Thursday, April 9, 2020

La cosecha del arroz.-

Tomado de Grandes Nostalgias.


A menos que fuera absolutamente necesario no deseo "investigar" para escribir estas Grandes Nostalgias. Deseo acudir a mi memoria. Solo a mi memoria. Una de las pocas cosas de las que aún puedo vanagloriarme. Sin embargo soy muy consciente de que mi portentosa memoria no siempre resolverá todos mis problemas. Por ejemplo, el "problema del arroz". Una cosa es cierta: en mi casa tampoco podíamos comer "sin arroz en la mesa". Ahora bien, lo que no puedo recordar es el año en que mi papá comenzó a sembrar arroz ni la cantidad de libras que daban por la Libreta de Racionamiento. Sin embargo entre una memoria magnífica y un "me parece que" la distancia es muy corta. Porque los "me parece que" generalmente se convierten en "sí, se trata de eso, es posible". De modo que me parece que durante los primeros años que el Gobierno dio arroz por la Cuota entregaba diez o tal vez quince libras por persona. Digamos que fueran diez. Entonces nos tocaban treinta libras y cuarenta libras cuando nació mi hermana. Cuarenta libras eran ocho jarros de cinco libras, vale decir setenta y dos laticas de leche condensada. Y como el mes tenía treinta días  pues podíamos comernos cada día dos laticas y un poquito. Generalmente las dejaríamos para la tarde porque el almuerzo podía consistir en "cualquier cosa". Dormirse con la barriga llena era la prioridad. Tal vez sobrara "algún arroz" para el día siguiente porque había muchas cosas sabrosas capaces de "agrandar" la comida. En ese caso tocaríamos a una fracción o para el caso de que alguien no quisiera pues entonces correspondería un poco mas. Por "suerte" mi hermana y yo continuamos creciendo y nos dimos cuenta de que nuestras barrigas nos pedían mas comida y entonces mi papá y su hermano tuvieron que comenzar a sembrar arroz para no sacar delicatessen tal de nuestras mesas. Es probable que en algún momento se entregaran quince libras por persona y entonces con eso sí alcanzaba incluso para comer durante almuerzo y comida. Pero el Gobierno fue acortando la Cuota hasta dejarla en cantidades de hambre y fue entonces cuando casi todos los cubanos tuvieron que empezar a "inventar" para no morirse de inanición. Ahora bien, en qué parte de la finca mi padre y su hermano decidirían sembrar el arroz?. Todo el terreno destinado a siembras tradicionales estaba ocupado. El resto era caña de azúcar. Y aunque el Gobierno aseguraba que le "había dado la tierra a los campesinos" en realidad solo le había dado un semifalso título de propiedad a cambio de que cultivara, sobre todo, caña de azúcar, que era lo que seguía haciendo aparentemente rentable al país. Los intentos de las nuevas autoridades por diversificar la economía todavía no habían estrucado al monocultivo. Creo que durante los primeros años de la Revolución aún era posible demoler ciertos pedazos de tierra sembrados de caña y cogerlos para plantar otras cultivos. El control estatal aún no era absoluto. Posiblemente eso fue lo que hicieron Los Hermanos cuando la escacés de arroz les obligó a cambiar el guión. Recuerdo que detrás del guayabal de la abuela estaba el potrero y al fondo una cerca que llegaba desde la guardarralla hasta la finca de Justino Martínez. Pero mirándolo bien es posible que todavía no hubiera una cerca como tal - quizás dos pelos de alambre sin mucha pretención - sino un campo de caña como de cuarenta cordeles que lindaba con la finca de Gaby el Isleño. En todo caso allí sí había como cinco a seis eucaliptos que mi padre había sembrado en fila, de este a oeste, y que habían alcanzado un tamaño considerable. Pero me parece que mi primer recuerdo de un campo de arroz en lo que tal vez pudo haber sido un campo de caña está relacionado con una cerca de verdad en el camino de los eucaliptos - creo que alguna vez los he mencionado y he dicho que me parece que mi papá los trajo del Vivero cuando allí comenzo el Sueño Forestal de los dirigentes provinciales - y con una lista estrecha de arroz que había sembrado Tíonene. Por qué considero a este mi primer recuerdo arrocero?. Por un simple motivo. Mi Tío me "pagaba" veinte centavos diarios porque le "espantara a los totices". Los totíes - y no totices - eran unos pájaros negros pocos mas chicos que una paloma rabiche que llegaban en bandadas y hacían mucho daño al arroz cuando estaba madurando y cuando se estaba secando. Era necesario pasarse todo el tiempo sacándolos del campo de arroz mediante gritos, palmadas contínuas y sobre todo golpeando el lomo de una yagua seca contra alguna palma real. Los malditos pájaros negros levantaban el vuelo enseguida pero se posaban en los bienvestidos de las cercas o en el copo y sobre los racimos de las palmas y al menor descuido se tiraban otra vez hacia el arrozal. Pero - me he estado preguntando - contra qué palma yo golpeaba el lomo de la yagua seca si por allí no había ni una sola palma. Haciendo un durísimo ejercicio de memoria he llegado a la conclusión de que me parece que sí había una palma barrigona y joven en la sección suroccidental del potrero, al lado de la guardarralla, o sea en donde comenzaba el campo de arroz que había sembrado Tíonene. Por demás ningún lomo de yagua hubiera sonado ni medianamente fuerte golpeado contra un tronco de eucalipto. El eucalipto es un pésimo conductor del sonido. Recuerdo a Tíonene montado sobre su caballo rojizo y cabecibajo pasar por el poniente de su campo cerciorándose de que yo me estaba ganando honradamente mis centavos. Por supuesto que yo le cuidaba el arroz por la tarde cuando regresaba de la escuela y durante los fines de semana. Tampoco cuidarle el arroz significaba estar preso a la orilla del campo dando gritos desgarradores, sonando a la palma o esperando porque los totíes se fueran o se hartaran de comer. Por ello mi salario era intermitente. Por cierto, no recuerdo a ningún bicho alado tan porfiado como a un totí con hambre de arroz. Utilizar mi tirapiedras de ligas coloradas del Taller de Tata hubiera sido una pérdida de tiempo. Mi mala puntería ya era antológica.
Aceptemos entonces que mi padre y su hermano cogieron esos cuarenta cordeles para sembrar arroz. No le demos tanta importancia a si entonces era un potrero o era otro campo de caña. No obstante si nos obligaran a responder entonces aseguraríamos que "era un campo de caña que se demolió". A partir de entonces mis recuerdos se mantienen bastantes estables. Me parece que se tiró una cerca oficial  de tres pelos de alambre por la línea de los eucaliptos para contener al ganado y que tal vez Tíonene no volviera a sembrar arroz. Teniendo en cuenta que mi abuela vivía entonces y que en realidad era la dueña de la finca no descarto que Tíonene le hubiera tenido que dar una parte de la cosecha. Entonces se acostumbraba a dar la "tercera" cuando el dueño solo ponía el terreno. Así que el nuevo campo destinado a la siembra de arroz se dividió en dos partes. La parte de mi abuela y la parte de Los Hermanos. Pero ocurría que la abuela no tenía quien le atendiera su parte.  Tío Cisco tenía unos veinticinco cordeles en la misma casa donde todavía vivía en la esquina noroccidental de la finca. No ovidemos que se trata de la casa en donde yo nací. Francisco nunca fue un hombre de trabajo y comenzo a dar su terreno a negocio a vecinos y a personas que quisieran cultivarlo. Posiblemente para entonces el ricachón de Yaguey Abajo, Tirso Cruz, fiuera uno de sus hombres aceptados. Tíocisco era un hombre loco por los negocios ligeros. Del tipo que fueran. Así que la abuela no podía contar con él. Tío Bura era una persona desequilibrada mentalmente y no podía hacer nada. Tiakuka todavía no se había juntado con Manuel de la Rosa. Los Hermanos tenían demasiado que hacer y optaron por decirle a la abuela que entregara su parte a alguna persona seria para que sembrara arroz "a negocio". Estoy casi seguro de que el segundo sembrador de arroz ajeno a la familia González Ferrer fue mi Tío Pito, el hermano carnal de mi mamá. Lo recuerdo perfectamente - a él y a sus hijos - recogiendo una cosecha en su campo que terminaba a la orilla de la mata de mango que estaba en el lindero de las dos fincas. Creo que la primera siembra se realizó en dirección este oeste. Pero recuerdo que después la surquería fue de norte a sur y que Los Hermanos sembraban la parte de la tierra que estaba pegada a la finca de Justino Martínez. En verdad la tierra allí era un poquito mas fértil. En medio del campo había una ligera depresión que comenzaba casi en el potrero y desembocaba en el cañaveral de Gaby. No era tan ancha pero allí la tierra era un tanto arenosa y de poca masa y en verdad al arroz le costaba desarrollarse como en el resto del plan. Pero el motivo no fue ese. Fue una decisión espontánea.
El proceso de cultivar arroz es igual al proceso de cultivar maíz y frijoles hasta que llega el momento de tirar la semilla en el surco. A partir de entonces el Programa es otro. Cuando la tierra está preparada a mediados de Junio se espera por un aguacero de verdad que la empape, se esperan dos o tres días más para que oree y generalmente se decide que "el próximo Lunes" comenzará la siembra. Desconozco quien le prestó la primera semilla a Los Hermanos pero a partir de la primera cosecha se cuidaron muy bien de dejar sus dos latas de aceite de comer para ello. Digo dos latas de veinticinco libras (una por hermano) porque en los primeros años solo se sembraba arroz para consumo y para agregar al que daban por la Cuota. Nadie sabía el precio que tendría el arroz agregado. Pero nadie consideraba que sembrar arroz para negocio iba a resultar alguna vez un negocio redondo. Así que con unos diez cordeles sobraba. Y diez cordeles podían llevar medio quintal de arroz. En caso de que Tíopito también sembrara unos diez cordeles pues entonces todavía quedaban veinte cordeles que se mantenían sembrados de caña o en su defecto dedicados a sitio para amarrar a los bueyes y a las vacas que estuvieran paridas y dando leche mientras se decidía sembrar más arroz. La semilla de arroz requiere haber sido perfectamente aventada y sobre todo haber recibido, por lo menos, tres soles embembados (tres días al sol) sobre un telón. Solo entonces está lista para ser plantada. Sin embargo  todavía eso no basta. Porque no hay "macho" que sea capaz de eliminar todos los granos vanos de una lata de arroz. Por tanto mi papá rescataba su lata de arroz de semilla y la vertía en la batea llena de agua. Los granos vanos - y eran muchos más de los que uno pensaba - flotaban en el agua fría y la mano de mi papá (y la mía) se encargaban de halar el mazacote de paja sobre la superficie contra el borde de la batea para botarlos. Recuerdo que los frotábamos entre los dedos para comprobar que eran "paja limpia". Las gallinas se encantaban con la paja mojada. Mi papá vaciaba el arroz mojado en el mismo saco y lo ponía a escurrir guindándolo de un gajo de aguacate o de alguna solera de la casa. Al otro día estaba todavía un poco húmedo pero muy "suelto" y podíamos notar "como pesaba" lo que indicaba que ahora sí que no había quedado ni un solo grano vano. Mi papá decía que sembrar el arroz medio mojado era un adelanto para su germinación. Porque era como el "primer aguacerito".  Recuerdo que yo le preguntaba que por qué le llamaba "grano" a "un grano sin corazón" y que él me respondía "no sé, siempre ha sido así, hijo". Generalmente el arroz no es atacado por insectos. Su principal enemigo son los guayabitos. Pero los guayabitos lo descascaran porque no les place la paja y solo se comen el grano limpio. De modo que si ocurre que los guayabitos se comen parte de la semilla sencillmente se vuelve a aventar y toda la paja que dejaron se va con el viento. También es posible asolearlo de nuevo para matar el orine y las heses que dejaron en el saco. Si acaso falta semilla se coge del arroz para consumo. Que también fue aventado y recibió sus soles correspondientes. Como ocurría con los frijoles y con el maíz en caso de que - por cualquier motivo - Los Hermanos se quedaran sin semillas siempre la resolvían de la misma manera que lo hacían con aquellos.
En los primeros años habían cuatro tipos de arroz. Tres  de ellos eran arroces excelentes para llevar a la mesa. Nadie se andaba ocupando entonces de altos rendimientos porque lo que importaba era que se tratara de arroz  muy bueno, muy rico, para ligar con frijoles o con carne en salsa. Recuerdo que estaba el arroz Borboné. Un arroz de grano largo stándar, amarillito y muy pesado. El arroz Nira, muy parecido al Borboné pero de grano una pizca mas largo y mas delgado. Y el Borboné 50, idéntico al Borboné pero con un grano amarillo fuerte tirando a naranja. El cuarto tipo era el arroz Piojoto. En honor a la verdad no recuerdo muy bien a este tipo de arroz porque prácticamente nadie lo sembraba. Mi mamá decía - y ella constituía mi mejor fuente - que era el arroz "mas malo que hubiera comido en su vida" y agregaba que era algo así "como el equivalente de la harina: una especie de mata hambre". No se ablandaba totalmente, su grano era medio bolito y lleno de pinticas como el frijol ballito y sabía a paja - sostenía. Tengo un recuerdo muy vago en relación con este tipo de arroz. Pero no podría asegurar que fuera de antes de 1967. Una gran punta a la orilla de la finca de Gocéndez, pegado a la carretera, frente a la casa de Pepe Ramos. Recuerdo que había alcanzado una altura increíble pero que era "un pajonal" que se había "ido en vicio" y que no había parido porque lo cogió la seca en medio de la preñez. Tal vez esta punta de arroz fuera Piojoto porque a veces podía sembrarse por falta de semilla o con ánimos de vender a la gente del pueblo que "no tenían paladar". O de usarlo para trueque con ellos mismos. Los Hermanos acostumbraban sembrar una lata de cada tipo e incluso podían sembrar arroz por surcos, de manera que la cosecha incluyera a las tres variedades. El Borboné 50 era el arroz mas deseado. Si se quería que el arroz desgranara como los dioses durante su cocción se priorizaba el Nira. Digamos que la primera cosecha de Los Hermanos fuera con arroz Borboné 50 "el que se puede comer solo", como decía mi mamá. Igual que con los frijoles yo empecé muy pronto a ayudarles con la siembra, guataquea y recogida. Mi padre surcaba con el mismo arado criollo y la surquería la hacía a la misma distancia que para los frijoles y sus surcos conservaban el mínimo de chapucería de siempre. Y también esperábamos a que cogiera cierta ventaja para empezar a sembrar. Y también nos ayudaba cuando su ventaja era muy grande. Había dos formas de sembrar el arroz cuando la siembra se realizaba en un terreno de secano.  Regar la semilla por todo el surco como si estuviera cayendo de una regadera  y plantar la semilla por montoncitos separados a la misma distancia que los plantones de frijoles. Con el arroz pasa que no se planta por determinado número de granos. El arroz se planta por puñados. Se coge del recipiente un puñado, se tira al surco y se tapa muy bien porque los totíes pueden descubrir la siembra y comenzar a joder inmediatamente después de que se haya acabado de sembrar tratando de desenterrar los granos. También pueden hacerlo las aves de corral. Cada puñado tiene, mas o menos, la misma cantidad de granos. Como ninguno de los tres tipos de arroz mencionados eran arroces que parieran muchos hijos pues generalmente se aumentaba el tamaño del puñado. Los Hermanos preferían sembrar el arroz a puñados. No "hijear" era el principal motivo de que los arroces no fueran arroces de mucho rendimiento. Prácticamente cada mata paría una gran espiga hermosísima pero nada mas. Por tanto mientras más matas hubiera habría más espigas. Pero había que tener cuidado porque un exceso de granos podía hacer que las matas crecieran menos tipo pajonal y entonces sus espigas fueran mas pequeñas. Se requería de medidas lo mas exactas posibles. La siembra de arroz podía llevarnos un día y medio. A veces terminábamos de sembrar debajo de los aguaceros de Junio pero no nos importaba porque el arroz sí que es una planta de agua. Cien por ciento de agua. Y puede pasarse todo el tiempo metido dentro de ella. Lo malo del agua es que es demasiado abundante entre Junio y Noviembre - excepto a finales Julio y Agosto - y puede hacer que cualquier punta de arroz "se pierda" entre la hierba. La hierba crece mucho mas rápido que el arroz. Por eso el arroz necesita dos guataqueas y posiblemente de una mano de arranque cuando vaya a parir. Generalmente hay que priorizar al cuidado del arroz porque durante esos meses todos las tierras están sembradas y el arroz es el que puede "perderse". Si bien un frijolal enyerbado puede limpiarse relativamente fácil por sus características un campo de arroz "perdido" es un verdadero rompecabezas para los dueños. La hierba se cuela entre los plantones - sobre todo el metebravo, una planta que se expande por toda la calle y que en su etapa temprana se parece mucho al arroz y que cuando crece es capaz de llevarse en sus raíces todo un plantón de arroz al que hay que resembrar si el terreno está suficientemente mojado -, los supera (la sancaraña) o lo abraca (la verdolaga). No creo que ninguno de los tres tipos de arroz superara al metro veinte de altura. Lo que no les salvaba de la furia de los huracanes. Recuerdo que el viento de los huracanes les tumbaba (sin partirlo) y que si ocurría que todavía no tenían sus espigas maduras pues el rendimiento se estrangulaba. En caso de ser derribado mientras secaba lo que ocurría era que las espigas podian comenzar a desgarnarse y los guayabitos se daban banquete. Ello hacía que se adelantara unos días la cosecha. Muchas veces había que coger el arroz solo "medio maduro"
Para la primera guataquea utilizábamos las mismas guatacas y el mismo cubo y porrón para el agua. Como ahora estábamos como a trescientos metros de la casa cuando deseábamos tomar sambumbia uno de los tres era el que iba por ella mientras los otros cogíamos un diez debajo de la mata de mango o debajo de las cañas del cañaveral de Gaby. Yo aprovechaba para comerme alguna caña pelándola con los dientes o para tratar de sorprender al primer mango maduro de Junio. Todavía mi padre era el que comandaba la guataquea. Tíoneno era el segundo hombre y yo cubría su retaguardia. Si ocurría que los aguaceros habían amainado guataquear arroz era una dilicia. Cortar la hierba de la calle y semiaporcar el plantón. El arroz no necesita de tanto aporque porque su plantón es muy grande de modo que procurábamos no echarle tanta tierra a unos troncos que lo que necesitan es crecer libre de tanta tierra. En caso de que la lluvia nos hubiera impedido dar la primera guataquea cuando lo deseábamos pues había que agachar el lomo, arrancar con la mano la hierba mala que no estuviera en la calle y meterla en el plantón para sacar las que se hubieran colado allí. Ello llevaba tiempo y mucha dedicación y no se podía ser chapucero porque el arroz es una planta que necesita mucha agua y cero hierba mala. Años después cundo Los Hermanos comenzaron a tener problemas de visión, mis primos y yo los fastidiábamos acusándolos de "chapuceros". Para entonces yo comandaba la comitiva. Después de terminada la primera guataquea casi que nos persignábamos para que no lloviera. Porque la lluvia hacía que toda la yerba que habíamos arrancado con las manos se pegara de nuevo aunque la hubiéramos sacudido muy bien. Una semana de seca mataba a todas las hierbas y entonces un aguacero venía como anillo al dedo. Cuando las semillas malas que no habían germinado comenzaban a hacerlo ya el arroz estaba grande y era capaz de detener su crecimiento y su maldad. Igual nos preparábamos para la segunda guataquea y se repetía el ciclo. El secreto era dar la prmera mano a tiempo, que no lloviera en unos días y que el arroz comenzara a crecer. Porque por las características del arroz del momento nadie esperaba que fuera a cerrarse ni a detener a todas las hierbas. Incluso para la época de la cosecha podíamos ver la calle de principio a fin. Después de la segunda guataquea el arroz tomaba una coloración verde intensa y sus tallos engordaban muy pronto. De acuerdo al mes en que lo hubiéramos sembrado comenzaba a preñar. Podía ocurrir a finales de Octubre o a principios de Noviembre. El arroz que sembrábamos era un arroz de cinco meses. A los ciento cincuenta días estaba listo para la cosecha. Y era opcional el día en que comenzaríamos a recogerlo. Podía ocurrir a finales de Noviembre o durante todo el mes de Diciembre. Como entonces llovía "como tenía que llover" a veces los diluvios nos obligaban a demorar la recogida y ello nos atemorizaba porque entonces las espigas casi que se desgranaban solas.
Cuando los tallos comenzaban a engordar y a ponerse verde pálido sabíamos que el arroz "iba a preñar". Muy pronto parecían tataguayas preñadas - de aquellas a las que Ratón Comehilo había bautizado como "la preñez" - y los niños no perdíamos tiempo para meterles las uñas y romperlas. Adentro había un repunte de espiga movía que no se parecía a nada. Una especie de espuma que sabíamos se convertiría en una espiga fenomenal solo porque lo habíamos visto mucho otras veces. Hasta que las últimas hojas se rompían arriba (terminaban como si fueran un boniato frito con el culo bien apretado) y la espiga joven comenzaba a buscar la luz. Al principio la espiga - yo siempre la comparaba con la espiga de maíz - es un palito lleno de cositas que se parecen a granos, una pelusa blanca llena de espuma que va creciendo y produciendo una especie de leche blanquísima a medida que la espiga crece también y comienza a doblarse como si no pudiera contra la fuerza de la gravedad. Poco antes de doblar los granos han tomado la coloración de la mata, se han formado casi completamente y la paja adquiere una especie de punticos negros que luego desaparecerán con la madurez final. Entonces todo el campo es un eterno batir de espigas pintonas que bailan al son que les toque el viento. De nuevo podemos meternos dentro para arrancar alguna mala hierba que se haya quedado y que se vea desde afuera del campo. Durante la preñez eso estaba prohibido. Mi papá decía que no se podía porque el arroz "se podía vanear" (el grano no terminaba de formarse) y hasta perder su preñez. Si ocurría que la "punta de arroz" había crecido lo suficiente, sin necesidad de resembrar algunas lagunas que siempre aparecen en los terrenos, que se viera con mucha salud y que sus espigas fueran grandes y bien llenas de granos entonces llegaban los "exhaltadores de arroz" para celebrarlo y salir diciendo "oiga mi compay, lo que tienen esos isleños ahí es un guasimal" (palabras que hizo famosas Tito Alfaro, el hermano de Tía Yeya) o "las espigas son como rabo de yegua". Esta frase parece que era muy vieja porque nunca pude encontrar a su autor. Casi siempre nos gustaba hacer alguna "resiembra". Digamos que hubieran unos metros de tierra en donde el arroz nunca pudo partir bien y terminaba por morir. Mi papá decía que era porque ese pedacito de terreno "no servía" y que por tanto necesitaba de mucha agua para convertirse en terreno fértil. En un final no nos importaba el "bachecito" pero nos gustaba ver la punta de arroz "parejita" y además, una punta de arroz parejita evitaba el desarrollo de hierbas malas. Entonces, después de un aguacero tremendo, nos íbamos para el campo y arrancábamos algunos montoncitos de los montones mas abundantes, hacíamos un hueco con los dedos y plantábamos el nuevo montón. Ni se enteraba. Al otro día amanecía como si siempre hubiera estado allí. Años mas tarde utilizaríamos abono industrial para casos como esos y finalmente terminaríamos por abonar todo el arrozal. Tampoco faltaba el que calculara la cantidad de quintales "que iba a dar el plan de los isleños". "No se baja de veinte quintales o cuidado". Años después Pedrón sería uno de los grandes calculadores de rendimiento y yo, entre seriedad y bromas, siempre lo llevaba al campo para que me "lo calculara". En realidad las variedades de arroz que entonces se sembraban no daban nunca mas de dos quintales por cordel. De modo que como generalmente Los Hermanos sembraban diez cordeles pues la cosecha era de veinte quintales - aventados y con tres soles -. Tal vez podía rendir un poco mas. O un poco menos. Teniendo en cuenta que un quintal de arroz listo para moler daba setenta libras limpias pues entonces en mi casa no había problemas para aguantar el año sobre todo con el agregado del que daban por la Cuota. Todavía no era necesario cambiar o vender el arroz de la Cuota porque ni a mi hermana ni a mí nos gustaba el arroz que daba el Gobierno. Aún repartían un arroz decente. El arroz malo de verdad comenzaría a llegar a la bodega mas tarde. Un arroz al que llamábamos "arroz frugollo" en honor a las Leyes no escritas que concibió Tíobura desde su mente atrofiada.
Tras casi un mes espantando totíes - ahora el trabajo era de todos, incluyendo a Tíopito y a mis primos - y mirando como las espigas se doblaban definitivamente por el peso de sus granos naranjas casi rojos - Los Hermanos consideraban que el arroz ya estaba listo para "trillar". Desde hacía días estaban pidiendo a sus santos paganos que no fuera a llover durante la trilla porque el agua es el amigo íntimo del arroz solo mientras se desarrolla. La trilla necesita de días de seca, con mucho sol para que el arroz seque parejo y pueda ser llevado a casa en perfectas condiciones. Si ocuría que comenzaba a llover cuando decidíamos trillarlo no quedaba mas remedio que detener la trilla hasta que saliera el sol. Ello podía provocar que el arroz se "pasara", que las espigas comenzaran a quebrarse (caían al suelo y sus granos  "se" comenzaban a nacer) e incluso que las propias matas se fueran cayendo contra la tierra y entonces era el turno de los guayabitos y de algunos ratones que no se habían olvidado de que alguna vez también habian sido pequeños. Como no se podía dejar echar a perder todo el arroz había que cogerlo "como fuera". Y ello equivalía a cargarlo mojado - y muy pesado, por tanto - para el telón, soportar las picadas de las hormigas bravas que habían cogido a las pilas como si fueran sus casas particulares y jugársela al llevarlo húmedo para la casa, cosa que podía hacer que se "ardiera" o que se llenara de manchas negras y moho hasta podrirse. A veces no había otra solución que colgar los mazos de matas de varas bajo techo hasta que parara de llover. Si el arroz se ardía (calentarse con la humedad permanente) no había quien se lo comiera después. También era casi imposible aventar el arroz mojado porque aunque hubiera aire suficiente la basura no se iba porque también estaba mojada. Pero ello pasaba solo como excepción. Porque siempre habían tres o cuatro días de buen sol para trillar el arroz.
Ahora no se decía "coger el arroz". Ni siquiera se decía "vamos a coger la cosecha de arroz". Porque ahora se decía "vamos a trillar el arroz". Trillar el arroz era un trabajo "nuevo", diferente. Para el que se necesitaba un telón de sacos (generalmente era el mismo telón que el usado para la cosecha de frijoles si todavía estaba en buen estado), hoces, una zaranda de madera y de malla cuadriculada para sacar la paja gorda (zarandear) y una parrilla de madera. Una hoz es la hoz tradicional que todo el mundo conoce. Un cabo de madera redondo (a veces torneado y enchulado y personalizado) y una gran cuchilla curva con filo de serrucho en forma de medialuna gigante cuya punta termina poco después del nivel del cabo.  Una hoz es aquella misma hoz soviética que nos impusieron los comunistas después de haberla amaridado con el martillo. Recuerdan, "la hoz y el martillo"?. Al principio ninguno de Los Hermanos tenía hoces pero generalmente las hoces (escasas) se prestaban a los trilladores sin ningún problema. En caso de que las trillas coincidieran los campesinos cogían sus cuchillos matavaca y los afilaban bien y aunque no hacían el trabajo de una hoz podían resolver el problema. Había hoces de fábrica (Bellotas, sobre todo) y había hoces criollas. Lo importante era que su filo aserruchado cortara los plantones de arroz. Yo creo que, mas adelante, cuando todo el mundo se convirtió en cosechador de arroz, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) entregó algunas hoces a los campesinos. Me parece que Los Hermanos llegaron a tener una o dos propias. La zaranda de madera con malla cuadriculada era una especie de angarilla con cuatro mangos como a la distancia de un metro cada pareja y una especie de caja cuadrada con una malla metálica en el fondo. Los trilladores se metían entre sus mangos para zarandearla y limpiar "el gordo". A veces los mangos de la zaranda eran de tubos de hierro, cosa que las hacía mas pesadas aún. La parrilla de madera era el apero mas importante durante la trilla de arroz. Al principio mucha gente usaba un tanque de cincuenta y cinco galones para trillar el arroz. Los mazos golpeaban contra el tanque acostado sobre el telón pero el arroz se regaba para todas partes y era capaz hasta de salirse del telón y a alguien se le ocurrió fabricar una casita de palos redondos con su techo sobresaliente sobre los trilladores forrada de saco para que el arroz tuviera que caer obligadamente sobre el telón después de que los mazos hubieran sido golpedos sobre un piso también de palos redondos que estaba como un metro y fracción del telón. Este piso de palos era muy parecido al "techo" de una parrilla de asar puercos. Vale decir, se tomaban cuatro varas gruesas. Las dos de alante eran mas altas. Como si se tratara de un rancho pequeño se colocaban los varales necesarios y las varas transversales que ayudaran a que fuera una construcción resistente. Después se colocaba la hilera de varas redondas a la distancia mencionada del telón y se forraba con sacos. Bien forrada. Como las varas superiores eran mas largas pues el saco hacía el papel de techo y ello  también garantizaba sombra para los trilladores. Que siempre eran dos. La parrilla estaba diseñada para que en ella trillara una pareja de hombres. Cada uno de estos utencilios estaba guardado en el rancho de desahogo de Tíoneno y sería trasladado al campo de arroz en la rastra de los bueyes o en el pescuezo de Perica. Si la parrilla era del año anterior - y todavía pudiera remendarse - se reusaba. De lo contrario se hacía una nueva en el propio campo o se trasladaba una prestada.
Como ya he descrito una de las maneras de cortar el arroz cuando cité la anécdota de Pepe Marrero con Ventoso en el campo de Pablo Gocéndez no abundaré. Solo aclarar que cada hermano cortaba sus cuatro surcos de arroz  de manera individual e iba dejando una pila atrás cada cuatro o cinco metros. Generalmente las pilas se colocaban en contra de la dirección de los surcos para poder recogerlas mejor. Recuerdo que Los Hermanos nunca tenían prisa. Cortaban con calma con sus hoces de serrucho afilado y a veces se paraban para coger un diez. Al principio mi papá era el hombre punta aunque siempre padeció de reumatismo y a veces le dolían todos los huesos y la cintura. Cortar arroz es un trabajo duro. Es necesario tener una cintura de hierro para poder soportar dos días cortando arroz, mañana y tarde. A veces se cogían cinco surcos. Yo comencé ayudándoles, detrás, y cortaba los surcos que quisiera. No creo que me haya convertido en un cortador Superclase A - como lo sería años después cuando no tenía rival - antes de 1967. Era solo un ayudante al que lo que mas le gustaba era cargar las pilas de arroz y zarandearlo. De modo que cortábamos todo el día y el próximo preparábamos las condiciones para la trilla. Hay que tener mucho cuidado cuando se está cortando aroz. Generalmente existen dos maneras ortodoxas de hacerlo. Se coloca la mano del agarre del mazo de arroz con el pulgar hacia arriba, se captura todo lo que quepa en la mano y se corta de un tirón. O se coloca la mano con el pulgar hacia abajo y se hace lo mismo. Esta variante tal vez ayude a coger alguna mata de mas pero las posibiidades de que se produzca una cortada son mayores. Yo prefería la primera aunque años después, cuando competíamos los grandes cortadores, a veces utilizaba la segunda porque me parecía que me daba mayor posibilidad de agarre y por tanto de "adelantar". El sonido que produce el corte de una hoz sobre los tallos de arroz es un sonido seco parecido al que pruduce una cuchilla sobre un cartón. Pero solo parecido. Y nunca pude nombrarlo. Porque la hierba tiene su propio decibel. Bien temprano se llevaban las cosas necesarias para el campo, se colocaba el telón bien estirado (a veces se hacía como con los frijoles y se levantaba clavando algunas estacas en sus esquinas y laterales), la parrilla mas cerca de uno de sus lados que del centro y comenzábamos a cargar las pilas de arroz hacia la parte frontal de la parrilla dejando espacio sificiente para que los trilladores pudieran trabajar sin dificultad. Cada cargador cogía cuantas pilas le cupieran entre sus brazos y se las echaban al hombro. Algunos las trasladaban sujetadas debajo de los sobacos y otros preferían amarrarlas con un arique enroscado o con un mecate y cargarlas apoyadas en sus espaldas. Yo - que me les daba de forzudo - las cargaba sobre mis hombros y trataba de echarme la mayor cantidad posible. En caso de que se cayeran muchas espigas en el camino al regreso las recogíamos. Años mas tarde - cuando necesitábamos de ayudantes o de trabajadores pagos - Amalio Abréus, el papá de la bella Migdolydia y de aquel muchacho gigante que jugaba con nosotros en la vaquería de Luis García cuando visitábamos  la casa de Tíaobdulia, sería el tipo que "mas arroz cargaba sobre sus hombros en el mundo". Cuando había una pila respetable delante del telón Los Hermanos se preparaban para la trilla y yo volvía al campo a apilar las pilas para llevarlas al telón cuando la pila de allí comenzara a mermar. El algún momento los Hermanos me ayudaban. Era muy importante abastecer al telón para no tener que perder tiempo. Algunos campesinos tenían la calma suficiente como para utilizar una yunta de bueyes con su rastra y cargar  los mazos de arroz hasta el telón. Cada trillador cogía la cantidad de matas que cupieran en sus manos y comenzaban a golpear sobre la parrilla. Se podía escuchar el golpeteo del arroz trillado sobre el telón y después sobre la pila que se agrandaba. Cuando el trillador había golpeado su mazo lo suficiente sobre la parrilla lo escurría para que no le quedara ni un solo grano y lo botaba para la pila que iba haciendo a su lado. Cada cierto tiempo mi papá se arrodillaba sobre el arroz y le sacaba la paja que fuera quedándose de modo que la pila crecía bastante limpia y uno podía ver como ganaba altura como si fuera una montaña en miniatura. Una montaña naranja, casi roja. En caso de que la trilla no se acabara por la mañana se terminaba por la tarde en un ratico. Debo decir que a veces mi padre y mi tío me permitían trillar arroz pero tenían que advertirme todo el tiempo que "no botara tan rápido los mazos porque estaba dejando arroz en ellos". Me costó trabajo hacerlo bien pero lo logré. Solo que para cuando lo logré ya el arroz se trillaba de otra manera. Cuando se está trillando arroz es imposible que algunos granos no se metan en el pelo. No importa que lleves una gorra de pelotero o un sombrero. Al final de la jornada se necesita un peine para liberar de ellos al pelo.
Entonces se tumbaba la parrilla y se halaba hacia el campo para sacarla de arriba del telón, se estiraba bien este y comenzábamos a recoger toda la paja - arrodillados - que que se había quedado en la gran pila de arroz. Siempre sacudíamos muy bien la paja. Cuando considerábamos que el arroz estaba listo para el aventado mi papá hacía lo mismo que hacía para aventar frijoles. Un taburete, dos vacijas y esperar por el batir del viento. Siempre le teníamos una vacija lista para que no perdiera tiempo ni desaprovechara al viento. Cuando nos entregaba una ya tenía la otra. A veces, jodiendo, nos decía "oigan, me piensan reventar o qué". Yo respondía "te pensamos o qué" y el entendía el chiste gastado y pésimo. Finalmente los tres aventábamos bajo su supervisión. El aventado se realizaba en un lado del telón para que los residuos mas pequeños cayeran en la tierra. Acto seguido buscábamos los sacos de a quintal y empezábamos a llenarlos. Cada saco llevaba cuatro latas de aceite de comer. La lata de aceite de comer podía ser la vieja y escachada y llena de tizne lata de hervir la ropa de mi mamá o alguna lata que se hubiera vaciado de carne o de manteca de puerco. Cada lata se llenaba con un sobrante en forma de montaña chica para tratar de que no perdiera su peso de veinticinco libras después de los soles requeridos. Los sacos eran amarrados por la moña con ariques mojados después de golpearlos contra la tierra para que el arroz se acomodara. Mi padre les llevaba los suyos a Tíoneno en la rastra y después tiraba los de nosotros. Creo que en algún lugar de la sala ponía dos tanques de cincuentaicinco galones y sobre ellos dos tablones y sobre los tablones colocaba el arroz para tratar de evitar la subida de los guayabitos. Como eran solo diez o doce quintales pues no había mucho problema con el espacio. El "breve" problema eran los tres soles que todavía le faltaban al arroz para guardarlo definitivamente. Así que mi papá tendía el telón cerca del cuarto de la casa - podía elegir diferentes lugares de los alrededores - al lado de la mata de mamey colorado y le echaba unos cuatro quintales. Arrodillado sobre el telón - yo siempre le ayudaba - le pasaba sus manos abiertas y lo regaba hasta que  todo el arroz llegara hasta el mismo borde del telón. Durante todo el día yo tenía el trabajo de espantar a las gallinas y a los totíes (que ahora no venían en bandadas) y hasta a los puercos sueltos que también eran adictos al arroz en cacalote. Mi madre me daba una mano cuando podía. Recuerdo a los terrones debajo del telón chocando contra mis rodillas y contra mis plantas descalzas cuando yo lo vovía a remenear (en ocasiones usábamos una escoba de palma) para que cogiera el sol parejo y recuerdo cuando mi papá decidía meterlo en sus cuatro sacos hasta el día siguiente. Tres días después el arroz había mermado pero como siempre le echábamos un poco mas a cada lata pues quedaba parejito en el borde y garantizaba las veinticinco libras. Años después, cuando Tionofre construyó la nueva casa - dos cuartos y una sala - el cuarto matrimonial se utilizaría como un verdadero cuarto de desahogo y lo que había sido la sala se convirtió en la cocina. Unos días después de que se recogiera el arroz mi papá quemaba los cuatro pilas de paja, devolvía la parrilla si era prestada o la paraba en una orilla del campo, a la sombra de los bienvestidos de la cerca de Justino o debajo de la mata de mango. La tierra era un gran manto verde y bajo las pilas quemadas se llenaba de palomas porque la candela no podía contra todos los granos de arroz que se habían quedado enredados entre la paja. Yo me moría de sufrimiento porque con tanto arroz regado por todo el campo ninguna paloma iba a ser tan comemierda que se fuera a equivocar con un puñadito de arroz debajo del casillo. De modo que me contentaba con verlas, hermosas y cebadas, desde debajo del cañaveral de Gaby o desde la mata de mango de la esquina de las fincas. A veces intentaba con mi tirapiedras de ligas coloradas del Taller de Tata. Pero ya he dicho cual era el valor real de mi puntería. Sin embargo las palomas tenían un enemigo mas mortal que mis casillos ausentes y que la puntería óptima de algunos muchachos entirapiedrados. Las escopetas de cartuchos. Cada año venían cazadores de Caibarién y hacían zafra con las palomas embulladas. Generalmente no les tiraban cuando estaban comiendo. Su técnica consistía en esperar que se tirara la mayor cantidad posible de palomas sobre la tierra quemada o sobre cualquier lugar del campo con buena concentración de granos que no hubieran germinado. Entonces provocaban un gran ruido con gritos o con una descarga de balines. Las palomas levantaban el vuelo casi al unísono y entonces - como si se tratara de tiro al plato - las masacraban. Admito que jamás estuve cerca de los cazadores pero sí les vi desde lejos e incluso a veces conocía a algunos. No recuerdo que me regalaran nunca ni siquiera una paloma fusilada y recuerdo que se las llevaban en sacos y a veces hacían una especie de ensartas como si fueran biajacas. Por suerte muchas de las palomas escapaban del polomicidio. Porque si no qué me hubiera hecho unos semanas después cuando el cardosantal estuviera esperando por ellas. No digo que mis casillos no fueran una trampa odiosa ni que yo también no estuviera cometiendo un palomicidio. Pero yo les daba el chance de elegir. Y podía contar con los dedos de mi mano los decesos diarios. 
Me parece que todavía Lyodo Cordero - el hombre de clase media de Dolores - no tenía el molino de arroz que tendría después. Es posible que tampoco hubiera molino en Seibabo mas allá de que Seibabo era solo el lugar "de la Sierra de aserrar madera". De modo que mi papá tenía que llevar el arroz a descascarar a Caibarién en donde sí había varios molinos eléctricos. Recuerdo que llevaba dos arrobas en la guagua o en las máquinas de alquiler a cuyos choferes conocía. Lo ideal era llevar un quintal porque regresaba con setenta libras y lo hacía cada vez que conseguía un transporte mayor en que hacerlo. Ya he dicho que para que un arroz no salga partido del molino tiene que haber recibido tres soles sonados y que estar perfectamente aventado. Recuerdo que muchas veces fui con mi papá a Caibarién y que me encantaba el sistema de descascare. Ahora no se decía ni siquiera descascarar. A veces se decía, otra vez, trillar. Pero las palabras normales eran "voy a llevar el arroz al molino". Nunca fuimos a los molinos de Yaguajay a menos que ocurriera algo con los del Cayo. Pero no recuerdo ni un solo caso. Un molino es una máquina con un gran embudo, un sistema de correas, un motor, un depósito para acumular la paja y una salidero por donde cae el arroz descascarado sobre un recipente. El embudo generalmente era como una especie de barquillo de helado de metal pero no redondo sino con cuatro laterales. El motor hacía mucho ruido, tanto que apenas se podía conversar mientras estaba funcionando. No se podía evitar que la paja se esparciera por todo el sitio - una habitación relativamente pequeña - y a cada rato el molinero revisaba el arroz descascarado y si le parecía que todavía podia salir "mas enterito" ajustaba unos flejes de metal que había sobre el salidero para definir su amplitud y miraba a mi papá asintiendo con la cabeza como diciendo "ahora sí, guajiro". A veces mi papá pesaba su arroz para certificar el rendimiento y a veces cogía un poco de paja para echar a las gallinas o para mezclar con la comida de los puercos. Algunos molineros vendían la paja que no se llevaban los campesinos y recuerdo que era muy solicitada por los criadores de pájaros cantores, sobre todo cuando escaceaba el alpiste. Me gustaba el olor que despedía el arroz cuando caía en el recipiente. Nunca pude definir realmente a qué olía. Como salía caliente del molino pues ese calor agregado le daba un olor característico, balsámico y yo trataba de hacer como el molinero cuando cogía puñaditos y los miraba para ver como iba quedando la trilla. Era imposible salir limpio de polvo de paja del molino. Me parece que el molino que mas usaba mi papá estaba a unas casas de la Funeraria, en la salida para Remedios. Entonces el arroz tenía poco valor monetario y por eso los molineros no deseaban cobrar en especie. Pero era muy barato descascarar un quintal de arroz. Creo que costaba un peso veinte centavos. Recuerdo que cuando cualquier inconveniente impedía ir al molino y se había acabado el arroz de la Cuota había que trillar "un poquito en el pilón". El pilón de arroz era el equivalente de las piedras para moler maíz. Un pilón de arroz - debe aceptarse que siempre hablo de las cosas que se usaban y de la manera de trabajar en Plateros, a menos que necesite ilustrar - es un gran pedazo de algún tronco seco pero sano y resistente al que se le abre un hueco redondo en la parte superior como de cincuenta centímetros cúbicos que se va estrechando hacia el fondo de manera que parezca un embudo especial. El tronco puede estar labrado y tener una cintura de mulata y estar cortado debajo formando una base perfecta para que no se mueva. Pero para que un pilón de arroz esté completo necesita dos macetas. Dos macetas son dos pedazos de madera dura labrados en forma de bate de beisbol pero mas gruesos. Las macetas simulan bastos de baraja española y son semiovalados en su extremo superior y mas estrechos y parejos en el inferior. No deben ser muy pesados porque trillar arroz en pilón es un trabajo duro y agotador. Cuando se llevaba arroz a un pilón sí se decía, generalmente, "trillar". No podría asegurarlo pero me parece que en casa de la abuela no había pilón. Es muy posible que hubiera un pilón en casa de Justino o en casa de Beto Navarro. El caso es que fui alguna vez con mi mamá a trillar y que llegué a aprender y entonces me fui solo. Casi nunca se llevaba mucho arroz al pilón. Porque solo se trataba de una eventualidad. De un caso de urgencia. De modo que se calculaba cuanto arroz en cacalote (con su paja) se necesitaba para conseguir dos laticas limpias de leche condensada. Y eso es lo que se llevaba. Se vertía en el hueco mas o menos la mitad de lo que llevábamos y comenzábamos a golpearlo con la maceta. Golpe y golpe y más golpes. Muy pronto notábamos que dentro del arroz en cacalote comenzaban a aparecer los granos sin cáscaras, no tan blancos como queríamos porque el arroz necesita ser pulido en un molino para que salga blanquito de verdad. Metíamos la mano para removerlo y levantábamos el arroz y lo dejábamos caer para que se fuera aventando. Nunca pude explicarme como era posible que la maceta no partiera a los granos y los hiciera polvo. Porque en verdad eran muy pocos los que se quebraban. Lo que pasa - me decía mi mamá - es que la maceta golpea a un arroz que se está moviendo constantemente dentro del pilón de modo que el palo no puede meterle una cañona contra el fondo jorobado. Una respuesta que me convenció. Llegaba un momento en que parábamos de trillar. Nos percatábamos de que todavía quedaban algunos machos (granos son cáscara) - la cáscara hace que el arroz sea "arroz en cacalote" pero cuando no se trata de cantidad los granos aislados se llaman "machos" - pero entonces sí que podían hacerse polvo porque ya el arroz no se movía con la facilidad con que lo hacía cuando estaba "vestido". De modo que lo aventábamos en el pilón, luego lo removíamos en una vacija para que saliera el polvillo y algunos machos y todavía en la casa lo sometíamos a la depuración del guayo. Entonces mi mamá lo escogía y lo lavaba bien y teníamos nuestra "comidita de arroz" hasta que "Rafael llevara el arroz mañana al molino". Los mejores trilladores en molino de campo daban maceta con las dos manos. Como si estuvieran ordeñando a una vaca. Al final quedaban sin clavículas durante todo el día. Puedo atestiguarlo. Porque yo quería ser como los mayores.
Cualquiera de los tres arroces que he citado eran una verdadera delicia para el paladar. Fáciles de cocinar, blanditos, impecablemente blancos, "dulces" ( decía mi mamá), listos para comer con frijoles de cualquier color, para hacer congrís, para comer con salsas o ligarlos con todo tipo de carnes y hasta para comer con "una cucharada de manteca de puerco" o sin nada agregado. Cuando llegó la época de la gran escacés de arroz, de las variedades importadas (mayor rendmiento pero pésima calidad), de la necesidad de sembrar mas para vender más (se dispararon los precios) y se perdieron las variedades tradicionales. Vaya, como si hubieran sido una especie en extinción que terminaron por hacerlo. Algunos campesinos conservaron semilla y siguieron sembrando hasta que el bajo rendimiento, ciertas enfermedades y las sequías insospechadas les vencieron. Sé que en algunos lugares del país todavía algunos agricultores continúan sembrando de aquellas variedades. Pero en el caso de mi padre y de los campesinos de Plateros debo decir que jamás volvieron a sembrar en aras de las necesidades económicas y porque de algua manera desaparecieron del espectro agrícola. Excepto, quizás, Pepe Ramos hasta que tuvo que tirar la toalla. Nunca he dejado de extrañarlos. Sé que no podré.
La gran variedad de arroces con los que me he topado en Chile y en Estados Unidos y con los que me he encontrado cuando he visitado a Cuba SI tienen mucho que envidiarle al arroz Borboné, al arroz Borboné 50 y al arroz Nira. Y estoy incluyendo al Mahatma, al Riceland y hasta al famosímo arroz tailandés Jazmín. En serio.

Sweetwater, Miami, Florida.
Usa.
Abril 6 del 2020-.
Luis Eme González.


































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