mayor para no prolongar las risas de los veloriantes al recordar que cada vez que El Cachazú quería tocar el cuerpo de Toña la Grande a manera de caricia Toña le separaba sus manos y le decía "josé ramón échate pallá que mira que papá nos va a ven". Entonces Moronero pidió a Cira que trajera el chocolate prometido y mientras lo esperaba dijo "una de las cuartetas mas bonitas y cómicas que he escuchdo en mi vida se la oí improvisar al hijo de Pepe Siverio, al mayor, un día en que fui a buscar una batea de cedro que le había hecho a mi mujer, ese día el viejo Juan Santiago estaba de paso en casa de Pepe y como siempre comenzó a celebrar a su yegua blanca de "paso militar y brío único" y hacía como que conversaba con su yegua y simulaba que la maldita yegua lo entendía, Pepito - que ustedes saben ahora vive en La Habana - que era la pata del diablo y que además era un Ferrer puro se puso a mirar para la yegua y como sabía que al viejo Juan Santiago le encantaba escuchar piropos dedicados a su yegua blanca dijo "la yegua de Juan Santiago. blanca como una paloma"......aquí se detuvo como haría Juan Ramos, pero se detuvo para que Juan Santiago se pavoneara con las cosas que se le ocurrían al muchacho de Pepe....Pepito dejó que se engolosinara con la clase de su bestia y volvió a repetir los dos primeros renglones "la yegua de Juan Santiago, blanca como una paloma......tal parece una calcoma cuando está meneando el rabo", oiga, Juan Santiago se quedó mudo, abrió los ojos como si le estuvieran metiendo un cabo de guataca por el culo y ni se despidió de la familia y estuvo sin venir por casa de Pepe hasta que se enteró de que el hijo se había ido para La Habana. Toña la de José Ramón soltó una larga carcajada y exclamó "tal parece una calcoma, ay qué gracioso". Na, chica, que esa yegua es blanca hasta que se mete en un fanguero, esa yegua no sirve ni para jalar un carretón - dijo Moronero mientras cogía el vaso de chocolate que le ofrecía Cira la de Mingo. Florencio Expósito estaba tratando de hacer reír a la Negra Andrea pero la Negra del Vivero todavía no había abierto su boca desdentada de encías rojas como sangre. El Muchacho pensó que si estaba tan seria sería porque seguramente no se podía olvidar de la tarde en que el Isleño Florencio la cogió dentro del campo de caña de Pablo Alfaro y cuando pudo meterle su tranca de caballo la negra gritaba como si fuera un niño con fiebre alta y garraspera en la garganta. Según le había contado Rafael el de la Niña él pasaba por la orilla del campo de caña de regreso de la casa de Pedro Leyva cuando escuchó los gemidos de la Negra Andrea que se fueron convirtiendo en gritos a medida que el caballo de Islas Canarias iba introduciendo su poste de la luz en la raja de la Bruja del Vivero. Como Rafael terminó por pensar que probablemente el Isleño pudiera perjudicarle la matríz a la Negra Andrea comenzó a cantar "Dile a Catalina que me mande el guayo" con el único objetivo de que la pareja lo oyera y se asustara y terminara su faena íntima de campo de caña. Según Rafael su táctica tuvo éxito porque unos minutos después se habían acabado los gemidos de dolor - ji jiiin jiig jinn - y observó que el Isleño salía de una calle del cañaveral levantándose los pantalones. Rafael se estaba comiendo una caña pelada con su machete Corona y decía que cuando Florencio lo vio se quedó pasmado y que se le soltó el pantalón de las manos y antes de que llegara al suelo su majá de santa maría, todavía sarazón, casi que le llegaba a las rodillas. Desde luego, ahí está, parece que va a llover, qué haces por aquí amigo, le preguntó. Rafael le dijo que venía de la casa de su cuñado y que había preferido coger por la orilla del cañaveral para ver si tenía la suerte de encontrarse algunos mangos  aventureros cascarruses maduros en el mangal de Los Alfaro para llevarle a sus hijos. Pensó decirle que "el sol estaba rajando las piedras" pero no lo dijo porque a lo mejor se le volvía a caer el pantalón y no estaba interesado en observar serpientes vespertinas. Cuando doblaron hacia la carretera todavía la Negra Andrea no había salido del campo de caña. El Muchacho terminó de recrearse la anécdota que le había contado Rafael cuando Vitico el de Mingo le estaba diciendo al abuelo Ramoncito "abuelo, disles la cuarteta que le sacaste a Basilio Gallardo y a su horno". Ramoncito se soltó una risita socarrona y dijo "ay, Vito, eso sí que fue del carajo, imagínense ustedes que a Basilio Gallardo el hombre e la yegua gorda se le antoja aprender a hacer un horno y se va casa de Belillo para que lo enseñe - Belillo asintió con la cabeza - y cuando se creía que ya sabía hacer un horno como Dios manda lo paró en un dos por tres en San Juan y le pegó candela y el hombre no salía ni un minuto del lado de su horno hasta que una madrugada no fue y pa qué fue aquello, su horno volao parecía un campo e caña embembao con el viento sur y  por mucho que lo intentó el horno se volvió ceniza y entonces fue ahí que yo le saqué esta cuarteta y que dice así (basilio qué te pasó en la loma de san juan en vano será safán el horno se te voló)". Elier se levantó de su taburete y exclamó "esa sí que está buena". El Muchacho se maravilló cuando escuchó "safán"  porque él sabía que Ramoncito había querido decir "su afán" mas allá de que los veloriantes solo estaban interesados en la rima forzada y ciertamente algunos también entendían su riquisimo lenguaje vernáculo. El Muchacho se había dado cuenta de que la charla de Florencio con la Negra Andrea incluía un extraño movimiento de nalgas del hombre sobre su taburete y le pareció que no estaba relacionado con ningún deseo sexual. Así que le dijo "oiga, Florencio, lo veo meneándose mucho sobre su asiento, no se le ocurra tirarse uno de esos peos apestosos suyos que siempre llegan detrás de algún movimiento de su culo". Florencio se quedó sembrado sobre el cuero de su taburete y contestó "oiga, chirriburria, mire que usted es falta de respeto, me dan ganas de bailarte como a un bolinchinche pero en cambio, ahí está, voy a decirles una décima relacionada con un peo que se tiró una vez una muchacha en una escuela, un peo de verdad y no mis peítos de mierda que nada más se escuchan en casa de Los Rosa, escuchen esto (en la escuela bernardito  en la hora del recreo se le fue a Mariela un peo que se oyó en hollo chiquito se despertó el jenjibrito y la gente de san blas y un poquito mas allá sin que lo diga en jarana retumbó en loma ventana nuevo mundo y trinidad), eso sí que fue un bombazo". Coñok - exclamó Mecho el de Mingo, alabao sea Dios. Ustedes se saben la décima de la Fiesta de la Tomatera - peguntó Liove Lara -, pues yo sí y voy pallá "entérate que el domingo hay baile en la tomatera que lo da benito mera en la escuela pirindingo vienen guaguas y fotingos catapilas y carretas y en una yegua repleta viene la familia arturo el panadero en un mulo y batista en bicicleta", qué les parece. El enano de Los Lara fue premiado con un aplauso soberano aunque casi todo el mundo conocía de la famosa décima. Pedrón le pidió a Moronero que continuara con la historia de lo que le había pasado en la ceiba. Moronero cruzó uno de sus pies sobre el otro y dijo "ustedes saben que hay un misterio con esa ceiba de Justino, la mitad de la ceiba, la que da para el Vivero nunca pare cajetas y por lo tanto por ahí se puede caminar como si nada porque no hay lana pero por la parte que da para el potrero que está al fondo de la casa de Pito Leyva es el acabóse, la mata pare mas cajetas de lana que una curiela primeriza, así que yo, que lo sé, solo me cuido cuando paso de la mitad de la mata sobre todo si vengo a pie como esta noche, pues miren ustedes, cuando voy llegando a la dichosa mata escucho una cancioncita que todos ustedes conocen, esa que dice "Pónme la mano aquí Macorina" con la salvedad de que solo se oía un pedazo, o sea "pónme la mano aquí maco" y se repetía hasta el cansancio, yo pensé que era alguien que la estaba escuchando con una radio rota o que solo tuviera la mitad de las pilas, vaya usted a saber, el caso es que me detuve y la cancioncita continuó con la misma letanía, de "pónme la mano aquí maco pónme la mano aquí maco" hasta que me dirigí hacia el lugar de donde salía la música incompleta, estuve buscando como una hora hasta que me topé con un cogollo seco de caña que estaba siendo batido por el viento sur y me di cuenta de que al parecer la música salía de allí, así que me agaché y puse la oreja izquierda contra el cogollo y la maldita guaracha casi me rompe los tímpanos y como en ese mismo momento salió la luna pues me pude fijar mejor en lo que pasaba dentro de las hojas del cogollo porque con la luz del farol no tenía, y cual no sería mi sorpresa cuando me di cuenta de que allí había un pedazo de disco que era tocado por una de las hojas del cogollo cada vez que el viento la soplaba y esa hoja hacía el papel de la agujita que ustedes saben es la que al pasar sobre las ranuras del disco lo hace sonar y entonces me puse a buscar la otra mitad del disco porque me dije que tenia que estar por allí y por supuesto que estaba en el mismo tronco de la ceiba, recostada como si algún jodedor la hubiera puesto allí, así que la cogi y me fui hasta la cerca del potrero en busca de una semilla de guavoegallo para intentar pegarlo con su baba pegajosa y poder escuchar toda la música y claro que lo soldé como si nada y entonces lo llevé hasta el tronco de la ceiba acompañado de la pajita de cogollo y me dispuse a escuchar toda la canción de una vez y en algún momento me entoné tanto que me puse a bailar solo alrededor del tronco de la ceiba. Moronero descruzó sus pies y cogió el vaso de chocolate del suelo. Se dio cuenta de que estaba mas frío que barriga de jubo pero no dijo nada. Oiga, Morón - dijo Fela la de Bille - pero ese pedazo de disco sería una chinguita de disco. Claro, niña, se parecía a la mitad de la tapa de una lata de sardinas, si tú vieras que grande era la otra parte, esa sí que se parecía a la mitad de una palangana recortada por el medio - Moronero se dispuso para lo de siempre. Casi todos le hacían preguntas relacionadas con sus historias. Se creía un gran conferencista que aceptaba inquietudes de sus oyentes, cualesquiera que estas fueran. Coño - dijo Macho Navarro - pero a quien se le puede haber perdido un disco por aquí. Eso mismo me pregunté yo y solo se me ocurre pensar que fue al Negro Mongo que siempre está ensayando con las canciones de otra gente y no tiene cerebro para inventar las suyas propias - respondió Moronero - de todas maneras es verdad que está muy raro y habrá que preguntarle cuando alguien se empate con él. Yo creo - dijo el Muchacho -  que el Negro Mongo venía de casa de Los Isleños por el camino interior y que se puso a descansar debajo de la ceiba y que de pronto comenzaron a caerle cajetas de lana en la cabeza y que cuando se fue a ir se le cayó el disco y alguna cajeta muy grande con mas lana de la cuenta lo rompió y el viento se encargó de mover las dos mitades que cayeron, por cierto, bastante cerca una de la otra. Moronero lo miró. Oye, poeta, tú también debes ser medio policía detéctive - agregó Moronero - porque eso es lo mismo que yo pensé antes de que la ventolera levantara el disco con música y todo y se lo llevara para la casa del carajo. Todos los veloriantes sabían que esa noche había una luna lunera cascabelera sobre una tierra en calma chicha y que una ventolera era tan poco probable como que el Negro Mongo compusiera sus propias canciones. Pero prefirieron hacer silencio porque aunque Moronero no se berreaba con facilidad tampoco era perfecto en ese sentido. De todas formas Leovigildo Lara dijo "caramba, Morón, y yo que pensaba que traías el disco en alguno de tus bolsillos". Eso es lo que pensaba hacer, Liove, traerlo y sorprenderlos a todos ustedes al final del Velorio convirtiendo al Velorio en un Velorio parrandiao, pero mira lo que son las cosas, amigo, el viento de la noche. Y donde carajo habrá caído - inquirió Ratón Comehilo. Eso depende - respondió Moronero - el viento tiene tremenda fuerza, muchacho, y si no que lo diga Tico el de Domingo el Isleño cuando se da cuenta de que un flai al raifil se convierte en un jonrón cuando el viento le ayuda un poquito y ve como pasa por arriba de la casa de Julio e la Rosa, yo mismo tuve la oportunidad de ser testigo de como el viento me ayudó con un jonrón que le di en Jagueyal a un pítcher negro de Narcisa y por mucho que corrió patrás el lef fil para atrapar el batazo de nada le valió porque la pelota subió y subió y pasó sobre el Pichón de Monte y cayó, mojada, a los tres días, aquí en Plateros, en la alforja derecha del serón del Viejo del Pan. Bueno, cayó mojada, pero estaba intacta, fíjese usted si estaba como nueva que el Viejo del Pan me la cambió por un gato ratonero y estuvimos jugando con ella como tres años - dijo Roberto Navarro. No lo dudo - agregó Moronero - si era una pelota Wilson que me había regalado un americano que estuvo investigando la vida de los camangrejos hace unos años. El Muchacho se levantó de su taburete para preguntarle a Moronero "camangrejos, qué es eso". Moronero le miró y después de decir a Toña la de Mingo que ya tenía ganas de tomarse una tacita de café y de encender un Veguero respondió "bueno, ya sabía que tú no te lo puedes saber todo, poeta, un camangrejo es un bicharraco que nace del cruce de un camarón y de un cangrejo y te juro que es el bicho mas rico que nada en un canal - dijo. Pero - insistió el Muchacho - están en algún canal especial o están en todas partes de la costa. Moronero se tomó su tacita de café y prendió un Veguero después de frotarlo contra el muslo izquierdo. Ya no "están" en ninguna parte, poeta, una plaga de mosquitos coracís que vino desde la laguna de la Leche en Morón, los mató a todos porque, según el americano, el color rojizo del carapacho de los bichos les hizo pensar que tenían tanta sangre como nosotros los humanos. Entonces - pregunto Elier - los coracís podían zambullirse para picar a los ....cómo se llaman....camangrejos, no?. No podían hacerlo, hijo, lo que pasa es que los camangrejos, cuando se llenaban de comer palmiche pintón, salían a coger sol a la superficie y era ahí donde aprovechaban los piquilargos de Morón para meter sus leznas en sus carapachos. O sea - preguntó el Muchacho - que cuando usted conoció al americano de la pelota Wilson y él le permitió ver a sus camangrejos había palmas reales en los manglares. Moronero le echó una mirada extraña y la gente se dio cuenta. No, chico, no había ni una sola palma real pero ustedes saben como son los americanos que hacen un negocio en una cuarta de tierra, el tipo se enteró de la existencia del Palmar de Araña allá en la orilla sureste de Caibarién y compró por adelantado todo el palmiche que pudieran parir las palmas durante tres años y con eso los alimentó hasta lo de los coracís. El Muchacho recordó que Rafael le había hablado de un americano que pasó, hacía unos años, por la casa de su mamá durante un viaje de turismo y que había tenido que detenerse y bajar a la casa porque el motor se le recalentó con el sol de Agosto y que el americano era muy amable y que había vuelto a detenerse en la casa cuando regresó de su viaje al Oriente de la Isla. Pero no quiso hacer otra pregunta a Moronero porque seguramente se trataba de otro americano. Finalmente el Muchacho le hizo la última pregunta "acaso ha pensado usted de donde pudo salir ese cogollo de caña si la zafra terminó hace como seis meses y las reses se comen el cogollo aunque esté podrido y otra cosa, como fue posible que usted girara el disco debajo de la paja de caña o lo que hizo fue pasarlo haciendo círculos sobre él o también fue cosa del viento nocturno". Moronero volvió a mirarlo por enésima vez. Muchacho, la vida está llena de misterios, a lo mejor una raíz larga del cañaveral de Pablo Alfaro ha llegado hasta la ceiba y...ya tú sabes, cuántas veces he visto a los terneros encaramados arriba de la ceiba - repondió el Gran Fabulador -, y sobre tu otra pregunta solo puedo decirte que hay cosas que son un secreto profesional y lamentablemente de eso sí que no puedo hablar. Entiendo, señor, de todas maneras le preguntaré a Eliseo Cabrera o a Raúl Ferrer cuando pase por la casa de su tía Queta - concluyó el Muchacho. Oiga, Moronero, si el jonrón suyo se voló la Loma y cayó en un serón de pan no sería posible también que el disco y el cogollo se hayan volado también la Loma y caído en el patio de su casa - indagó Ratón Comehilo. Hijo - aclaró Morón - eso es muy posible porque la ventolera fue de ampanga en ese momento, les avisaré si eso hubiera ocurrido. Entonces Puchulongo se acordó de que también en los velorios se hacían cuentos picantes y se jugaba a los juegos que se jugaban en los velorios y se imponían castigos a los perdedores y los ganadores podían imponer castigos a cualquiera de los participantes en el juego. De esa manera la gente se pasaba minutos riendo y los perdedores se morían de verguenza teniendo que gritar como niños con hambre de teta, que cantar como gallos roncos, que caminar como monos de la selva, que cantar como pajaritos medio mudos, que simular que eran gagos o ñañajúas o sacar a pasear a una muchacha o a un muchacho e incluso hasta tener que besarlo o besarla en la parte del cuerpo que eligiera el castigador. Muy bien, dejemos descansar al Gran Moronero - dijo Puchulongo - y juguemos, propongo, a la sortija. El Muchacho observó a Puchulongo. Puchulongo era casi un muchacho enano con eterna cara de viejo y disfrutaba muchísimo con los cuentos cómicos y picantes y se palmeaba las manos y se golpeaba los muslos con los ojos lagrimeando y exclamaba "mariapurísima, niño". El Muchacho lo "vio" comenzando a jugar en la segunda base en el Equipo de Pelota Grande de Plateros y especializándose en conectar "texas" detrás de las almohadillas. Pero lo que mas le había impactado de Puchulongo eran sus historias familiares marcadas por lo sexual. Había dos historias clásicas que El Puchu hacía cada vez que la gente se las pedía y lo hacía frente a toda clase de público y juraba que eran "mil por ciento" verdad. Una de ellas estaba relacionada con gallinas. Aseguraba que le había matado muchísimas gallinas a su mamá y a sus tías metiéndoles la pinga por el culo. Decía que las gallinas eran mucho mas calientes que las mujeres y mostraba su manera de cogerlas por el tronco de las alas y sujetarlas mientras se las estaba singando. A veces decía que lo mejor que se hacía con una gallina era una paja. Lo malo, abundaba, era que la cabeza de la pinga le removía todo el mondongo y terminaba por ahogarlas cuando la cabeza le llegaba al buche y que cuando les sacaba el machete se cagaban todas y tenía que tener mucho cuidado para que no le embarraran el pantalón de mierda. La segunda historia tenía que ver con uno de sus tíos, un solterón empedernido con rasgos amanerados que solo tenía de amanerados sus rasgos porque todo el mundo sabía que era un hombre de verdad. Una noche Puchulongo se quedó en su casa y durmió en la misma cama que él. Pensando en el culo macho que tenía tan cerca se le paró el animal y se viró contra las nalgas de su tío y le pasó una de sus piernas sobre sus caderas. Decia que el tío no se movió ni un milímetro y entonces le puso la tranca entre las nalgas y como tampoco se movía le bajó el calzoncillo con mucha delicadeza. El tío parecía muerto y el sobrino pensó que se estaba haciendo el dormido para que se lo clavara. Así que se ensalivó el yerro y se lo colocó en el hueco del culo y empujó. Cuando se había acabado de venir el tío se despertó y sintió lo que tenía dentro y el sobrino no encontró qué decir y tampoco se le ocurrió desenfundar el machete. El tío solo atinó a decir que "como había sido capaz de haberle hecho esa cochinada", que eso no se le "hacía a un hombre" y que nunca mas se le "ocurriera templárselo". Puchulongo se cansó de su perorata y le dijo "está bien, está bien, tío, cállate, ya eso pasó y cállate". Puchulongo aseguraba que el tío agregó "está bien, que nadie se entere, si quieres déjamela dentro pero no te muevas mas, coño, que tengo sueño". El caso es que Pucholongo contaba esta historia sin miedo a que el tío se enterara. De modo que Puchulongo le pidió a Esperanza la del Neno que repartiera la sortija. Ramoncito le prestó su vieja alianza de matrimonio después de que su mujer, Luisa, le diera permiso para hacerlo. El Juego de la sortija era muy simple. Alguien se metía la sortija entre las palmas de su manos y las apretaba muy bien para que la sortija no se cayera. Entonces comenzaba a deslizar sus manos por entre las manos semiabiertas de los jugadores como si fuera a partir un cake con mucha sutileza o como si fuera a limpiarle el culo a un recién nacido con la parte baja de sus dedos meñiques. El objetivo era dejar la sortija en algún par de manos, sentarse en su taburete y ordenar a alguien que saliera a buscarla. El buscador sabía que tenía que adivinar quien la tenía porque si no sería castigado por la repartidora de la sortija. Todo el mundo se ponía serio y el que tenía la prenda trataba de mostrarse normal como todo el mundo para no delatarse. En ese momento todo el mundo tenía que hacer de actor o de actríz. El elegido les miraba a todos tratando de descubrir algún indicio de nerviosismo en el poseedor de la sortija. Hasta que al fin se decidía y se dirigía al chico o a la chica. Que salga Toña - ordenó Esperanza. Toña se quedó de una pieza porque estaba segura de cual sería su castigo en caso de no adivinar quien tenía la dichosa sortija. Después de unos minutos de observación muy cuidadosa se fue hasta donde estaba Alfredo Navarro, su primo segundo. Alfredo abrió sus manos de par en par, se mordió los labios y abrió los ojos y le dijo "vacías, es verdad, te jodiste...o te salvaste". La sortija la tenía la Negra Andrea y la Bruja del Vivero sabía que era ella quien la repartiría de nuevo. Esperanza ordenó a Toña que sacara a José Ramón a dar un paseo por la sala cogidos de la mano y que antes de sentarse en el taburete de ella le pidiera que la besara en la boca. Toña se puso colorada como un tomate y se metió la mandíbula en el pecho. Pero sabía que tenía que hacerlo so pena de fastidiar los próximos juegos. Porque todo el que aceptaba formar parte de los juegos de antemano estaba comprometiendo su palabra. Vamos, hija, hazlo - le dijo Rosa - es solo un juego. Que lo saque, que lo saque, que lo saque, coreaban todas las voces. Mingo apenas podía contener la risa que porfiaba por salírsele de la garganta. Al fin Toña le tendió la mano a su prometido de Majagual, el novio se la cogió y comenzaron a caminar por todo el interior del círculo de veloriantes. Cuando llegaron al taburete de Toña José Ramón sabía que tenía que besarla en la boca como si se tratara de la noche de su boda. Pero los dos se paralizaron y no se atrevían a acercar sus caras. De pronto Mingo Manso se paró de su taburete y salió, lentamente, de la sala. El Muchacho - que solo estaba esperando una ocasión como esa - se levantó del banco de troncos para donde se había cambiado y le dijo a la novia "arriba, Toña, si ahora tu papá no te va a ven". La gente prorrumpió en una sonora carcajada, los novios se besaron levemente en la boca y cuando se hizo el silencio Mingo Manso retornó a la sala. A lo mejor esta misma noche se la lleva - pensó. El Muchacho también estaba pensando en esa posibilidad y los vio cabalgar en la madrugaba por el Camino de las Tecas hacia la casa de monte de José Ramón, Toña, muy nerviosa y casi cayéndose de la zanca del caballo mientras se abracaba a la cintura de su casi marido que apenas podía soportar el olor a hembra rendida de la mujer que llevaba detrás y que esta noche convertiría en mujer de verdad sin la eterna presencia de los padres posesivos. El Muchacho los imaginaba en la cama de pobre de José Ramón, revolcándose sobre la sábana vieja de la colchoneta barata con olor a carbón vegetal y eso le hacía recordar cuando Rafael le preguntaba "Vera, es verdad que cuando Beto y Nata están en lo suyo la cama se mueve sin parar y hace quiquicán quiquicán quiquicán quiquicán porque aparte de que es un trasto viejo lo que ocurre arriba es un terremoto" y él solo se limitaba a sonreír porque tal vez la vieja cama matrimonial no hiciera un ruido que sonara así pero casi casi. Sobre la una de la madrugada la gente dio por terminado el Velorio y se fueron marchando de a poco. La Familia Manso Navarro recogió la mesa y el Altar y la señora de Mingo se echó a llorar como una magdalena, otra vez, porque los comunistas no habían dictado pena de muerte para su hijo menor de edad el "alzado" sino que le habían conmutado la sentencia por treinta años de cárcel en Isla de Pinos al igual que al hijo de Juan Ramos. Rosa se prometió que haría otro Velorio el día que su hijo saliera en libertad porque pensaba seguir vivita y coleando para entonces y se maravilló de que con una sola vela central hubiera tenido para toda la noche aunque el pomo de mermelada terminara repleto de esperma y también se prometió que dejaría la otra vela que le quedaba para el día en que su hijo regresara a la casa. Vera acompañó a Moronero hasta la Tienda de Juanito y cuando se dio cuenta de que Moronero había venido a pie desde Jagueyal se quedó frío. Morón, yo pensaba que habías dejado tu yegua pastando en la cuneta de Justino - le dijo - entonces te vas a pata o qué. No, chico, me voy en el Carrito de San Fernando - respondió. Vera sabía que ahora tenía que preguntar que cual era ese "carrito" aunque todos sabían la respuesta. El Carrito de San Fernando, Muchacho, un poquito a pie y otro caminando"- aclaró. Te vas por la vereda de Emilio o por La Sabana - inquirió. Oiga, mire que usted pregunta compadre, usted cree que alguien al que se le acaba de morir la madre tenga ganas de conversar tanto a esta hora - Moronero caminó hasta el centro de la carretera y se colocó la mano sobre la frente como si hubiera sol y se puso a mirar para el rumbo de Yaguajay. El Muchacho hizo silencio y aunque sabía que la madre de Moronero se había muerto hacia como mil años expresó "coño, Viejo, lo siento". Gracias - dijo Moronero - Cachaco quedó conmigo en venir a buscarme sobre las dos de la mañana, así que ya debe estar al llegar porque la enterraremos en Seibabo, como ella siempre quiso, antes de que los gallos cantaran. El Muchacho pensó en negar tres veces la historia de su madre muerta como le había dicho Ofelia en relación con las tres negativas de Pedro a su Mesías Jesucristo frente a los romanos antes de que cantara el gallo pero pensó que a lo mejor Moronero jamás había oído hablar de San Pedro. Así que le dijo "bueno, Morón, te repito que lo siento, entonces me voy porque lamentablemente no puedo acompañarte al entierro porque me están esperando en casa de Carmelo Coronel para jugar al Burro". Moronero lo detuvo para preguntarle "jugar al Burro a esta hora". Si señor - contestó el Muchacho - a Carmelo le gusta jugar Burro los domingos por la madrugada antes de que se tiren las gallinas del palo. Moronero le observó de reojo y se dio cuenta de que en el poeta también habia un futuro fabulador. Le palmeó la espalda y le dijo "pues bien vaya hacia su juego con baraja y ojalá que le gane al vicioso de Miguel Ramos y al "habanero" Raúl Mariquilla si es que está por el barrio". Cincuenta metros después una máquina de alquiler se cruzó con Vera frente a la casa de Alfredo Navarro. Vera se volvió para mirar hacia el sitio en donde estaba Moronero. La máquina se detuvo a su lado porque Moronero le había hecho señas. Que Cachaco haya cambiado su guaguita fúnebre por un Chevrolet del 58 y que venga de Caibarién para recoger a Moronero y llevarlo hasta el velorio de su madre en Seibabo es muy  posible, muy posible, por qué no - pensó.

Sweetwater, Miami, Florida, Usa.
Luis Eme González.
Mayo 7 del 2020.



















lado del altar.

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