Sunday, January 24, 2021

La Pandemia.


He seguido toda esta Teleserie llamada Pandemia Covid-19 desde que apareció en China. Cada uno de sus pasos. Cada uno de sus asaltos al resto del mundo. No me he perdido ni un solo análisis científico. Ni una sola comparación con otras Pestes que asolaron a la Humanidad a través de la Historia. Durante horas he estado frente a las pantallas del teléfono y del televisor y de la computadora mirando videos. Videos "serios" y videos "conspiracionistas". Seguí todos los pasos de las Grandes Farmacéuticas compitiendo por tener lista la Primera Vacuna. En los momentos más álgidos de la irrupción de la Pandemia fui disciplinado y estuve dispuesto a trabajar menos y a cobrar menos porque había menos trabajo y había menos clientes. Por "suerte" motivos coyunturales nos permitieron continuar, de manera normal, el trabajo de cada día hasta el día de hoy. Exceptuando la realización de horas extras. Que, bien mirado, es un pequeño hueco en el salario. Me coloqué la mascarilla cuando hubo que hacerlo y me la coloqué como había que hacerlo. Me separé de las otras personas la distancia recomendada en los sitios públicos y me lavé las manos tanto que la sosa caústica estuvo a punto de lascerarme las palmas. Cuando las calles de Miami estaban vacías yo viajaba todos los días en mi bicicleta al trabajo y alguna gente no creía que pudiera escapar del contagio. Ciertamente trabajar toda una jornada laboral con agua y cloro es un plus pues el cloro era - y es - uno de los químicos recomendados para atenuar los contagios. Como el Virus es una variante macabra del "catarro" yo sabía que el consumo permanente de limón sintético vertido sobre las ensaladas y los fricacés posiblemente me hubieran inmunizado, hasta cierto punto, contra la ponzoña del Monstruo. Cuando mi Cía consideró que nuestro trabajo era "esencial" - y por tanto teníamos que continuar trabajando - firmé un Documento que decía "que lo hacíamos de manera voluntaria, sin presión". Yo era un tipo agradecido y nunca había pensado en formar un Sindicato. Solo que si no trabajábamos no cobrábamos. Ello bastaba para hacer caer el concepto de la "voluntariedad". A pesar de que en Cuba la Pandemia estaba bastante controlada engaveté mi sueño de visitar Caibarién en Diciembre del 2020. Las amenzas de cerrar aeropuertos y de aumentar los controles para los visitantes y de hacer seguimientos durante su estadía acabaron de matar mis proyectos. Cuando La Habana decidió hacer pruebas de Covid a todos los que llegaban desde afuera cerré el Caso. Mi temor crónico a los médicos me iba a impedir hacerme la sencilla prueba del palito metido en la naríz - y después en la boca. Como jamás he experimentado síntomas pues tampoco me he tenido que someter al calvario en Miami. Por cierto, cuando Cuba reabrió los vuelos y - a pesar de los cuidados - la Pandemia se expandió (aseguran) como una llamarada por todo el país (siempre en mucha menor escala que en el resto del Continente) decidió que a mas de la Prueba Covid en Cuba había que arribar con un Certificado "serio" de otra pruba en el país de origen del vuelo realizada en un plazo menor a 72 horas. Si yo todavia hubiera estado pensando en viajar esta hubiera sido la clásica puntilla que me lo impidiera. Veremos qué pasa para Agosto próximo. El mes en que pienso viajar. Ojalá que todavía los procedimientos para hacer la Prueba sean los mismos. Y ojalá que yo logre hacérmela sin que la presión me suba a niveles de "muerte al dinosaurio". Todas las vacunas están listas. Todo el mundo se está inoculando. Todavía no alcanzan y están priorizando a trabajadores "cercanos" y priorizando rangos de edades. Mi edad no está entre la que deba ser vacunada este semestre. Sé un poco de vacunas. Sé lo que demoran los ensayos y las pruebas para que una vacuna esté lista para ser inyectada. Dicen que las vacunas Anticovid han tenido que ser agilizadas por la nueva peligrosidad de la variante de Virus a partir de los Sars rutinarios. Dicen, además, que la tecnología ha avanzado mucho desde los intentos por fabricar la vacuna Antisida. No quiero discutir ni opinar. Ponerse la vacuna no es obligatorio. Somos libres en occidente. Pero la obligatoriedad es relativa. Generalmente todos quieren ser vacunados. Hay casi una guerra por el derecho a vacunarse. Las teorías conspirativas están perdiendo la batalla en donde guerrean porque la gente no se vacune ya que "o eso es una aguita inservible o está llena de chips que solo servirán para controlar tu vida o en todo caso solo serán un ensayo para probar cosas". Si bien ha habido noticias de contraindicaciones e incluso muertes post vacuna la gente sigue deseando vacunarse. Se ha dicho que la vacuna lleva dos dosis y que entre ambas uno se puede contagiar. Se ha dicho que el período de inmunidad es de seis meses. Las noticias buenas y malas no dejan de sorprendernos. Que los contagios han bajado muchísimo en zonas de vacunación total. Que los rusos no quieren vacunarse y que el Gobieno Ruso está perdiendo dinero porque cada vez que descongelan cinco ampolletas hay que botar tres o cuatro. El mismo temor que tengo a hacerme la Prueba del Covid es el que tengo ante la posibilidad de vacunarme. Tal vez un poco mas porque la vacuna mete cosas en mi cuerpo que en un final no conozco, mas allá de mis estudios sobre lo que "son las vacunas". Dicen que hay que sacar un turno para vacunarse. Que nadie te mandará a buscar. Que no te hacen nada. Que solo te llenan un Formulario y te pinchan  y te dicen cuando te toca la próxima dosis. No he dicho que no me pienso vacunar. Tampoco que sí. Porque la voluntariedad acaba en donde te dicen "si no estás vacunado no puedes....". La única persona que conozco que se ha vacunado es un muchacho que trabajó con nosotros en Universal Greens y que ahora estudia y trabaja en asuntos de Enfermería. Fue vacunado por "lógica". Y entre charlas globales y bromas se me pasó preguntarle por el procedimiento. Sobre la Prueba del Covid sí he hablado con algunos. He leído por ahí que están trabajando en métodos mas sencillos para realizarla y en una vacuna que no tenga que ser congelada y que resuelva el problema con una sola dosis. Pese a todo cada día aparecen noticias muy desalentadoras en boca de especialistas. Que tendremos que vivir con el Virus por años. Que el mundo cambiará para siempre. Que las secuelas quedadas son infernales. Que aparecerán nuevas cepas y nuevas pandemias asociadas. Que, aunque se logre controlar al Monstruo, mascarillas, distanciamiento y manos lavadas constituirán normas de mucho tiempo. Que se han infectado personas que se han inyectado las dos dosis. La gente de la Conspiración - que también tienen títulos y doctorados - está perdiendo la batalla de "la verdad". Pero no hay que exagerar. Pensaba decir algo sobre las vacunas reales y los placebos. Pero mejor pasemos a conocer a las poquísimas personas infectadas que han estado "cerca" de mí en estos meses locos en que de sopetón la vida cambió de la noche a la noche.

Detrás de la casa en donde vivo hay un Centro Comercial. Como todos los Centros Comerciales: lleno de negocios en donde puedes resolver gran parte de tus problemas sin moverte de tu ciudad. Mi ciudad es Sweetwater y es pequeña y está a ambos lados de la calle Flagler. Al Norte y al Sur. La casa está en la Calle 1 del South West. Entre Avenida 14 y Avenida 15. El Centro Comercial incluye a La Bodeguita. Un Semimercado muy bien surtido y con renglones de excelencia. Regenteado por familiares y amigos cercanos. Mis tíos vivieron en esta casa desde finales de los años noventa y eran clientes fijos de La Bodeguita cuando deseaban adquirir artículos especiales. Eran amigos de los dueños. También lo eran de Bebo, el dueño de la Bakery que está al lado. Como yo viví algún tiempo en la casa y después la visitaría frecuentemente pues también me relacioné con los dependientes y con Bebo y sus trabajadores, que incluían a una hija. Mis primos - los hijos de mis tíos - eran sus amigos. Cuando mis tíos se mudaron para La Pequeña Habana - mi tía consiguió una casa en altos, cortesía del Plan 8 (casas gubernamentales para jubilados) - mi primo se vino para la casa y de esa manera la casa de Evelyn (esposa del dueño de mi Compañía, Carlos Rodríguez) quedó en las mismas manos. Yo comenzaría a vivir aquí en Abril del año 2019 porque el sitio en donde vivía se me hizo insoportable por varios motivos y no encontré otra cosa cercana en toda la ciudad que me permitiera viajar en bicicleta a la Compañía. Cuando llegó la Pandemia y los precios de los efficiences se dispararon dejé de intentar marcharme. En la casa viven mi primo, su mujer y ocasionalmente el hijo que también cuenta con la casa de la madre en la zona de traylers al norte de la calle Flagler. Como la Panadería de Bebo es una de las pocas "bakeries" de Miami en donde se hace "pan cubano" bastante decente pues yo, generalmente, lo compraba ahí. Terminé por saludar a Bebo en cada visita y hasta en ocasiones él bromeaba conmigo. A veces pasaban los días y debido al horario en que terminaba de trabajar compraba en pan en otras panaderías. Una tarde me dí cuenta de que la Panadería de Bebo estaba cerrada en horario punta. En casa mi primo me contó que Bebo, su hija y toda la plantilla de la Panadería habían "caído con el Virus" y que estaban ingresados en el Kendall Hospital. El mismo hospital en donde trabaja la mujer de mi primo en el turno de la noche y en donde murió mi primo paterno Guillermo en el año 2015. Finalmente Bebo murió. Fue el primer caso de muerte por Covid del que tuve noticias para alguien que conocía. De nada le valió su gran fortaleza física. Después sabríamos que otros trabajadores del Centro Comercial también habían caído pero que se habían recuperado. Mi primo se preocupó un poco mas y su mujer - que venía cada cierto tiempo a quedarse pues estaba cuidando a una hija con problemas de sobrepeso - espació sus regresos. En el Hospital trabajaba casi que con equipamiento de cosmonauta y constantemente le hacían pruebas de Covid. Decía que estaban a tope. Mi primo descartaba el contagio porque ella siempre "daba negativo". En el trabajo de mi primo hicieron pruebas en dos o tres ocasiones con resultados negativos. Hoy mismo en la Bakery de Bebo hay otros empleados y la clientela se ha mantenido. La sigo frecuentando. Pero todo el mundo respeta las reglas.

La hermana de mi primo - una de mis primas favoritas - es una mujer todoterreno, capaz de resolver todo entuerto y siempre dispuesta para enfrentar cualquier asunto que toque a la familia. A veces puede sonar entrometida. Pero es parte de su ADN. Una de sus primas paternas tuvo un accidente cuando se cayó de una escalera en donde hacía algo relacionado con reparaciones del hogar. La caída le ocasionó algunas fracturas y terminó ingresada en el Kendall Hospital llena de yesos y de sujetaderas sobre una cama. Cuando mi prima se enteró se lanzó hacia el hospital, desbocada, y como sabe de "hospitales" - trabaja en uno de ellos en tareas de colaboradora para doctores - nadie pudo detenerla en los pasillos hasta toparse con su prima. El Hospital está repleto de casos de Covid y los cuidados son supremos. Esa noche, en su casa, mi prima sintió "varios síntomas": fiebre, dolores corporales y sobre todo vómitos y diarreas. Una consulta le dio "Positivo". No fue ingresada y se recuperó pero hoy mismo todavía no ha recuperado el olfato. La información - codificada - me llegó a través de mi primo. 

En mi Compañía las normas Anticovid se siguen a medias. Excepto cuando alguien entra en la Oficina del Gerente en donde es Vendedor el suegro del Dueño, un tipo muy bien conservado que sobrepasa los ochenta años. Se cuida mucho e incluso nos pide que sigamos la rutina "como es". Su nieto - que es el hijo del dueño - es un muchacho treintón muy fuerte y supersano que a veces se llega por nuestra área de trabajo e incluso nos trae café y alguna merienda. Un Viernes alguien nos dice que "el Covid lo cogió" y nos enteramos que un malestar imprevisto lo achacó a un pescado degustado una tarde antes. La información agregaba que "tal vez uno de los Vendedores también estuviera infectado". Nadie nos dijo nada. La información era solo de "oídos". Los dos supuestos contagiados trabajaban como a setenta metros de nosotros y en verdad apenas les veíamos. El Lunes le pregunté al Gerente. Me lo confirmó. Me dijo que era un contagio "muy leve" y que el sábado los especialistas de la ciudad habían venido a desinfectar las oficinas y a realizar pruebas a quienes estaban trabajando. Todas habían resultado Negativas. A ciertos trabajadores no les gustó la manera semioculta con la que se había tratado la información. Tres días después el nieto regresó - ahora con tapabocas - en perfecto estado. Una semana mas tarde nos enteraríamos de que el  susodicho Vendedor también fue "tocado" y que aunque se demoró un poco mas en su Cuarentena se recuperó sin problemas. Aunque todavía las normas antivirus no se cumplen al cien por ciento, la disciplina ha mejorado.

Una de las primeras casas que ocupan nuestra cuadra está casi en la esquina de Avenida 114. Dice mi primo que los que viven ahí son balseros", gente "del Mariel". Vale decir, de los llegados en 1980. Se trata de una familia muy alegre, al parecer con muchos amigos. Durante todo el fin de semana se la pasan tomando, jugando dominó, charlando en voz alta y sobre todo con los parlantes musicales botando música de todos los tipos. Mientras bailan y se ríen a veces pueden llagar a tener alguna discusión. Entre semana puede ocurrir que también coloquen su musiquita pero en tono decente. Técnicamente no nos molesta. Cuando salimos al portal se escucha como una música infernal. Pero ya se sabe que en Estados Unidos se vive encerrado y las puertas y ventanas atenúan casi todos los ruidos. En algún momento mi primo y yo estuvimos hablando acerca del "silencio extraño" que salía de la casa de los "marielitos". Se había acabado la música de un tirón y como su sonido era el único sonido que se escuchaba en la cuadra pues la cuadra regresó a su mutismo de tumba. Unos días mas tarde mi primo me dice que dos de los moradores mas viejos estaban "ingresados con Covid" y que uno estaba "entubado, muy grave". Sin embargo parece que sus sistemas inmunológicos estaban en forma pues muy pronto volvió la música de fin de semana.

La otra hermana de mis primos es una chica muy activa en Facebook. Una mujer que adora a Trump. Sus publicaciones le enaltecían y fue una seguidora fiel mientras el expresidente trataba de no perder las Elecciones. De igual forma es una luchadora anticomunista a tiempo completo y no pierde oportunidad de fustigar a los castristas en su Perfil. También viaja en ocasiones por el mundo y por las playas y locasiones de la Florida y de Georgia. Siempre documenta sus viajes. Entonces, de repente, me percato que dejó de publicar. De modo que una noche lo comento con mi primo. No tenía información. La tuvo muy pronto. Su hermana tiene dos hijos y cuatro nietos: uno es "entenado" del hijo. Generalmente vive con el hijo y casi siempre los viajes dentro de Estados Unidos los realizan en familia. Mi primo considera que estas salidas por el país y tanto mitin a favor de Trump fue lo que los contagió a todos. Incluso - me dijo - su hermana iba a ser ingresada pero como no tenía necesidad de oxígeno la devolvieron a casa. Tampoco he conversado con ella. Tal vez también signifique un secreto. Me alegré cuando ví, hace unos días, una nueva publicación en su Perfil. Publicación "humana".

Antony Fucci dijo que "Enero y Febrero" serían "catastróficos" en el país y que las muertes llegarían a medio millón. La Administración Biden lo mantuvo en su puesto aunque la verdadera gestión contra el Covid se la entregó a un gurú del "resolvimiento de problemas". La Universidad John Hopkins acaba de anunciar que la cifra anda por cuatroscientos diez mil.....Y estamos en Enero. No haré nada especial. Nada nuevo. Continuaré mi rutina. Oyendo a mi cuerpo. Nada mas. Porque, en manos de los gobiernos y de los "que saben" la suerte está echada......


Miami.

Enero 24 del 2021.

Luis Eme Gonzalez.



























Tuesday, December 1, 2020

Los isleños: apuntes mínimos.

Tomado de Grandes Nostalgias.

Los hijos del Isleño Gabriel y de Eufemia fueron cinco. Miguel, Pedrón, Manuel, Gabriel jr y José. Cuando mis padres se mudaron para la Casa del Cocal en 1956 ya Eufemia había muerto y por tanto no la conocí. Eufemia "donó" su apellido Ramos y por algún motivo que desconozco a todos los isleños se les decía "los Ramos". Mi papá nunca fue Rafael González Ferrer. Siempre sería "Rafael Ramos". Si acaso, como excepción, uno "de los Ferrer de Yaguajay". Manuel vivía en el lado sur de la casa paterna, estaba casado con una mujer de Los Cieguitos, Mayajigua - Emilia Ruiz - y tenían un hijo llamado Manolito. José (Pepe) tenía su casa en el faldeo de La Loma, al fondo suroeste de  la finca paterna, lindando con la finca de Los Gocéndez, su mujer se llamaba Caridad Navarro, de Plateros y tenían dos hijos: Ignacio y Guillermo (Los Cagatrillos). Gabriel (Belillo) tenía su casa en el fondo suroriental de la finca paterna, lindando con la finca de Justino Martínez, estaba casado con Bille Navarro (hermana de Caridad) y tenía seis hijos: Felicia (Fela), Luisa (Liche), Frank, Julio (Ratón Comehilo), Pedro y Félix (Pitín). Pedrón estaba soltero y vivía con Miguel y su padre en la casa paterna. Miguel (Lagata) estaba casado con María Lara, de Plateros, y tenía cinco hijos: Miguel Angel (Tite), Clemente, Leonardo, Maurilio (Cometierra) y Aleida. Pitín y Guillermo eran de mi edad. Guillermo era un poco mayor y Pitín un mes menor. Miguel estaba al frente de la finca pero aunque todos tenían un "pedacito de tierra" apenas la cultivaban porque no era necesario antes de 1959. Técnicamente La Loma que estaba al fondo de la finca de Gabriel no tenía dueño - el latifundista de turno no la ocupaba - y Belillo la había ido incorporando poco a poco a su Patrimonio. Todos los hijos trabajaban en la finca en asuntos relacionados con la caña de azúcar y completaban el año laboral en Yaguey Abajo y en Jagueyal en el mismo rubro dentro de las grandes fincas de los latifundistas de la zona. Pepe y Belillo tenían ínfulas de negociantes y les encantaba el trapicheo. En ese sentido eran muy parecidos a mi tío paterno Cisco. De modo que si podían buscarse unos kilos en algún negocio obviaban el trabajo en el campo y se iban al pueblo. Los cinco hermanos eran analfabetos potenciales mas allá de que eran dueños de cierta picardía natural que los hacía parecer personas instruídas. Lo que no siempre resultaba. Les costó muchísimo tiempo aprender a recorrer Yaguajay y Caibarién. Antes de la inauguración de la Carretera, como todos, viajaban "al pueblo" en el Gascar o en algunos de los fotingos que se atrevían a recorrer el tramo de terraplén de treinta y dos kilómetros Caibarién/Yaguajay. Para ello tenían que ir hasta Dolores o hasta Yaguey Abajo a caballo. A veces se arriesgaban y llegaban hasta Caibarién en las propias bestias. Caibarién era el pueblo en donde se hacían los "negocios". Era el mas grande en muchos kilómetros a la redonda, en verdad bastante rico y todo el mundo dependía de sus grandes almacenes y de su puerto que, aunque había perdido cierta importancia después de la aparición de la Carretera Central en la decada del Treinta, todavía recibía mercantes en la rada de Cayo Francés. Durante los primeros viajes al pueblo los hermanos apenas podían salir de las cuadras que marcaban la entrada y por eso se les hacía muy difícil encontrar tiendas o almacenes que recibieran y compraran sus productos. Su asoramiento y despiste permanentes siempre los delataba como "guajiros ñongos". Después llegarían al centro del pueblo y se toparían con los establecimientos de la gente "que compraba". Allí estaban los japoneses y los chinos. Los japoneses eran mas bien vendedores industriales. Los chinos eran compradores compulsivos porque vendían de todo, a precios muy módicos. Pepe y Belillo eran comerciantes, sobre todo, de carbón vegetal, de animales de corral, de granos y de frutas. Para entonces ya Belillo era un carbonero de marca mayor. Haber llegado al centro del pueblo no quería decir que dominaran toda su geografía y por eso continuaban pasando mucho trabajo con las direcciones. Les daba pena preguntar tanto porque eran dos hombres "hechos y derechos" y no les gustaba que los "poblanos" los consideraran un "par de comemierdas". Por ese motivo no les quedaba mas alternativas que preguntar varias veces en el mismo Establecimiento Comercial, algo que en ocasiones, sacaba de quisio a los cangrejeros con negocios. Parecían dos autómatas dándole vueltas a la cuadra por el temor de salir del cuadrante y luego no saber como regresar. Uno de sus clientes era un chino que casi siempre se quedaba con cualquier cosa que le llevaran. El chino era un gran fabricante de dulce de coco y por ello le encantaban los cocos criollos del Cocal de los Ramos que le llevaban los guajiros de Plateros. Incluso los pagaba bien. Hasta que un día se sintió saturado porque también tenía otros proveedores sin contrato de compra. Cuando los pichones de isleño llegaron a su Establecimiento los saludó amablemente y les dijo que "hoy no quelía coco polque ya tenía demasialo". Pepe y Belillo se marcharon pero como no se atrevían a salir de la cuadra comenzaron a tratar de vender sus cocos a los otros comerciantes del entorno. Ese día nadie quería cocos por muy del Cocal de Plateros que fueran. Con la vaga esperanza de que el chino se cansara de ellos y les comprara sus cocos pasaban constantemente por su negocio  y antes de seguir se paraban en la puerta y preguntaban "chino, quiere coco". El chino, decentemente, siempre respondía que "glacia muchacho, ya le dije que hoy no quielo coco". Llegó un instante en que el chino explotó, salió desde detrás del mostrador y encarándolos con cara de pocos amigos les espetó "ya le he licho mil vece que no quielo coco, que calajo le pasa a ustede guajilo de mielda, se etán bullando de mí o que coño". Pepe y Belillo no regresaron mas por la tienda del chino y lograron llegar hasta la Estación del Gascar con la ayuda de algunos viandantes. Dejaron los cocos en el andén de la Estación. Contaron la anécdota a la familia y amigos sin ningún pudor y para toda la familia solo significó un pase imparable de risa y la historia llegaría a convertirse en un clásico de las historias de guajiros en el pueblo. Todavía hoy a veces la recordamos en las tertulias miamitas y tratamos de imaginarnos, otra vez, a aquel par de guajiros analfabetos, asombrados, tratando de vender cocos a un chino qe les había repetido hasta el cansancio que no quería cocos solo porque no se atrevían a salir del espacio que dominaban.
Pepe - siempre se le dijo Peperramos - tenía un problema de dicción. No podía pronunciar la erre y por tanto la arrastraba en favor de la de. Le familia lo fastidiaba pero nunca se ponía bravo. Incluso repetía los famosos "versos del tren" sin ningún complejo cuando alguien se los pedía. "Edde con edde cigaddo, edde con edde baddil ddapiddo codden los caddos por la linea del feddocaddil". Un día Gabriel lo envió junto con Belillo a que fueran a la Ferretería de Caibarién por un encargo. Llegados al pueblo no sabían como llegar a la ferretería y de nuevo la pena no les permitía preguntar. Esta vez no solo les estaba ocurriendo lo de siempre sino que habían olvidado el nombre del lugar al que debían ir. Durante mas de una hora trataron de recordarlo. Pero ni atrás ni alante. Para ellos "ferretería" era una palabra complicada. Hasta que a Pepe se le abrieron las entendederas y dijo "Belillo, es una cosa así como fedde fedde fedde algo como....feddefuddia, eso, feddefuddia". Cuando se llenaron de valor y preguntaron nadie en el pueblo sabía lo que era una "feddefuddia". Solo cuando dijeron lo que tenían que comprar fue que alguien les indicó el camino. La gran anécdota de la "fedde" superaría, por mucho, a la de "chino, quiere coco".
Caridad Navarro le fue infiel a Peperramos con un solterón del Vivero llamado Erasmo. Se decía que los miembros de tal familia tenían la costumbre de "mudarse" para la casa de las mujeres casadas y tratar de seducirlas. Para entonces ya vivían en el alero de la carretera, al lado del Río. La infedelidad fue notoriamente pública. Mi papá le puso "Gollito" al pegador de tarros. Desde entonces el calvario de la Familia Ramos/Navarro fue prácticamente innombrable. Excepto Guillermo e Ignacio las niñas fueron "adoptadas" por los vecinos. Adolfina  la de Pablo fue la gran receptora. Raquelita vivió un tiempo en mi casa y otro en la casa de Tíaestela. Generalmente se trasladaban a las "casas de acogida" por las noches. Caridad se llevó con ella para Caibarién a Mirita, la mas pequeña y eso la convirtió en la única "no guajira" de la familia. Se comentaba que "ahora Caridad vivía en un minirrancho detrás del antiguo aeropuerto". Los apelativos para con la madre alcanzaron las cotas mas grandes del desprecio. Hasta que un día las aguas cogieron su nivel y los hijos volvieron a contactarla. Tuvo un hijo con Gollito que nació con una especie de lunar/quemadura en la cara. Se relacionaba bastante con sus hermanos. Debo decir que un hermano del "seductor" - una gran persona llamada Gonzalo "el ahoracado" (que terminaría suicidándose porque - segun algunas fuentes - estaba impotente) consiguió que mi mamá le lavara su ropa y que también intentó "mudarse" para mi casa. No podría precisarlo pero me parece que mi mamá tuvo que pararlo cuando trataba de llevar las conversaciones a otros niveles. Posiblemente mi papá le pidiera que lo alejara de la casa cuando ella se lo contó. Maricel logró vencer un curso intensivo que la graduó de Maestra Primaria. Recuerdo que lo hizo junto a su prima Terresa la de Belillo en Remedios en los tiempos en que yo estudiaba allí la enseñanza preuniversitaria y que nos veíamos todos los días. Maricel trabajó muy poco en Educación, creo recordar. Conoció a un alfarero de La Habana llamado Faustino (tenía una hija) y se fue a vivir con él. Teresa le siguió en la ronda de los "amigos del marido de Mary" y también consiguió una pareja: Felito. Una visita de Linita a la casa de su hermana Maricel le permitió conocer a otro habanero y por eso se quedó en el suburbio capitalino de Calabazar. Gricelda se enamoró de un hombre de Agabama, Las Villas, y se casó con él y abandonó el barrio. Raquel estudió una carrera técnica - no puedo precisar - y logró graduarse. Se casó con un tipo "comunista" de Cambao llamado Alvarito Tuero y desde entonces tuvo varios trabajos administrativos. Mirita "la poblana" - un dechado de belleza auténtica - se fue para La Habana con sus hermanas mayores y allí realizó su vida. Hasta que un ciclón apocalíptico desbarató el bohío de Peperramos el padre y el hijo (Ignacio) vivieron en él. El Gobierno dio materiales de construcción a los afectados y entonces Pepe decidió hacer una casa en Yaguajay en donde también le garantizaron un terreno al norte centro el pueblo. Una buena casa prefabricada que yo ayudaría a levantar. Desde 1980 Guillermo vivía en los Estados Unidos. Guillermo fue de los "enviados a la fuerza" a Miami, acusado falsamente por las Autoridades de "peligrosidad" en los tiempos nefastos del Exodo el Mariel. En el bohío de la orilla del Río Ignacio vivió con dos mujeres. Yamilé, de Agabama (tuvo un hijo con ella) y Milagros "Bola e Plomo", de Dolores. Milagros lo traicionó con su primo hermano Pedrito el de Belillo cuando él trabajaba en la Construcción en Sancti Spíritus. Mury Cometierra los sorprendió "jugando sobre un taburete" en el bohío y se lo contó a Ignacio. Cobrar la traición para Ignacio consistió en convocar al hermano de Bola e Plomo y darle una soberana paliza al primo hermano en una noche de Carnaval en Caibarién. Acto, que al igual que la traición de Caridad, también llegaría a olvidarse con el paso del tiempo. Milagros vivió unas semanas con Pedrito en su casa pero lo abandonó muy pronto porque aquello "había sido una locura". Todos los días padre e hijo venían a Plateros a trabajar. En bicicleta o en la guagua local. Pepe en su pedacito de tierra e Ignacio en los potreros de La Loma, con la Empresa Pecuaria. Pepe jamás volvió a juntarse con ninguna mujer. Ignacio las tuvo "a jases". Se arrimaba con cualquiera. Decía que "no podía estar solo". La que mas le duró fue una chica de Caibarién llamada Martha. Con ella tuvo tuvo otro hijo. Cagatrillo tenía fama de golpear a las mujeres y de ser "un gran padre". Yo lo jodía y le decía "jamás te has empatado con una mujer de verdad, por eso eres así". Hay que sonarlas a veces, me respondía, sonriendo. Un día se le ocurrio pedirme que lo incluyera "en el Bombo". Si me lo saco me voy de Cuba, me aseguró. Le dije que él era comunista y le recordé cómo se burlaba de mí cuando "yo quería tumbar a Fidel Castro". Se echó a reír y entonces le llené los datos y envió la planilla  del Sorteo de Visas para Cuba a la Sina Norteamericana en La Habana. Luego me diría en Usa que otro amigo le completó una segunda planilla. El caso es que le llegó el Bombo y las madres de sus hijos le permitieron llevárselos para los Estados Unidos. Yo me enteré en Santiago de Chile. Apenas podía creerlo. Pero me alegraba. Llevarse a sus hijos fue, tal vez, la mejor acción que jamas hizo por ellos. Joelito, el menor,  vivió unos años con su tío materno Javier en Nueva York y Johanlandry se quedó en Naples con su papá. Cuando España lanzó para Cuba la Ley de la Memoria Histórica mis primas segundas aplicaron para Ella. Su abuelo fue localizado muy pronto en Islas Canarias y el papeleo navegó con mucha fluidez. Como hijas de alguien de Primera Generación en Cuba enseguida tuvieron su Pasaporte y la grata noticia de que podían salir de Cuba para donde les diera la gana. Raquel fue quien hizo uso de tal prerrogativa. Porque ya Maricel y sus hijos habían llegado legalmente a Usa, gracias a una reclamación de la hija norteamericana de Faustino. Algo que también había hecho Mirita, cortesía del padre americano de su hija. Gricelda no tenía interés en viajar y Linita solo deseaba hacerlo de visita. Raquel terminaría por establecerse en Islas Canarias, a donde logró llevarse a su marido "excomunista". Guillermo murió en el año 2016 a raíz de un infarto cerebral en Miami. Estaba casado con la ecuatoriana de toda la vida, con la que había tenido un hijo. Peperramos estuvo en Estados Unidos invitado por Ignacio en el año 2011. Estaba muy bien y muy feliz a pesar de los muchos años que le habían caído encima. Recuerdo que ya yo vivía en la casa de mi primo Carlito González Rodríguez, muy cerca del trayler de Guillermo y que en las noches, en el patio, recordábamaos los tiempos del Plateros Histórico y que yo le pedía que nos hiciera el cuento del "chino quiere coco" y el de "la fedde". Pepe los repetía hasta el cansancio, encantado. Aquel chino quería matarnos - se reía  a mandíbula suelta. Pepe murió con achaques de viejo en su casa de Yaguajay. Tenía mas de noventa años. Se que Gri (Gricelda) tiene hijos pero desconozco cuántos. Tampoco sé si continúa con el mismo marido. Me parece que la última vez que la ví había venido con él a Plateros. Y de ello puede haber mas de treinta y cinco años. Creo que Linita tiene dos hijos. Por lo menos pienso que eran dos los que ví de niños cuando visitaba a La Habana. La última vez que me la encontré fue cuando vino para el velorio de Guillermo. Llegó en el último instante y estaba perfectamente bien. Maricel tiene tres hijos y está separada de Faustino y sigue sola. Raquelita tiene dos, que están en Cuba. Acerca de nietos solo sé que Raquel e Ignacio sí los tienen. Raquel, tres e Ignacio, dos. Pero es posible que todos los hermanos sean abuelos excepto Guillermo. Se nos ha pasado esa conversación. De los hijos de Belillo agraciados con la Ley Española de la Memoria Histórica han estado, trabajando en los Nerserys de Homestead, Florida, Frank, Luisito, Pedrito y Pitín. Teresa vive en Estados Unidos pero llegó Via Reclamación de su ex. Tiene un hijo y dos nietos. Su ex falleció el año pasado. Caridad es viuda del "seductor del Vivero". No se volvió a casar. Todos sus hijos se ocupan de ella y del medio hermano. Me han enseñado sus fotos. En verdad no se ve como una mujer anciana todavía. Tiene algún problema coronario pero lo va superando. Hace mas de veinticinco años que no la veo y creo recordar que la última vez que la ví en Cuba, allá por los noventa, no me recordaba y tuve que identificarme. Belillo vivía con su hija Helena en el año 2012 cuando regresé a Cuba por primera vez. Tenían una casa en el lado occidental de la Tienda. Estaba completamente ciego y tenía casi cien años. Pero lo ví muy bien. Me recordó enseguida y me dijo, como tantas veces en el pasado, "rafaelillo, carajo". Recordé el cuento del chino y de la fedde pero no traté de que lo que lo repitiera. No deseaba que tuviera que "ver" hacia dentro. Poco después fallecería. Su esposa Bille había muerto hacía varios años debido a complicaciones hepáticas cuando yo estaba en Cuba. Fela se casó con Jesús López, un "pariente" de Yaguey, hijo de Olegario López, cuya mujer era famila de los isleños. Toda su vida ha vivido en Yaguey, aunque tal vez hoy lo haga en Dolores en un barrio de expansión social. Tuvieron tres hijos. Dos hijas ( conocí a una nieta que está en los Estados Unidos ) y un hijo que tuvo un accidente trabajando con madera y  que quedó paralítico de la cintura hacia abajo. Jesús falleció hace poco. Julio pasó gran parte de su vida trabajando en la Empresa Pecuaria de Yaguajay y finalmente trabajando en tierras que le ha prestado el Gobierno. Se casó un par de veces con mujeres de Caibarién - en donde terminó viviendo - pero le fue mal en sus matrimonios. Hoy mismo vive en casa de su tía Nena, mi tía política ex esosa de Cisco, en Caibarién, según me contó Margarita, la ex exposa de mi amigo Tico. Frank se casó con Susana Tuero, la hija de Chicho el de Cambao. Poco interesado en trabajos agrícolas siempre se las arregló para hacer otras labores. Antes de jubilarse fue chofer de tractor para una Cooperativa. Construyó una casa en Caibarién. Tiene dos hijos. Una hija que vive en Caibarién y un hijo que vive en Colombia. La hija le ha dado tres nietos. Pedrito demoró mucho en casarse. Pero cuando le cogió el gusto al matrimonio lo ha hecho varias veces. Poco selectivo con las mujeres se separa constantemente. Aunque ha trabajado en Pecuaria y en otros trabajos con el Estado lo de él es la cría de ganado en donde siempre le ha ido muy bien. Sigue viviendo en Plateros, en la antigua escuela Félix Varela, convertida en hogar. Luisa se encontró con un chico que fabricaba pozos artesianos cuando trabajó con su prima Aleida en la Conejera de Dolores. Terminaría por casarse con él. Un gran tipo, Zeneido, del Guajén, en Vueltas. Comenzarían viviendo en el campo hasta que construyeron una casa en Caibarién. Un accidente en un pozo casi mata a Zeneido y nunca se recuperó de las secuelas. Después de su jubilación se dedicó a "anotar" números de Bolita (prohibido) para los jugadores compulsivos y le fue de maravillas. Tuvieron una hija que le dio dos nietos. Falleció el año pasado. Pitín siempre ha padecido de ciertos trastornos neurológicos que no le han impedido trabajar en la finca, haciendo carbón y criando animales. Ello lo salvó del Servicio Militar. Un día se enamoró y se casó con una mujer de Dolores. Tuvo una hija que, según la gente que la conoce, "es una muñeca". Creo que vive en Dolores. A Luisito tampoco le interesó el trabajo asalariado. Aunque lo ha ejercido su interés está en los negocios y en los apuntes de números de la Bolita. Se casó con la hermana de la mujer de Nené y se divorció después de haber tenido dos hijos. Creo que tiene nietos. Actualmente está unido a una mujer de Yaguey que fue la esposa de Onel Vega (actual esposo de mi prima Mirelia Fumero) y me parece que viven en ese barrio. Gabriel (Nené) es el segundo "estudiante" de la familia. Estudió una carrera técnica - olvido la Rama - pero apenas la ejerció. Tampoco le interesa la agricultura ni el trabajo asalariado. Se casó con una chica del Vivero, la hija de Roberto el Gago. Fue Director de la Tienda de Plateros (su casa estaba en la trastienda) y cuando terminó de levantar la definitiva en Caibarién (altos  de la de su hermana Luisa) se mudó para la ciudad. Hoy día es un albañil de renombre (un hombre orquesta en asuntos de construcción fina) y vive de eso. Incluso es el único hermano que ha podido trabajar en su especialidad en los Estados Unidos. Su condición de ciudadano español le permitió a su hija y a su marido viajar a Islas Canarias, en donde viven y trabajan. También tiene otro hijo que está intentando viajar a España. Gran parte de mi casa y de mi Studio en Caibarién los ha construído Nené y sus ayudantes. Helena estudió Licenciatura en Inglés en la Universidad Central. Actualmente es Profesora - creo - del Preuniversitario local. Se casó con un colega de Mabuya, Ciego de Avila, que finalmente dejó Educación para dedicarse al Turismo de Traducción/Guía en Los Cayos. Le va muy bien. Tanto que le dieron una casa en los anexos del Reparto Van Troi, Caibarién. Tienen dos hijos. Manuel se mudó para Los Cieguitos porque su esposa Emilia así lo quería. Manuel trabajó en la finca del suegro, Valerio, y en trabajos ocasionales en el campo. Allá nació Eddy y el tercer hijo, El Niño. La familia González/Ruíz siempre regresó a Plateros y lo harían hasta que la edad y las enfermedades se lo impidieron a los padres. Manolito - unos meses mayor que yo - estudió una carrera técnica (tal vez maestro primario) pero trabajó en cargos administrativos en Yaguajay. En donde se casó y sé que por lo menos tuvo una hija considerada una auténtica belleza. Dejé de verlo antes que a Eddy y por supuesto no conozco a su familia. Según mi primo Pico Leyva la mujer de Manolito era una belleza, "demasiado para él". Terminarían divorciándose. Eddy es un "isleño" nato. Trabajó durante mucho tiempo en Maquinaria Agrícola en Mayajigua. Hace poco nos encontramos en Facebook y me dijo que vivía en Sancti Spíritus y que Emilia estaba todo "jodía" pero "viva todavía", guapeando y que me recordaba perfectamente. Vive con El Niño en Mayajigua. Dejé de ver al Niño cuando todavía era un jovencito y creo que estudiaba en el Pre de Centeno. Era pitcher zurdo y oí decir que tenía muy buena velocidad y mucho talento. Creo que no pasó nada con su pasión por el beisbol. Manuel murió muy viejo y enfermo y parece que sufrió mucho. Tite el de Miguel se casó muy joven con Lidia la de Catalina, la mujer de Ramón Navarro. Poco aficionado a los trabajos agrícolas sacó la cartera de chofer y pasó el resto de su vida tirando caña para el Central Marcelo Salado, antiguo Reforma. Cuando se retiró se dedicó a chapear en las carreeteras y a sembrar en tierras prestadas para "paliar la situación". También trabajó un tiempo en la finca familiar. En su camio soviético V-8 - su gran amor - recorrimos gran parte de la antigua provincia de Las Villas para jugar pelota los domingos. Tuvo tres hijas. Flora Ondina, nacida debajo del apocalipsis de Octubre del Ciclón Flora en Yaguajay en el año 1963, pocos meses después de mi hermana Tery. Tiene tres hijos. Un hijo con Quitín, un amigo nacido en Jagueyal - Yandier - (es abuela). Una hija con un hombre de Yaguajay (es abuela) y otra con Casildito, el hijo de Casildo, un hombre de Santa Rosa. Florita vive en la antigua escuela bonita de Santa Cruz y hoy mismo trabaja en Caibarién, creo que como aseadora con el Gobierno. Marlenys estudió en la Escuela Formadora de Maestros Primarios de Santa Clara y se graduó. Siempre ha trabajado como tal. Se casó con un muchacho de Dolores - Abel - (hijo de una heroína local de La Revolución) y tiene dos hijos. Uno de ellos salió enfermiso y la lucha para mantenerlo a flote ha sido proverbial. Viven en  La Playa, Caibarién. Merlín es la bella de la familia. Amante de la vida libre tiene un historial de novela. No terminó estudios y en el presente tiene un negocito de belleza en donde la pintura de uñas es su fuerte y le va bien. Su primer matrimonio con un "cochero de pasaje" de Dolores terminó mal. Hoy está casada con un tipo "feo" pero "magnífico marido" y tienen un hijo que da la impresión de ser un yutuber de las Redes. Vive en el Crucero, Caibarién. Tite y Lydia - y algún nieto ocasional - viven en Reforma, en la misma casa que le dio el Gobieno a Tite por ser "trabajador ejemplar". Clemente nunca tuvo inclinaciones agrícolas. Como Tite evadió el Servicio Militar por ser "hijos mayores" y comenzó trabajando en la Reparación de Líneas de Ferrocarril en Dolores al mando de un hombre de apellido Palacios. De Cocinero. Allí se enamoró de la hija de un señor al que le decían Quinto - Elisabet "Mondongo" - y se casó con ella. Cuando mi Tía Celia y su familia se mudaron para La Habana Clemente le compró la casa bonita y vinieron para Plateros. Clemente comenzó a trabajar la tierra porque la "situación" del país se complicó. Sin abandonar su trabajo de Cocinero. Finalmente se mudaron para Caibarién y terminaron viviendo en una casa de edificio permutada en el Reparto Van Troi. Clemente se retiró, continuó trabajando en la finca un tiempo hasta que colgó los guantes. Tienen dos hijas - Diana e Ismaray - y dos nietas. Las "ayudas" de unos parientes "franceses" de Ely le han ayudado a sobrevivir. La última vez que estuve en Cuba Diana y el marido - un negociante de muebles -  estaban construyendo un Resort de lujo detrás de su residencia en el centro del pueblo. Con la ayuda francesa. Diana llegó a ser una Enfermera muy bien ranqueada, profesión que dejó cuando ser profesional equivalía a un insulto en Cuba. No tengo información técnica de Ismaray. Una noticia obtenida aquí en Miami me aclaró que Diana y el marido estaban "viajando al exterior en busca de cosas que vender" porque el grifo francés se había agotado. Leonardo sí tuvo inclinaciones agrícolas. Generalmente trabajó en la finca hasta que, motivado por su hermano Tite, sacó la Cartera de Chofer y comenzó a trabajar durante las zafras azucareras. Jamás abandonó el campo. Una Dependienta de Tienda de Yaguajay llamada Isabel se enamoró de él y tuvieron un hijo sin llegar a casarse. Cuando fui Profesor en la Secundaria de Yaguajay Leonardito estaba en Séptimo Grado, era muy inteligente y muy parecido al padre. Leonardo terminó casándose con Gloria Prida, de Cambao, y se fue a vivir con ella para la casa de sus padres. A vivir solo "por la noche". Porque todo el día lo pasaba en Plateros. Tuvieron un hijo que sería mi alumno en la Secundaria citada. Prida era un estudiante discreto. No tengo información sobre Leonardito aunque es posible que esté en los Estados Unidos. Prida está al frente de la finca de su abuelo. No he podido ver a Leonardo en mis cuatro viajes a Cuba. Sé que está enfermo del corazón. Y parece que seriamente enfermo. Leonardo sí pasó el Servicio Militar. Al igual que Frank el de Belillo e Ignacio el de Pepe Maurilio venció el Curso de Construcción Industrial en Caibarién en 1976. Creo que los tres se graduaron de Carpinteros de Encofrado. Yo fui profesor en esa Escuela, de una "Asignatura Mixta". Ellos me pusieron la piedra para que pudiera ser presentado a los Jefes y poder trabajar. Fue mi primer trabajo oficial y fue también la primera vez que me expulsaron de un lugar debido a "problemas ideológicos". Pero ninguno de los tres ejercieron la profesión excepto, algún tiempo, Ignacio. Maurilio es un hombre típicamente campesino, casero e introvertido. Cuando fue citado para cumplir con el Servicio Militar casi se vuelve loco ante la certeza de abandonar la casa. No obstente lo pasó. Eso y un accidente de tránsito en donde casi pierde la vida en la carretera Yaguajay/Caibarién le dejaron ciertas secuelas neurológicas de las que nunca se recuperó. Terminó casándose con Deysy Navarro, la hija de Roberto. Tuvieron dos hijos: Yuniel y un segundo cuyo nombre se me pasa. Yuniel  es un campesino nato. Se recuperó de un cáncer de piel invasivo y se ha casado dos veces: con la primera mujer tuvo un hijo. El otro no tiene interés en el campo y es chofer de un Dirigente de Cayo Santa María. Está casado con una  chica de Dolores y no tiene hijos. Aleida se enamoró del amigo pocero de Zeneido el de Liche - el Gago de Mayajigua - y se casó con él. El Gago era mejor pocero que Zeneido y toda su vida se ha dedicado a ello. Comenzaron viviendo en una casa atípica campesina - portal y habitación trasera dividida de una agua - al lado de la nueva casa familiar a la orilla de la Carretera. Cuando Aleida se mudó para Mayajigua Maurilio se quedó con la casa raíz de su matrimonio.  Aleida tuvo dos hijos. Idel jr, el mayor - nació en Plateros -: dejé de verlo antes de que comenzara la Secundaria. Sé que era inteligente y que al menos terminó el Pre. E incluso que se graduó de alguna carrera técnica, cuya Rama no preciso. Hace poco me contactó por FB. Vive en Caibarién y creo que es chofer de guagua. Al segundo lo ví solo una vez cuando era un niño. Recuerdo que era rubio, igualito a su padre. Cuando Aleida se llevó a María para Mayajigua después de la muerte de Miguel Maurilio y su familia pasaron a vivir en la casa familiar. En donde todavía viven. Pedrón nunca se casó. Siempre vivió en la casa familiar. Era una excelente persona. Familiar como mi padre, siempre visitaba a toda la familia. Trabajó demasiado en la finca que comandaba su hermano Miguel Lagata hasta su muerte. Vivía de su retiro y de algún jornal ocasional. Era mi pariente/amigo. Lo cuidé cundo cayó enfermo terminal en el Hospital. Tanto como el resto de su familia mas cercana. Aunque al principio me negué - no era mi fuerte - terminé por despedir su duelo en el Cementerio de Caibarién. Mi única experiencia.

Noviembre 28  del 2020.
Miami.
Usa.

















Saturday, July 11, 2020

Mi papá Rafael: anécdotas.- (1).-

Tomado de Grandes Nostalgias.

Gallo y machete.

Como en todas las casas de campo en mi casa también había un Patio de Gallinas. Ciertamente nunca hubo una gran cantidad de aves de corral. "Gran cantidad", digo, en el sentido de ser dueños de cientos de gallinas ponedoras, de cientos de pollonas y de pollones y  de varios gallos sementales. Había un buen Patio de Gallinas y nunca faltaba el pollo cantón que se destinara para un gran fricacé, la linda polloncita con magnífica "pinta" para convertirse algun día en gallina madre ni el gallo padre encargado de hacer su trabajo de cada amanecer. Jamás mis padres hicieron dinero con nuestro patio de gallinas como no fuera a manera de excepción. Los animales del patio elegidos para multiplicarse y para comer no tenían precio. Y en verdad comíamos bastante carne de pollo. Mi mamá también hacía magníficos fricacés y se botaba unas carnes de pollo con papas que lograban que terminaras por chuparte los dedos. Pero su bien ganada fama como chef de frijoles negros, de bistec de res en salsa de tomate, de raspa de arroz blanco y su famosísima zambumbia a partir de viejas borras de café fueron capaces de opacar, hasta cierto punto, a sus monumentales comidas preparadas con bichos emplumados. A veces las gallinas de María Ledemiguel se aparecían por la casa. Con toda su familia. Que incluía a pollos con magnífica estampa como para convertirse en los futuros gallos y a sus propios padres. Era muy frecuente que los pollos con repunte a gallo y los gallos de ambos patios se fueran a los picos y a las espuelas en cuanto estuvieran a menos de un metro de distancia. Pero en un final no eran gallos finos. De modo que se trataba mas de un aspaviento forzado que de peleas de verdad. De todas formas siempre terminábamos por desapartarlos como se hacía con los vecinos humanos rebozantes de testosterona. Generalmente siempre había alguna gallina poniendo y mi mamá era experta en encontrar sus nidales alrededor de la casa, debajo del cocal y en el faldeo del río. También era experta en "tentarlas". Cuando alguna gallina comenzaba a cantar y se dirigía a un sitio repetido - algo que también hacían las polloncitas primerizas - mi mamá sabía que estaban poniendo o lo iban a hacer de un momento a otro. De modo que las engañaba echándole algunos granos de maíz en el piso de la sala para que se acercaran, las cogía por sus alas y le metía el dedo en el culo o al menos se lo colocaba en el borde exterior haciendo presión hacia adentro. Aunque no tocara al huevo ella sabía "si estaba poniendo". A veces colocábamos sobre el nido alguna yagua de palma o algún gajo de bienvestido para que no se mojara cuando lloviera ni le diera mucho sol y para saber en donde estaba y no perder tiempo cuando quisiéramos un huevo para freír o salcochar o tres o cuatro para hacer una tortilla. Eran los tiempos en que aún no conocíamos los "huevos de granja", blancos "como la leche" y con un sabor emanado  del pienso que no nos gustarían para nada en el futuro. Entonces los huevos de gallina tenían la yema "amarillita" debido al maíz con que se alimentaban y con un sabor especial que le daba el alimento típico del campo libre. Mi mamá también era un fenómeno friendo huevos de yema amarilla. Muchas veces dejábamos de comer frijoles por la tarde para mezclar el arroz blanco con aquellas yemas con sus claras blancas alrededor que estaban en el punto exacto en que no se percibían ni muy duras ni muy crudas. Una pizca de sal y se convertían en una verdadera delicia. Una tortilla confeccionada por mi mamá era uno de los mejores manjares que podía degustar la familia. La tortilla de huevos criollos no llevaba otra cosa que sal, cebolla, ajo, ají, una pizca de sal y aceite vegetal. Y batir bien los huevos antes de verterlos en la sartén. A veces, cuando no había aceite, mi madre usaba manteca de cerdo y aunque también le quedaba riquísima uno se daba cuenta de que para una tortilla de huevos de verdad lo insustituible era el aceite de comer. En otras ocasiones le echaba lazcas de papitas fritas y la tortilla crecía y mejoraba mas allá de que sabíamos que con papitas fritas la tortilla casi que dejaba de ser una tortilla stándar. Cuando la gente comía las tortillas de huevos que hacía mi mamá le encontraban una textura especial y nadie se explicaba por qué motivos le quedaba tan perfectamente tostadita por los dos lados. Mi madre tampoco lo sabía. Excepto que no sabía por qué lo sabía sin saberlo. Recuerdo que cuando alguien quería comerse un huevo salcochado - "hervido", decían en otros lugares - mi madre lo echaba en una lata vacía de leche condensada mediada de agua, le golpeaba en la punta para romperlo un poquito y lo ponía sobre una plancha de cinc en el fogón. Para el caso de que los cuatro fuéramos a comer huevos salcochados entonces hacía lo mismo pero entonces los vertía en un caldero y colocaba el caldero sobre los hierros del fogón. Cuando los huevos "estaban" los enfriaba un poco con mas agua "fría" del cubo y le sacaba la cáscara con sus uñas y entonces los partía con el cuchillo y le echaba una pizca de sal. Las yemas, duras, no tenían el color amarillo intenso de las yemas fritas porque el calor les daba un color semigrizáceo pero también tenían un sabor excelente. Aunque los huevos salcochados - nosotros preferíamos decir "sancochados" (con n) podían ser parte de una comida normal a mí siempre me gustó comérmelos solos con una pizca de sal e incluso me gustaba descascararlos yo mismo. Pero era necesario comérselos calientes porque un huevo salcochado "al tiempo" no es tan agradable al paladar mas allá de que se trate de un huevo de gallina criolla. Podía ocurrir que mis padres no hubieran encontrado algún nido de gallina ponedora cerca y entonces mi padre salía a tratar de localizarlo del otro lado del patio de la casa, del cocal y de la orilla del río. Posiblemente cuando se topaba con el nido los huevos no fueran de las gallinas de nuestro patio. Y como al parecer los nidos estaban cartografiados por sus dueños - que podían ser la gente de Miguel Lagata o la gente de los Gocéndez- muchas veces mi padre fue acusado de "robar huevos". Quizás fuera una acusación "irrelevante" pero cuando yo oía que en casa de Lagata le decían "Guachinango Robahuevos" ello me molestaba sobremanera. No tenía la menor idea del significado de la palabra "guachinango". Años mas tarde "sabría" que "guachinango" era un personaje de algún cuento infantil que se dedicaba a robar huevos. Pero jamás he encontrado un libro infantil  que cuente esa historia. Sin embargo sí sé que se trata de un lugar de México y que hubo, bien atrás en el tiempo, un dinosaurio mongol que "robaba huevos".  Por tanto jamás he podido explicarme de donde la gente de mi barrio - generalmente analfabeta - sacó el susudicho nombre para denominar a mi padre. En realidad mi padre no le daba importancia al calificativo porque sabíamos que cuando en alguna casa deseaban comerse una tortilla o un huevo frito y sus gallinas no estaban poniendo cogían los huevos del primer nido que se encontraran. Mi papá tenía una facilidad asombrosa, sin embargo, para encontrar y capturar al pollo cantón que estaba en la cola del próximo fricacé. Casi siempre gran parte del patio de gallinas andaba por los campos picoteando hierbas y solo regresaba al caer la tarde para subirse al palo y "acostarse". Mi padre salía de la casa y prácticamente se dirigia directo al sitio en donde estuviera comiendo el pollo condenado al caldero. Lo traía sujetado por las patas y como ya mi mamá tenía el agua caliente para pelarlo - decíamos "pelarlo" aunque lo que tenían las aves de corral eran plumas -  pues enseguida le retorcía el pezcuezo tres o cuatro veces y el pollo moría en un santiamén de tres o cuatro patadas de agonizante. Mi padre sabía como retorcerle el pescuezo a un pollo sin quebrárselo. Algo que años después me costaría muchísimo aprender. Podía ocurrir que el pollo de pescuezo retorcido demorara en darle la "patá al testero". Entonces la liturgia de mi mamá le decía que había que hacer una cruz con su cuerpo en la tierra y dejar que se muriera sobre ella. En casa teníamos gallinas de todos tipos. Moñudas. jabadas, capirras, pescuecipeladas, enanas, quícaras y hasta tuvimos aquella famosa gallina fina que me regaló Tíonene a la que yo le decía "capinga" porque me parecía que no era fina de verdad y porque no me gustaba "pronunciar" la palabra "capirra". Pero como no teníamos una gallina con clase real un día mi papá consiguió una gallina "cornie" - cornisch - que era una preciosidad. Decían que era de una raza "americana", muy esbelta, de patas y muslos largos, pechuga ligera y amplia y una carne exquisitamente delicada.  Sus descendientes crecían mas que las gallinas criollas y tenían un color gris carmelitoso con puntadas marrón y picoteaban y caminaban como si fueran los reyes y las reinas del Patio. El primer parto de nuestra "gallina cornie" fue fruto de su relación con el gallo indio semental. De modo que los pollitos salieron solo medio "cornies". Poco a poco fuimos depurando la raza hasta que uno de los pollos cantones que se convirtió en gallo fue considerado "puro". Y entonces continuábamos teniendo un patio de gallinas mixto pero en ocasiones nos dábamos cuenta de que la última camada era "cornie total". Cuando vivíamos en la segunda casa y mi padre murió y por algún motivo nos habíamos quedado sin cría cornie la señora de Liodo Cordero  - el hombre de clase media de Dolores y dueño del molino de trillar arroz - me vendió una pollona cornie en seis pesos y volvimos a criar gallinas de "raza americana".  Con el tiempo también sabría que la raza cornisch era en realidad una raza inglesa con la que había tenido que ver el famoso militar Walter Raleigh quien tenía la intención de conseguir una raza que produjera gallos de pelea y lo que había conseguido finalmente era una raza de carne fabulosa en la que los gallos se caracterizaban por su cobardía congénita. El hecho de que en mi casa no vendiéramos gallinas ni pollos no implicaba que no "saliéramos" de ellos. Había varios motivos por los que regalábamos alguna "gallina" vieja o algún pollo cantón. Digamos, para una "sopa de gallina vieja" cuando alguien estaba muy débil debido a determinada enfermedad. O para un "caldo de pollo" cuando alguien necesitaba algo ligero y potente con que combatir debilidades y falta de apetito. Se aseguraba que ambos platos eran capaces de "levantar a un muerto". Capturar al pollo destinado para el fricacé de turno no era una tarea  fácil. Si estaba cerca de la casa había que cogerlo corriendo detras de él. Y eso no era un jamón. El pollo se escapaba haciendo fintas porque las aves de corral no vuelan como no sea para subirse al palo a la hora de dormir. Toda la familia le caía atrás hasta que el pollo, cansado, terminaba en nuestras manos. Otras veces había que tirarle objetos que lo lastimaran o achujarles al perro Barry que - por cierto - fue el primer perro que tuvimos en la casa y que terminó por no perderle "ni pie ni pisada a mi papá" aunque se trataba de "mi perro". Barry siempre lograba capturarlos. A menos que se colaran en lugares inaccesibles para él. Porque la trampa de echarles granos de maíz para engañarlos y que se acercaran no siempre funcionaba. Las aves de corral son muy mansitas pero conocen cuando están en peligro y son muy desconfiadas. No creo que pueda asegurar que las aves de corral "no vuelan". A veces lo hacen. Cuando están asustadas, cuando tienen que pasar una cañada crecida o cuando algún perro las persigue. Yo creo que entonces se acuerdan de que también tienen alas y levantan el vuelo de manera involuntaria. He visto a gallinas volar mas de cincuenta metros con vuelo rasante. También a guanajos y a gallinas de guinea. Lo que pasa es que la mayoría de sus alimentos están en el suelo y por eso es que prefieren picotearlos ahí mismo y de paso esperar a que sus dueños les compartan los alimentos "artificiales". Entonces, para qué querrían volar. Me gustaba mucho ver a todo nuestro patio de gallinas prepararse, al caer la tarde - cuando estábamos sentados en el patio sur después de la comida - para subir a la mata de aguacates verdinos y a la de chirimolla. Recuerdo que enseguida se dormían sobre alguna rama y recuerdo que siempre me preguntaba por qué no se caían si no tenían con qué aguantarse. Mi padre me aclaraba que tenían "un pegamento en las patas que no las dejaban ni moverse del gajo". A veces yo me llegaba a la mata de aguacates verdinos con la linterna de pilas y las alumbraba. Apenas se movían pero me daba cuenta de que sabían que alguien las estaba vigilando. La rutina de levantarse por la mañana era otra cosa. Mientras me preparaba para irme a la escuela yo las sentía aleteando y volando hacia la tierra con aspavientos de alegría matinal. El gallo se tiraba del palo primero y las esperaba para pisar a las que estuvieran alborotadas. El gallo les hacía la corte a las mas difíciles de conquistar hasta que terminaban por caer en sus garras. Entonces remeneaban sus alas y se sacudían después del "palo" mientras se dirigían a "desyunar" con lo primero picoteable que encontraran en el patio.  Años mas tarde - cuando me encontré con gente que contaba chistes picantes mas que fábulas educativas - escuché un magnífico chiste sobre gallos.  Pasaba que el gallo semental de un patio era un gallo insaciable y prácticamente violaba a las gallinas que no quisieran acoplarse con él. Su dueño - que tenía alguna manera misteriosa de comunicarse con su gallo ( ni siquiera conocía a Conrado el del gallotorra) - le había dicho que se dejara de tanta mariconá con las gallinas no disponibles pero el gallo no le hacía caso. Una mañana  su dueño lo sorprendió tendido bocarriba y con las patas abiertas sobre la hierba de un pequeño potrero que había como a cien metros de la casa. El dueño pensó que su gallo se había muerto y se dijo que seguramente ello se debía a su deseo insaciable de tener sexo con las gallinas y que tanta práctica había terminado por pasarle la cuenta. Así que se agachó y trató de cogerlo por las patas para llevárselo y enterrarlo debajo del palo en donde dormía con el resto de su harén. El gallo se zafó de la garra de su mano, le tiró un picotazo y el hombre asumió que le dijo "déjame quieto, comemierda, que estoy esperando porque el aura hembra crea que estoy muerto y baje para comerme y templármela también". Como yo estaba acostumbrado a "verle" la "picha" a todos los animales del campo (en todos sus estados) un día le pregunté a mi papá que por qué a los gallos no se les veía la suya. Recuerdo que el Viejo meditó la respuesta antes de contestarme "porque la tienen muy chiquita y la tienen a un lado del mismísimo culo". El chiste del gallo eternamente exitado también tenía un agregado. Cuando Dios repartió las pingas a los animales lo hizo a medida que iban llegando al Estrado Celestial porque él les había avisado con tiempo para que vinieran al Gran Acontecimiento.  El gallo había sido el último en llegar y cuando vio la basura que Dios le ofrecía como tranca soltó un largo cantío quiquiricoso y dijo "esta mierda mejor me la meto en el culo". Aunque era muy difícil que mis padres sacrificaran a las pollonas - eran las futuras madres - a veces había tantas que entonces no quedaba otra alternativa que comérselas porque no se podía "saturar al patio" a pesar del gran espacio que tenían para vivir y procrear. Pero siempre se escogían para el caldero a las de menos pinta. No recuerdo a ninguna gallina que se hubiera muerto de vieja en la casa. Pero sé que hubo varios decesos. En verdad las gallinas viejas nunca se comían a menos que se necesitara de ellas para un caldo especial. Y no siempre había enfermos en la familia ni en el barrio. También podían usarse como mercancía de trueque con la gente de la ciudad. Solo recuerdo a dos gallinas muertas en nuestro patio. Y fue en el patio de la segunda casa cuando mi padre había muerto y yo estaba al frente de la finca. Una de ellas apareció una mañana muerta debajo de la mata de mangos de chupar, cubierta de hormigas bravas y con las plumas como petrificadas y la otra se murió de hambre mas que de vieja porque fue en la época en que mi tío Neno y yo aramos casi todo el potrero para sembrar arroz de rendimiento y tuvimos que encerrar a casi todo el patio en un pollero hasta que el arroz naciera. Recuerdo que se trataba de una gran gallina medio cornie que tenía los dedos de sus patas jorobados y con algún tipo de hinchazón en ellos. La saqué muerta del pollero - que estaba al oeste de la mata de manga de chupar, debajo de una mata de guayaba y al lado de la mata de toronja - al sur de la casa -  con mucho dolor. Por cierto ese año no cayó ni una sola gota de agua sobre nuestras tierras. El arroz que sembramos en el nuevo campo del potrero - roturado de urgencias, además - apenas nació y el campo tradicional no llegó ni a espigar. Tuvimos que comprar arroz - por primera vez - para comer en Mayajigua. Fue el último golpe que recibí en mi etapa de campesino antes de dejarlo todo y mudarnos para Cabarién. Dos errores que todavía estoy pagando. Un poco mas de espera por las lluvias y se nos hubiera muerto todo el patio de gallinas. Para entonces teníamos un patio tan grande que en ocasiones matábamos hasta dos pollos a la vez. Yo había priorizado la cría de aves de corral y nos había ido muy bien. Recuerdo que cuando nos mudamos para la ciudad le dejamos casi todas las gallinas ponedoras a Tía Celín, la mujer de Tío Pedro, en su casa de Guayabales - por entonces los ladrones de gallinas nos habían dado algunos golpes - y que le dijimos que nos regalara algún pollo "cuando le pareciera". Situación que se hizo efectiva durante algún tiempo hasta que todo el mundo se olvidó del patio trasladado para Guayabales cuando Tíopedro tuvo que eliminar la cría. Las aves de corral tienen una manera muy peculiar de pasar un aguacero. Recuerdo que me encantaba sentarme en la puerta que daba para la casa de María Lademiguel mientras el diluvio se desparramaba sobre todo el barrio. Cuando se acababan los relámpagos y los truenos y el viento amainaba entonces el aguacero caía a plomo y parecía que el agua sobrepasaría el techo de guano de la casa. Todo el patio se guarecía debajo de las grandes matas de los alrededores. Pero, sobre todo, lo hacían debajo del sobrante del techo en uve que caía sobre las paredes. Allí, con la cabeza levantada y con las alas bien pegadas al cuerpo y sin apenas moverse esperaban a que pasara el temporal y a mí se me parecían a "pinguinos de tierra firme". A aquellos pinguinos "de frío" que había visto en los libros que me había regalado Lilya Ferrer. Cuando acababa el aguacero y las últimas gotas se desprendían de los aguijones del guano, las aves de corral salían de debajo de su guarida, se sacudían las alas y comenzaban a comer como si el aguacero solo hubiera sido un espejismo de temporada. Debajo del nuevo sol reverberante. En casa teníamos tres fases para preparar un pollo para comer. Todos trataban de cogerlo. Mi papá le retorcía el pescuezo. Mi mamá se encargaba del resto. El "resto" consistía en meterlo completo en el caldero con agua hirviendo y dejar que las plumas se ablandaran. Después le quitaba cada una de las plumas y las iba echando en una manta de saco que ponía a su lado, sobre el piso o las botaba para el patio oeste, detrás del fregadero. Para entonces tenía listos algunos cartuchos rotos de la Tienda de Juanito o pedazos de papel amarillo del papel de planchar la ropa y les prendía fuego sobre la canal del fogón. Cogía el pollo por las alas y por las patas y lo pasaba sobre el fuego para que se fuera todo lo que le había quedado y terminaba por arrancarle los últimos cañones de las alas con la punta de sus dedos. Finalmente lo lavaba de nuevo y lo colocaba sobre un picador de madera para comenzar a prepararlo. A veces me permitía que yo le ayudara con la rutina. Me encantaba mover al pollo sobre la candela y me encantaba el olor que producía el fuego sobre su carne cruda. Para entonces el gato estaba posado al lado de sus pies, esperando su merienda. Su merienda consistía en la punta de los dedos y en la punta de las alas  y en la cabeza. Hasta tanto mi madre abriera al pollo y le achara toda las "mundicias" de su interior. Todas las mundicias no eran desechables. Porque el corazón - al que yo llamaba "pichita" -. el hígado y la molleja (después de limpiarla bien y de quitarle como una especie de pellejo sintético que tenía en su interior: la molleja era el estómago) eran separados cuidadosamente porque fritos eran uno de los manjares mas exclusivos del pollo. Entonces mi madre sí utilizaba la manteca de puerco. Muy pronto el pollo quedaba trozado en pedazos casi idénticos. Recuerdo que mi mamá no botaba ni las patas ni las alas ni el pezcuezo. Con ella aprendimos a degustar esas partes del pollo que muchas mujeres casi siempre desechaban porque desconocían el sabor fantástico que poseen cuando son sometidas al mismo proceso que el resto del pollo. Aunque mi madre nos dejaba compartir esos "sobrantes" generalmente era ella quien se los comía porque como el "espinazo" - el lomo huesudo - eran las partes del pollo que mas le gustaban. Yo no le creía porque pensaba que lo hacía porque se comportaba como madre protectora y esposa perfecta. Sin embargo su eterna pasión por sacarle hasta el último gramo de carne a los huesos y por chuparlos hasta que no quedara nada - algo que heredé - me permitió comprender que su comportamiento como madre y esposa iba aparejado con su gusto por llegar hasta la partícula final del bicho. Recuerdo su preocupación por los huesos traicioneros y por las "espinas" que tenían los pollos. Sobre todo por la espina hueso muy fina que tiene el muslo del pollo al lado del hueso normal y que ciertamente si hay un descuido es posible que se meta en la boca, se masque y se vaya al estómago con el resto de la fibra. Debo decir que un fricacé de pollo en salsa de tomate es un verdadero acontecimiento. Pero siempre ha de perder ante un fricacé de carne de res en salsa de tomate. Aunque lo pudiera volver a preparar mi mamá. Quizás el gran evento que se desarrolla en un patio de gallinas sea el "parto". Cuando crecí lo suficiente como para comenzar a hacer poesía de todo lo que me rodeaba llegué a la siguiente conclusion. Una gallina alborotada es un animal en celo. A un animal hembra en celo se lleva al macho para que la preñe. Cuando queda preñada la barriga comienza a crecerle. La barriga de la gallina no puede crecer porque cada vez que tiene un huevo listo lo pone y no lo conserva. De modo que tiene la barriga siempre vacía. Mientras las otras hembras sienten como crece en sus barrigas el feto que llevan dentro una gallina no siente nada hasta que termina de poner los huevos que ha sido capz de producir - muchos de los cuales han sido consumidos por la familia dueña que sabe cuantos quiere para que "se eche" - y se pone sobre ellos para darles el calor que necesitan para ser empollados. Entonces comienza a sentir como sus huevos se van llenando de los futuros pollitos y es tanto lo que aman a sus crías que apenas salen a comer cuando ya no pueden soportar el hambre que las atenaza. Andan por el patio como sonámbulas, parecen tristes y ajadas y picotean hierbas y tragan maíz como si lo hicieran por obligación. Solo piensan en regresar al nido que empollan. Cuando las hembras de barriga crecida aún esperan al hijo que nacerá en algunos meses mas la gallina sabe que ya sus pollitos están listos para salir del cascarón y comienza a removerlos y a "apiquiciarlos" en el nido hasta que el primer piquito rompe el primer huevo. Han pasado dos semanas y fracción. Entonces todo es cascarón roto, ayuda de mamá gallina y las moticas de todos colores que copan el nido hasta que se termine el parto y mamá gallina salga al exterior con su maná bellísima. Todos celebran la maná - incluso los vecinos - y muy pronto los pollitos comen solos, comienzan a retozar y a fajarse con sus hermanos y a encaramarse encima del lomo de su madre y a guarecerse debajo de sus alas cuando el temporal se desborda de los cielos nublados. Muy pronto - todavía las hembras de barriga al explotar no han hinchado sus labios y están en el penúltimo antojo - la maná crece despavorida, pasa del arrollón de maíz al grano entero, los padres "regalan" pollitos a sus hijos, se seleccionan las hembras de buena pinta para que se conviertan en futuras madres y los pollos con estampa para que tal vez se vuelvan gallos jóvenes en el futuro. Aunque los gavilanes siguen volando, los jubos están al acecho y los majases siguen agazapados en sus guaridas mimetizadas mamá gallina también está atenta y casi siempre consigue ganar la pelea contra los vecinos depredadores. El resto de la maná está condenada al caldero y a la suprema maestría culinaria de Laniña. Recuerdo que en los patios del barrio generalmente solo se criaban gallinas. Como excepción Adolfina la de Pablo tenía un buen patio de guanajos y quizás Bille la de Belillo también. No estoy seguro. Tampoco recuerdo si la cría de guineos estaba en casa de Tía Estela o en casa de Justino. Sí recuerdo que los guineos eran capaces de volar rasante distancias considerables cuando algo los perseguía. Aunque en mi casa no éramos muy fanaáicos de la carne de guanajo un buen fricacé de guanajo nunca era desechado. Conseguir un guanajo - casi siempre se conseguía cuando venía una visita - equivalía a cambiarlo por pollos o por comida incluso fuera del barrio. Un guanajo siempre fue muy caro, por demás, y los campesinos preferían vendérselos a la gente del pueblo y hacer trueque con los vecinos. Mi mamá siempre  quiso tener su cría de guanajos pero mas allá de que el patio no "daba para tanto bicho" algo pasó que no había sido posible. Hasta que alguien le regaló una "pichoncita" de guanaja - posiblemente Adolfina - y muy pronto la cría se disparó. Repito: los pichones se vendieron casi todos o se regalaron algunas hembras para que llegaran a ser guanajas madres pero en verdad no recuerdo que pasó con los guanajos de mi mamá porque muy pronto desaparecieron del patio.
Nuestro gallo indio semental tenía una manía que en verdad sacaba de quisio a mis padres. Era un gallo muy normal, de tamaño stándar y muy bonito con sus plumas casi rojas y su cresta sanguínea y su rabo mezclado de colores siempre enhiesto. Era un buen gallo de patio y como todos los gallos padres no permitía que el gallo de Miguel Lagata se acercara a su Predio. Pero a nuestro gallo le encantaba sentrar a  la sala de piso de tierra cuando tenía ganas de cagar y soltar su mierda por todas partes. Sobre todo cuando mi mamá lo acababa de barrer y de regar con esquirlas de agua. Mi mamá lo espantaba con la escoba seca de racimo de palmiche y a veces lograba darle un buen mochazo. El gallo no escarmentaba. Siempre regresaba a su excusado particular. Muchas veces mi hermana y yo - que casi siempre andábamos descalzos - terminábamos con las plantas de los pies cagados y otras tantas mis padres y los forasteros pasaban por el mismo calvario en las suelas de sus zapatos. Hasta que mi padre se cansó. Una tarde lo esperó en el cuarto matrimonial y cuando el gallo soltó su plasta sobre el piso de tierra se le abalanzó y logró cogerlo por una de sus patas. Se encaminó hacia el durmiente sur de la casa, logró acomodar sus dos patas entre los dedos de su mano zurda y lo depositó sobre el madero. Lo haló hasta que su pescuezo estuvo exactamente sobre aquel. Sacó su machete chino Gallito de la vaina de piel y descargó el golpe. Cuando dijo "ya está, se acabó la historia del gallo cagón". mi hermana, mi madre y yo nos acercamos. Mi padre había hecho el trabajo solo. De modo que apenas pudimos ver la sangre sobre el piso, la cabeza y el pico inertes debajo del fondo de la puerta y al cuerpo del gallo sobre la hierba del patio sur. Mi hermana y yo, alucinando, no pudimos decir nada. El gallo - como todos los animales de la casa - era parte de la familia y nadie pensaba que nuestro padre lo fuera a matar solo porque se cagaba en la sala. Estuvimos a punto de echarnos a llorar pero la cara de rabia de mi padre nos cortó las lágrimas. Vamos a ver si ahora se vuelve a cagar este gallo maricón - gritó. Mi mamá lo miró con aquella su cara que quería decir "piazo e animal", recogió la cabeza ensangrentada y llamó al gato. Después salió al patio y levantó al resto del gallo por una de sus patas y llamó a María. Porque en mi casa no se comía gallo: por eso teníamos mucho cuidado en evitar que los pollos comenzaran a cantar con aspavientos de futuros gallos padres. Como todavía el pollo cornie no estaba listo el gallo de Miguel Lagata - ahora sin competencia - se hizo amo absoluto de nuestro patio. Como todo Nuestro Patio entraba a la casa cuando le daba la gana y se cagaba sobre el piso cuando le daba ganas de cagar mi padre controló la furia de su Gallito y no hubo mas remedio que tratar de espantar a los animales alados cuando se acercaban al interior de la casa. Nunca he podido comprobarlo pero siempre oí decir que el frío del piso de cemento y la frescura de la tierra batida hacen que las aves no puedan controlar sus esfínteres cuando caminan sobre ellos. Jamás he dejado de recordar el gallicidio cometido por mi padre aquella tarde de mi infancia cada vez que la imagen de un gallo - o una conversación relativa - sorprenden a mis oídos o a mis ojos.

Sweetwater, Miami, Florida.
Usa.
Julio 11 del 2020.
Luis Eme González.








Thursday, June 25, 2020

Mi personaje inolvidable. Pepe Marrero.- Tomado de Grandes Nostalgias.-

He demorado en escribir sobre Pepe Marrero debido a un solo motivo. Quería tratar de recordar. De recordarlo casi todo. Creo que la última vez que lo vi fue alrededor de mi último año de Preuniversitario o por esa época y para entonces ya me había contado todas sus historias y yo tenía que insistirle para que me las repitiera por si se le había quedado algo en el tintero. Pepe se reía con aquella su voz ronca que parecía estar saliendo siempre de algún catarro atemporal y se las arreglaba para colar algún agregado cuando se dejaba convencer. Pepe me aclaraba siempre que él "no era fabulador" como yo le decía. Aseguraba que cada una de sus anécdotas "eran muy reales". Puras "vivencias de un pasado glorioso", se ufanaba. Repetía que jamás había pronunciado "ni una sola mentira". Recuerdo que Pablo y Pedro Gocéndez confirmaban algunos de sus relatos. Pero agregaban que "no podían hacerlo con todos". En algún momento - desde muy niño me las daba de periodista y de escritor en ciernes - comencé a hacerle preguntas relacionadas con sus cuentos a manera de investigación agregada y cuando estuve listo comencé a escribirlas a lápiz en un bloc rayado. Entonces mi caligrafía era bastante decente y me gustaba revisarlas, junto con sus respuestas, cada cierto tiempo. Cuando se acabó mi primer bloc le metí mano al segundo y cuando se acabó el segundo escribí en cuanta cosa se pareciera a una hoja de escribir. Ya he dicho que las historias de Pepe - todas - se perdieron la tarde en que mi hermana tuvo que priorizar su refrigerador sobre las demás pertenencias de su casa en medio de un diluvio con características macondianas. Entonces yo estaba en Chile y solo me lo contó cuando regresé por primera vez a Cuba desde los Estados Unidos. Me costó demasiado creerle pero muy pronto me di cuenta de que no valía la pena hacer elucubraciones sobre todo porque todas las elucubraciones que pudiera hacer no me iban a regresar el montón de cosas de infancia y de adolescencia y de juventud que había dejado a su "cuidado sacro" cuando me fui de Cuba en el año 2000. Cosas que no tenían ningún valor literario. Su gran valor lo constituía la nostalgia y la génesis de lo que yo pensaba eran ejercicios intelectuales que podrían ayudar a consolidar mi futuro vocacional. Siempre soñaba con sentarme debajo de una mata de aguacate a leerlo todo alguna vez cuando el tren de la vida se detuviera en su penúltima estación. O tal vez antes. Recuerdo que mientras esperaba por la solución de mi viaje "legalmente ilegal" a Chile comencé a escribir en hojas usadas, por el reverso, lo que yo creía era una novela tipo Las mil y una noches ambientada en Caibarién y sus alrededores y en donde mi papá era el gran protagonista velado. Escribía sin parar sentado en uno de los sillones de mecedera de la sala, apoyando cada hoja sobre una cartulina mayor en su posadera de mano derecha. Escribía con letras de molde y tenía mucho cuidado de respetar el margen y la sangría. Tanto cuidado tenía que hasta marqué los márgenes con un par de rayas. Sin sangría. Petición fiscal - así se llamaba la "obra literaria póstuma" - solo era un pretexto para contar todo lo que había escuchado en mi casa y en el barrio acerca de montones de temas. Creo que pasé de las cuatrocientas hojas. Cuando consideré que casi había acabado tuve que apurarme porque mi vuelo salía en cualquier momento y por eso la "novela" tiene un final forzado mas allá de que el protagonista logró conseguir sus propósitos evasivos. Un hombre es apresado a principios de la Revolución Castrista - por supuesto el hombre es un anticomunista convencido - y debido a que es un hombre íntegro como ser humano le permiten contar una historia cada día si es capaz de hacerlo y ello le posibilitaría alejar la condena por tiempo indefinido hasta tanto tuviera historias que contar. El hombre desconocía que estaba ante un caso archiconocido de la Literartura Universal pero aceptó el reto y mientras tanto tuvo tiempo de preparar una fuga espectacular desde su celda de contador de historias hasta Cayo Ratón en la Bahía de Buenavista a través de un túnel excavado por debajo del mar. La noche antes de la fuga el hombre - al que para entonces se le permitían ciertas libertades controladas fuera de su celda - se fue hasta la casa de una amiga que se había echado en la cárcel y que le había ayudado a preparar la huída. La amiga insistía en que "solo eran amigos" pero el hombre sabía de que se trataba, además. Jamás olvidaré que la "novela" termina (repito, forzadamente) con estas dos palabras "a violarla". A "violarla" en sentido figurado. Nunca le he preguntado a mi hermana si ella o nuestro primo hermano Pedro Luis González la leyeron, como le sugerí antes de partir. Mi hermana sabía de su contenido y al parecer siempre le dio bastante importancia porque pocos años después de mi salida del país y cuando le pedí que me enviara algunos documentos políticos "comprometedores" que tenía en casa para Miami con el fin de presentarlos en la Embajada de Estados Unidos en Santiago de Chile el día en que consiguiera una entrevista allí lo hizo rápidamente. Recuerdo que me preguntó si "también quería que me enviara Petición fiscal". Mi hermana siempre ha trabajado con el Estado en oficios importantes y me pareció que no era recomendable incluir Petición Fiscal porque ese "documento comprometedor" no pensaba presentarlo en la Embajada Americana. Los documentos llegaron a la casa de mi primo materno Felipito Fumero en Hialeah, Miami, de donde los recogió mi amigo Luis García Tuero para reenviármelos a Santiago de Chile. Como ya he dicho en otra parte la Embajada de los Estados Unidos jamás me concedió la tan añorada entrevista en su honorable sede. Estoy casi seguro de que los "documentos comprometedores" descansan en el gusano que ahora mismo debe estar en la casa del gran Federico Domínguez "Fedex" en Ciudad de México, el charro de quien también he hablado profusamente en mi libro de crónicas El último bisonte.
Por supuesto que todas las historias de Pepe Marrero también se ahogaron en medio de las aguas indisciplinadas del chaparrón maldito. No importa que mi memoria siga siendo fotográfica. A veces me niega sus tesoros. A veces me los devuelve cuando menos los espero. Se lo agradezco mucho. Hasta ahora solo me ha devuelto algo. En ocasiones algo es casi nada. Pero es algo. De modo que he decidido no esperar mas por mi viejo disco duro y contar lo que me sea posible de este personaje inolvidable verdaderamente especial. No podría decir desde cuando conozco a Pepe Marrero. Porque desde que tengo uso de razón lo conozco. Prefiero hablar de él en tiempo presente. Mi padre lo conoció en casa de "gucende". Muy pronto harían una amistad pura y eterna. Porque eran muy parecidos. Decentes, caballeros, humoristas, fabuladores y honrados a carta cabal. Pepe se venía constantemente a la casa de sus amigos del alma Los Gocéndez. Se conocían desde que los Gocéndez vivían en San Manuel, zona de Zuluetas, muy cerca de donde él también vivía. Pepe estaba retirado pero era un hombre muy sano y muy fuerte y cuando había que trabajar en la finca de sus amigos se arrimaba a los trabajadores y colaboraba como uno más. Recuerdo que dormía en el gran rancho en donde vivían Pedro y el Gallego Ventoso. El gran rancho del sur de la casona familiar era algo así como el cuarto de visita de Los Gocéndez. Pepe no visitaba a nadie en Plateros y estoy casi seguro de que el único amigo verdadero que tenía en la zona era mi papá. Por tanto mientras estaba en casa de "gucende" casi todos los días - por el día - venía a nuestra casa. Por la noche no. La noche era para la casa de "Pablo y de Adolfina" en donde los demás amigos del barrio que visitaban la casa lo conocieron. Gran parte de los visitantes lo consideraban "un viejo mentiroso que se hacía el gracioso". Pero lo decían sin ánimos de ofender porque se reían muchísimo con sus historias, reflexionaban sobre ellas y siempre eran víctimas de su saludo especial, su saludo que hizo época en el barrio. Cada vez que mi papá le presentaba un amigo o familiar Pepe le tendía su mano derecha, se la apretaba muy fuerte y se la bajaba hasta el suelo. La sorpresa se apoderaba de los presentados pero como Pepe enseguida le daba la espalda como si no hubiera ocurrido nada y mi papá les sonreía pues los nuevos amigos lo tomaban como una broma. Siempre se repetía la historia y siempre los nuevos amigos se preparaban para dejarle llevar su mano hasta el suelo y a veces hasta le "ayudaban". La manera que tenía Pepe Marrero de saludar a la gente se hizo famosa en todo el barrio y un poquito mas allá. Tan famosa como sus relatos. Hasta que otro "gracioso" se planteó la tarea de poner al viejo de "los gucende" en su lugar. Porque lo que Pepe buscaba con su estilo de saludar no solo era lograr reconocimiento a su originalidad sino demostrar que todavía estaba fuerte "como un caballo entero". Una tarde Pepe estaba conversando con mi papá debajo de las matas de coco del patio de la casa de Pablo cuando se apareció el hombre. Pepe lo reconoció pero se dio cuenta de que no era su amigo todavía y estuvo seguro de que jamás se habían saludado. Así que le tendió la mano y el hombre le tendió la suya. Solo que cuando Pepe fue a inclinarlo el hombre no se movió de su posición y sus manos quedaron trenzadas a la altura de la cintura. Pepe reintentó y no pasó nada. Entonces lo soltó, no movió ni un músculo de su cara y continuó conversando con mi padre como si el evento no hubiera ocurrido. Pero mi papá se percató de que no le había gustado el gesto del desconocido mas allá de su gran capacidad de simulación. El hombre - cuyo nombre mi memoria me niega todavía - se encargó de publicitar su hazaña por todo el barrio y desde entonces "el amigo de Rafael y de los Gucende - para él - había dejado de ser el tipo que obligaba a inclinarse a todos debajo de su poderosa mano derecha". Esa misma tarde mi papá le dijo de quien se trataba y Pepe se echó a reír. Sin embargo la manera de saludar de Pepe no cambió para nada y a todos les encantaba que el viejo les "obligara" a inclinarse "hasta sus zapatos". Las varias veces en que el hombre y Pepe volvieron a coincidir y se saludaron siempre terminaban el estrechón de manos a la altura de la barriga. Como los demás. Hasta que Pepe lo sorprendió un día y lo volvió a inclinar hasta el suelo. Entonces Pepe esbozó una sonrisita picarona y le dio la espalda. El hombre aseguró a mi papá que no se lo "había dejado hacer". Que Pepe le había ganado esa batalla porque "se descuidó". Pepe y el hombre llegarían a ser buenos amigos. Solo "buenos amigos".
Mis recuerdos de Pepe Marrero pueden  ser de entre 1966 y 1975. O sea, desde que yo era un niño que estudiaba en la Escuela Primaria y el instante en que termino el Preuniversitario. En honor a la verdad no puedo traerme ningún recuerdo a partir de esa fecha e incluso estoy casi seguro de que Pepe murió antes que mi papá porque - también debo decir "casi seguro" - recuerdo que nos llegó la noticia de que Pepe "se había muerto" y ello nos dejó en shok. Para entonces ( siempre antes de 1984 que es el año en que muere mi padre) Pepe apenas venía por casa de Los Gocéndez y se decía que estaba muy enfermo, lleno de achaques "porque estaba muy viejo". Recuerdo que mi papá me decía que ahora era el hijo el que se dedicaba al "negocio de las yuntas de bueyes". Algunas de las historias que Pepe nos contaba eran relatos que me parecían fuera de su tiempo. Vale decir que se trataba de historias que se habían dado cuando Pepe no había nacido. Digamos que Pepe nos contaba un cuento de esclavos. O de negros "esclavos". O simplemente de negros. Digamos que nos lo contaba cuando yo tenía dieciocho años. En 1974. Ese año yo le calculaba a Pepe Marrero unos setenta años. Por tanto había nacido en 1904. La esclavitud había sido abolida en Cuba en 1886. Y aunque el resto del Siglo XIX continuó atenazando a los negros "libres" hasta cierto punto para el Siglo XX la situación se estabilizó y solo el racismo enquistado era lo único que realmente podía lastimarlos. A mí no me cuadraba el tiempo real de sus relatos pero me daba pena pedirle explicaciones. Mi papá consideraba que se refería a "trabajadores negros que estaban bajo sus órdenes". Poco a poco me fui dando cuenta de que cuando él hablaba de que había "tenido mil negros a su mando" nunca incluía a la palabra "esclavo". Y llegué a la conclusión de que tal vez tuviera razón y que fuera cierto que había sido mayoral de algún ingenio azucarero en una zona en donde de por sí había habido muchos esclavos en tiempos coloniales. Digamos que en 1929, con 25 años, había logrado coseguir un trabajo de mayoral en algún ingenio azucarero. Y que por "casualidad" todos los mil trabajadores eran negros "libres". Las historias de Pepe estaban ambientadas en todo el territorio nacional. Había recorrido todo el país ejerciendo su oficio de mayoral y de carretero, un trabajo que seguía fascinándolo todavía. Y al parecer ambas ocupaciones le habían llevado a formar una familia genial y a conseguir suficiente efectivo como para convertirse en un hombre dueño de varias yuntas de bueyes que arrendaba desde que se había jubilado y que finalmente había dejado al mando de su hijo. Ser propietario de yuntas de bueyes era una manera de propiedad privada en la que el Gobierno no interfería porque nadie se "podía hacer rico" con ese trabajo y porque, además, en cualquier momento los "tractores rusos acabarían con ella". Mi propio padre tenía una yunta de bueyes propiedad del isleño Florencio Expósito que su amigo le "arrendaba" durante el tiempo muerto con la única condición de que "se la cuidara y  de que le realizara algún trabajo" cuando él lo necesitara. Pepe se jactaba de su gran fortaleza de juventud. De su guapería innata. De su valor a prueba de ruindades. De su capacidad única para dirigir y comandar hombres. De la confianza ilimitada que provocaba en sus empleadores. Del miedo físico que casi todos le tenían. Lo decía de una forma tan natural, sin afectación, que terminé por creerle. Mi papá también le creía pero sus risa permanente me decía que lo tomaba como historias llenas de inventos de su gran amigo que solo buscaba sobredimencionarlas. Pepe nos habló de miles de golpes de nocauts  colocados en la mandíbula de hombres tan fuertes como él, de montones de llaves maestras ceñidas en el pescuezo de los engreídos, de millones de pata's por el culo en las nalgas de los cobardes, de infinidad de insultos en los oídos de los pusilánimes y de suficiente desprecio para todos los miserables que intentaron meterse en su camino de hombre cabal. Sin embargo jamás nos habló de alguna pelea perdida, de alguna orden irrespetada, de algún despido laboral, de alguna delación imperdonable. Pepe Marrero era el "hombre perfecto" y por eso había llegado "invicto" hasta su década siete. Creo que Pepe tenía una magnífica casa en el pueblo de Zuluetas y que mantenía una de sus fincas en los alrededores que atendía su hijo después de su retiro. Posiblemente su última finca. Desconozco cuantas yuntas de bueyes le quedaban y tampoco sé nada del resto de su familia. Jamás vi en casa de Los Gocéndez a ningún miembro de su clan. Pudiera ser que Pepe fuera viudo. Por cierto entre sus historias no había ninguna, detallada, relacionada con mujeres. Para él las mujeres eran "solo aventuras lindas y picaronas" y lo recuerdo con su risa socarrona y acatarrada las pocas veces en que las citaba. Para la época Pepe era un hombre de piel blanca bastante clara, como de seis pies y pico de estatura y sobre las doscientas libras. Caminaba con cierto encorvamiento, con pasos cortos y moviendo mucho sus largas manos de dedos gigantes. Usaba un sombrero de piel muy parecido al sombrero que usa el actor Terence Hill en sus películas cómicas. Recuerdo que a veces "amenazaba" a mi papá con ganchos de zurda y posicionamiento de derecha lista para el golpe definitivo.
Esta es la única historia completa que se ha dignado regalarme mi memoria fotográfica. Prometo que cuando lo haga con otras las incluiré a manera de edición revisada. Una madrugada Pepe Marrero salió con sus dos yuntas de bueyes y su carreta con rumbo al campo de caña en donde pensaba cargar. Como cada día condujo a sus bueyes hasta la bajada del río porque el camino pasaba por entre las aguas. Era un paso muy bajo, los bueyes tomaban agua si lo deseaban al filo de la madrugada y subían la otra ranfla hasta un potrero que llevaba a la guardarralla detrás de la cual estaba el campo de caña cortada en donde pensaba detenerse. Este amanecer los bueyes no tenían sed. Pero se atascaron en el mismo lugar en donde jamás se habían atascado. Pepe echó mano de todo su conocimiento en materia de desatascamiento de bueyes tirando de una carreta vacía. Incluso tuvo que darles algunos aguijonazos en el trasero - algo que muy pocas veces hacía con sus animales - antes de sentarse en el fondo de la carreta para ver qué novedad se le ocurría. En pleno amanecer pasó un hombre por el lado del río en donde estaba la ranfla que los bueyes no habían podido alcanzar. El hombre no era amigo de Pepe. Pero se conocían de vista. Cuando el hombre le preguntó que qué le pasaba Pepe pensó contestarle que si acaso era ciego pero termino por contarle del percance y como el hombre no sabía nada de desatascamientos de bueyes encarretados siguió su camino. Pepe tampoco quería ayuda y solo necesitaba estar solo para tratar de controlar su ira y ver si se le ocurría algo. No estaba preocupado por su caña porque su caña estaba reservada para él y ningún otro carretero podía cargarla. A las doce del medio día todavía no había podido sacar a los bueyes del fanguero imprevisto. Había tenido que pincharlos de nuevo e incluso les había colocado una penca de guano encendida debajo de sus hocicos. Cada intento de sus bueyes por tratar de salir de la tembladera habían sido en vano. Ninguno de los cuatro bueyes, sin embargo, se había entregado y se mantenían de pie sobre el maldito suelo permeable del río que los sujetaba con fuerza de imán despiadado. Todos los carreteros se habían enterado de lo que le estaba pasando al gran Pepe Marrero pero a ninguno se le había ocurrido pasar por allí porque sabían que Pepe no tenía nada que aprender en materia de bueyes atascados y porque con toda  la decencia del mundo les diría que "gracias pero que él lo resolvería". Hasta que el hombre que no sabía nada de bueyes atascados regresó del lugar a donde había ido. Se quedó pasmado cuando vio a Pepe batallando todavía con sus bueyes exhaustos. Pepe estaba golpeando los traseros de sus bueyes con las hojas de dos cogollos de caña y lo hacía con delicadeza esperando que se produjera un milagro. Su vara de aguijón le había mostrado que todo el fondo del río era un babiney y para la hora primera de la tarde sus bueyes apenas podían sacar sus cabezas del agua. Pepe se había rendido y trataba de desenyugarlos para que salieran del agua sin esfuerzo adicional. Tenía la vara del aguijón clavada a su lado para apoyarse. Había encontrado en el fondo del río unos centímetros de fango duro. Pepe se dio cuenta de que el hombre de la madrugada lo estaba observando sin decir nada. En el fondo no deseaba que nadie le distrajera de su trabajo. Pero el hombre de la madrugada cometió un error. De pronto dijo "oiga, esta es la espera mas larga que he visto en mi vida". Pepe lo entendió claramente. Terminó de desenyugar al primer buey y cogió la vara de agujón en su poderosa mano derecha. Se volvió hacia el hombre de la madrugada. "Mas larga es la que se metió su madre", gritó. Cuando intentó sacar sus piernas del agua resbaló en el fondo podrido y la vara de aguijón se inclinó hacia el norte del río. Pero ya el hombre no estaba allí. Lo último que le vio fue la camisa de dril batida por el viento en sus espaldas mientras corría, despavorido, hacia el sur. Pepe se moría de la risa cada vez que mi papá le pedía que repitiera la historia. Oiga, el tipo salió como un volador de a peso, como un cohete y creo que si llego a cogerlo le hago mas huecos con la punta del aguijón que hollos tiene una colmena - aseguraba. Cuando acabó de desenyugar a los cuatro bueyes los animales salieron sin ninguna dificultad. Esa misma tarde Pepe le pidió a sus colegas carreteros que le ayudaran con sus yuntas a sacar la carreta y sus amigos engancharon a sus yuntas y halaron desde el otro lado de la ranfla y la carreta salió facilmente del fondo podrido. Pepe les dijo que cualquiera de ellos podía "tirar su caña" esa misma tarde pero el computador le aclaró que "de eso nada, que su caña estaba esperando por él y que cargarla sería trabajo para mañana". Esa misma noche el río tuvo una crecida fenomenal y su lecho volvió a conseguir su falsa dureza de toda la vida.
Una mañana mi tío Neno y yo estábamos guataqueando arroz en el campo que estaba frente al cañaveral de Miguel Lagata. Pedro Gocéndez se acercó montado en su yegua rojiza. Se murió Enrique - nos dijo y estaba tan destrozado que se dio la vuelta y no agregó nada mas. Solo había venido para avisarnos. Mi tío Neno lo sintió como se siente la muerte de todo ser humano pero no tanto como lo sentí yo. El solo conocía "un poco" a "Enrique el hermano de Pablo". Pero Enrique "el hermano de Pablo" era mas que un conocido para mi papá. Enrique era su gran amigo. Y yo era su hijo. De modo que lo sentí de manera especial. Sin embargo lo que sentimos cuando supimos que se había muerto Pepe Marrero fue algo sencillamente innombrable. Todavía no lo puedo describir.

Sweetwater, Miami, Usa.
Junio 25 del 2020.
Luisa Eme González.