Thursday, April 16, 2020

Bicicleta 22. Tomado de Grandes Nostalgias.

Una tarde de verano mi madre me mandó a buscar un cubo de agua fresca al pozo de Miguel. Como siempre me recordó que tuviera "mucho cuidado al pararme sobre el brocal del pozo" y también que si me fuera posible "no chocara tanto el cubo contra las piedras de la zapata porque se iba a seguir escachando". Yo no agregaba nada a su comentario porque me sabía el sermón de memoria y solo me limitaba a asentir con la cabeza. En realidad lo que mas ansiaba era que mi papá consiguiera una tinaja como la de María o como la de Abuela para que cupiera mas agua que en un cubo y para que el agua siempre estuviera fresca y no tener que estar yendo al pozo a cada rato para poder tomarnos una jarro de agua "como de manantial". Demoraría algún tiempo en darme cuenta de que el agua de una tinaja - por muy buen barro que se hubiera empleado en su construcción - se ponía como "un caldo" podrido cuando pasaba el tiempo. Para entonces ya imitaba a mi papá colocando el Cubo #8 debajo de mi sobaco derecho. Leonardo Ellindo estaba lavando su bicicleta Toper de Luxe entre el pozo y la mata de limón. La tenía con las ruedas hacia arriba y al lado había una gran palangana con agua espumosa. Dentro de la palangana había un gran trapo, unn cepillo de fibras de coco de los que hacía su mamá, un estropajo de arique y al oeste del brocal del pozo había un Cubo #12 vacío con la soga colgando hacia su interior. Espera - me dijo Lyona - déjame sacar la soga del pozo. Dejé que lo hiciera porque sabía que no me lo permitiría porque todavía "yo era un muchacho culicagao". Lyona sacó la soga utilizando sus dos manos como si estuviera braceando para adentro en la Poza de Rafael y puso el cubo del otro lado de la bicicleta. Las dos gomas estaban limpiecitas y las llantas y los rayos y los engranajes relucían en la tarde de Agosto. Sin embargo los guardafangos niquelados estaban churrosos y las hileras de agua sucia corrían por su interior y se detenían en el centro. Estás comiendo mierda, muchacho - dijo cuando le pregunté el motivo -, no te das cuenta de que los guardafangos hay que lavarlos con la bicicleta derecha. Con la misma cogió la bicicleta por la curva superior del caballo y por la catalina, la levantó y la volteó y le puso el burro para que no se cayera. Tuvo que acomodar el burro porque allí todo estaba cubierto de hierba fina. Entonces fue a buscar su cubo, lo lanzó al pozo y la sacó lleno de agua. Terminaría por sacar cuatro cubos y todos se los lanzó a la bicicleta. Ves, bobo, como se lavan los guardafangos - preguntó. No respondí. Entonces buscó un trapo seco en su casa y regresó para pasarlo por los dos guardafangos y por el resto de la Toper hasta dejar a su equipo como nuevo. Vació la palangana y la enjuagó con el quinto cubo, exprimió los trapos y los guardó en algún lugar secreto de su cuarto junto con el cartucho que contenía al detergente Fap. Finalmente llevó la bicicleta hasta el patio norte y después de ponerle el burro dijo "un poco de sol y quedará nuevecita". Cuando yo saqué mi cubo de agua y me encaminaba hacia el camino todavía Leonardo Ellindo estaba mirando, embelezado, a su bicicleta recién lavada. La miraba y le sonreía como si fuera una muchacha quinceañera. Cualquiera hubiera pensado que se estaba volviendo loco. Hablar o sonreír solo era un magnífico síntoma de locura. O si no que le preguntaran a mi Tío Bura. Así que deposité el cubo sobre la tierra, solté el asa  y lo dejé sobre el camino. Por qué no te la ligas y así tienes dos novias - le pregunté. Lyona me observó de arriba abajo. Qué carajo quieres decir comerraspa - respondió. Leonardo Ellindo era un isleño más de esos que se mandaban tremendo genio pero su segundo apellido Lara le otorgaba cierto aire de persona tranquila y equilibrada. De modo que me pregunté que de donde estaría saliendo aquel genio tan inusual. Todo el mundo sabe que tu quieres mas a tu bicicleta que a toda tu familia. Sí, y qué. Nada, que todos lo saben. Y acaso tú no quieres mas a tus asquerosos casillos y a tu puerco tirapiedras y a tu anzuelo de mierda que a la tuya. Eso es mentira. De verdad que es mentira, mira, no me jodas. Los quiero igual. Ya salió el gracioso de Rafael.  Y tú, el limpiabicicletas de Miguel. Lyona se agachó como si fuera a coger una piedra para tirármela y yo levanté mi cubo con la mano derecha y continué por el camino hacia mi casa. Oye, anormal, cuál es mi otra novia - escuché la voz del exnovio de Aracely la Bella. Me detuve, recoloqué el cubo sobre el trillo y me volví. Discúlpame, compadre, es que había olvidado que te la dejaron en la uña - dije, y  volví a continuar mi camino. Nunca mas menciones ese nombre ni se te ocurre bromear con una cosa que nunca ha existido, me has escuchado - sentenció. Esta vez no me volví. Porque todavía - y lo haría durante toda la vida - Leonardo Ellindo seguía diciendo que "jamás había tenido ningún tipo de relación con la hija de Pablo" por lo que se cagaba en lo que decían todos los vecinos e incluso algunos de sus primos mas allegados. Lo último que se había conocido del affaire de la Bella de Los Gocéndez y del Bello de Los Ramos era que la familia ganadera había decidido enviar a su hija a la ciudad de Zuluetas en cuyos alrededores vivían gran parte de las dos ramas familiares para que se ovidara de un amor condenado al fracaso debido a la diferencia social del pretendiente. Los Ramos eran magníficos como amigos. Pero tenían que saber que no debían traspasar ciertas líneas de sangre. Por tanto yo pensaba que el lavador de bicicletas se había resignado a perder a la chica rica - "rica" en la dos acepciones de la palabra - y que el dolor lo estaba estrangulando y que ese dolor le provocaba una molestia descomunal. Yo sabía que la ida de Ara hacia Zuluetas también dejaría a Clemente Culocaliente sin la compañía de Mary - un segundo affaire solo relativamente importante - la del Central Adela y al barrio sin la belleza atormentadora de Blanca Emilia la hija de Felo Morales. Pero yo todavía necesitaba decirle algo a Lyona. Así que puse el cubo sobre el banco de la cocina y regresé corriendo a su casa. Ya no estaba contemplando a su novia niquelada. Le pregunté a Mury Cometierra por él y me dijo "está ahí tirado en la cama". Atravecé la gran sala de piso de cocó en donde jugábamos balines y entré al cuarto que los hermanos compartían con el tío Pedrón. Lyona estaba acostado bocarriba en el lado sur de la cama y no se había quitado los zapatos. Tenía sus dos manos entrelazadas debajo de la cabeza, sobre la almohada barata personal y miraba al techo como si fuera un cadáver medio vivo. Esto es lo último que voy a decir de lo que no quieres que hable nunca más - expresé -, por tu culpa los muchachos nos vamos a perder los cuentos de la Tía Tata después de la comida de Los Gucende. Lyona no se movió de su posición de mediocadáver. Salí del cuarto. Detrás de mí la voz inquirió "y qué culpa tengo yo". Me detuve pero no me volví. Todavía no estaba en el fondo de la sala. Dice la gente que se fue para Zuluetas porque tú no hiciste nada para evitarlo - sentencié. Cuando pasé sobre el durmiente de cemento oí la voz de La Gata que estaba buscando algo en su cuarto "es verdad, este es un comemierda, así mismo le pasará con la pelota, tira mas duro que la ventolera de un ciclón pero a él no le importa y tú verás que se quedara pitcheando en esta pelotica de manigua". Entonces yo desconocía que La Gata tenía dotes de profeta.
Me había convertido en un niño mayorcito viendo a Leonardo el de Miguel saliendo y llegando a su casa con su flamante bicicleta Toper de Luxe, luciéndola los domingos en el juego de pelota de turno,  luciéndola en la Tienda de Juanito, bajando y subiendo la ranfla del río a cuanto le daban los pedales, lavándola todo el tiempo con Fap a la orilla del pozo y hasta en el paso del río cuando había acabado de crecer y el agua se estaba poniendo limpiecita. Recuerdo que cuando yo quería significar que algo estaba  muy limpio, primero que a "la casa de Tíaestela" mencionaba a la "bicicleta Toper de Leonardo". Era un pincel. La Toper de Leonardo no tenía dinamo ni foco ni tenía parrilla. Creo que a él le gustaba así porque las otras cosas le quitaban su autenticidad. Solo tenía un guardacadenas. E incluso me parece que el sillín y el manubrio estaban una pizca mas bajitos que lo normal para una bicicleta 26. Nunca supe en donde la había comprado ni con que dinero. Sí conocía que desde que "los hijos de Miguel se habían convertido en hombrecitos" echaban algunos jornales por el barrio y por los barrios adyacentes en donde se requiriera de trabajadores ocasionales. Eso, mientras el Servicio Militar no los requiriera. Su sueño siempre había sido tener una bicicleta y lo había cumplido. No se la prestaba a nadie a menos que fuera obligadamente necesario. Yo me moría por pedírsela aunque solo fuera para conducirla con la mano hasta mi casa pero no me atrevía. A veces "coincidía" con él en el camino que pasaba por debajo del cocal para que se detuviera y me dijera algo sobre mi habilidad para conducir el aro de hierro con un alambre con la punta en forma de C pero solo lograba que me dijera "a ver, échate pallá para pasar". Y mis palabras se morían otra vez detrás de mis labios. Y como ya tenía mi tirapiedras, mis casillos y mis anzuelos pues un día me dije que alguna vez yo también tendría una bicicleta de guardafangos niquelados. Entonces comencé a pensar en que tenía que aprender a manejar una bicicleta para cuando esa ocasión tan importante llegara. En el barrio había algunas pocas bicicletas americanas pero fue durante mis viajes a los pueblos con mi papá que me tropecé con todo tipo de bicicletas americanas. Todavía no había llegado la invasión de bicicletas del "campo socialista" y la Fábrica que había inaugurado el Ché Guevara en Caibarién en 1964 apenas estaba preparando las condiciones para comenzar la producción en serie. Por cierto el Che había advertido que "las pocas que se habían hecho como prototipo eran bonitas pero que a lo mejor se desarmaban cuando se montaran" De todas los nombres que luego resultarían marcas los que se me quedaron pegados en la mente serían los nombres Toper y Niágara. Había montones de tipos de bicicletas Niágara en los puebos y en los campos. Eran muy fuertes, con gomas amplias y guardafangos como gomas de tractor. Algunas tenían un caballo muy grueso en la parte superior como si fuera un pequeño tanque de gasolina y otras tenían dos o tres tubos curvados y casi todas tenían una parrilla niquelada larga y delgada. La gente decía que no eran muy livianas pero que su capacidad de carga y su calidad lo compensaba con creces. Nadie había dicho jamás en Plateros que una bicicleta Niágara fuera superior a una Toper de Luxe pero yo pensaba que si Leonardo había decidido comprarse una Toper era por algo. Yo lo consideraba un gurú de las bicicletas. Sin embargo siempre pensé que mi primera bicicleta tendría que ser una bicicleta Niágara 22. Porque sabía que una bicicleta 28 era para gente muy alta como Tico, que las bicicletas 26 eran las stándar, que una 24 era para jovencitos y para personas pequeñas y que de la 22 para abajo eran para niños. También conocía que cualquier bicicleta - nueva o de uso - costaba mucho dinero y por tanto mi deseo de tener una todavía no pasaba por decírselo a mis padres. Ahora bien, nunca estuve interesado ni en velocípedos ni en bipatines con manubrio ni en aquellas bicicletas que tenían un saliente con dos ruedas más en el eje de la rueda de atrás. Pensaba que ahí aprendía "cualquiera" y que lo importante era darse algunos golpes de verdad por todo el cuerpo en bicicletas normales antes de aprender a montar. Elucubraba sobre cosas como esas una mañana en que Caraemuerto Cagatrillo Mayor pasó por mi casa para jugar balines. Te dije que no juego mas bolas contigo - le recordé - tú eres mas grande y siempre me ganas. Vamos a jugar de mentiritas entonces -  agregó. No, no tengo ganas - continué - yo les doy mis bolas a Clemente y él me las juega de verdad en la sala de su casa, cuando quieras jugar de verdad vete por allí. Eh, si yo voy siempre y siempre gano - aseguró. Me eché a reír. Cagatrillo casi nunca tenía balines y tampoco era un gran ganador. Oye - decidí cambiar el tema - cuando te van a comprar una bicicleta. Cagatrillo me miró. Mira que eres comepinga, compadre - dijo - para eso hay que ser mas rico que Pablogucende. Tenía razón. Fíjate si hay que ser rico como esos gallegos que ya le compraron una 22 a Pablito - agregó. Cuando - inquirí. No sé, creo que fue ayer porque ví que el Negro Jesús estaba sacando algo del maletero de su máquina que no pude ver bien desde mi casa. Me alegré por Pabli - era como dos años mas joven que yo - porque era un muchacho de tremendo corazón que nunca se las daba de niño de bien. Pero también me alegré porque con una bicicleta tan cerca en manos de un niño buenagente mis posibilidades de aprender a montar para cuando tuviera mi Niágara eran magníficas. Bueno, si no vamos a jugar balines entonces vamos para su casa, seguro que no las presta - dijo Cagatrillo Mayor. Lograr que Pablito te preste su bicicleta es mas dificil que pasar el Niágara en bicicleta - dijo una voz que salía del comedor de mi casa. La voz enseguida se nos unió en el patio norte. La voz era la voz de Ratón Comehilo. Vamos los tres - pedí - aunque yo sé que tú sabes montar, Ratón. Ratón Comehilo casi que se presignó y expresó "muchacho, si me ven en esa casa me matan". Todo el mundo sabía que Ratón Comehilo era el gran confidente de Ara, el recadero de la relación recién truncada. El primo al que Leonardo sí le prestaba su bicicleta. Ratón tampoco admitía nada de nada en el affaire amoroso. Así que ni Cagatrillo ni yo le preguntamos "por qué". Vayan ustedes - dijo Ratón Comehilo. Le pedí permiso a mi mamá y me fui con Cagatrillo Mayor para la casa de Adolfina a ver si Pablito nos prestaba su bicicleta nueva y nos permitía aprender a montar. Porque Cagatrillo tampoco sabía. Cuando ábamos a la altura de la mata de almácigo Cagatrillo me preguntó "qué carajo será eso de pasar el niágara en bicicleta, siempre lo estoy oyendo". Yo también siempre lo estoy ayendo y tampoco sé ni cojones pero lo que sí sé es que eso siempre se dice cuando algo es muy difícil de conseguir - contesté. Desconocíamos si la bicicleta de Pably era una Niágara. Pasarían meses antes de que yo me empatara con la información que me hablaba de las famosas Cataratas del Niágara entre los Estados Unidos y Canadá. Y de lo difícil que debiera ser pasar tanto el río homónimo como las cataratas. En bicicleta. Cuando pasamos por la puerta de la cerca del solar de la casa de Gocéndez nos dimos cuenta de que Ventoso se estaba subiendo los pantalones recostado a la palma norte de la poza donde yo pescaba con mucha suerte. Cagatrillo se detuvo para decirle algo. Dale, no te detengas, su mierda tiene la misma peste que la de nosotros - le dije. Ni tan siquiera le remeneamos un gajo de ateje para bañarlo de atejitos rojos - preguntó. No, chico, sigue, que ya es casi la hora del almuerzo y si llegamos con la mesa puesta se "jodió la bicicleta". Se "jodió la bicicleta" era otra frase célebre sin autor conocido que se usaba para denotar que algo se había echado a perder o que algo no se había logrado conseguir. De modo que continuamos el camino y vimos que Adolfina estaba aventando el arroz detrás de la mata de areca. Me preguntó por "la niña" y respondí "bien" y agregué "y Pabli". Pablito está con el padre para la cerca que linda con Domingo el Isleño, fueron a coger unos juracos - informó. Ah... - dije, y le metí el codo en las costillas a Cagatrillo Mayor - después pasamos para verlo. De modo que seguimos hacia la casa de Pepe Ramos. Pero no continuamos por el camino que llevaba hasta la palma que conducía al otro lado del río. Vamos por el camino de la carretera - le dije. Por qué - indagé. A ver si aunque sea vemos la bicicleta en el portal. Ah...está bien..... La bicicleta no estaba en el portal. Ni recostada contra la pared occidental de la casa. Si es como Leonardo a lo mejor se la llevó en la rastra para no perderle ni pie ni pisada - agregué. Cagatrillo Mayor se echó a reír y dijo "no tanto, compadre". Entonces hicimos un giro y atravezamos el potrero norte de Pablo y nos fuimos hasta la casa de Cagatrillo Mayor. Caridad estaba sola. Preparando el almuerzo. Esa noche, cuando Adolfina entró a la cocina para fregar la loza me di cuenta de lo mucho que iba a extrañar a los cuentos de sobremesa de Aracely. Sin ella la gran casa parecía vacía. Mas esta noche en que no había visitas porque el tiempo abarruntaba agua. Entonces escuché la voz aniñada de Pablito que me llegaba desde la saleta "luisma, ven para que veas algo que tengo aquí". Me levanté de mi asiento en el banco de la terraza, traspasé la saleta y penetré en la sala. La bicicleta 22 estaba recostada contra la ventana enrejada del este de la casa. Tenía el manubrio metido entre dos tubos de hierro y Pabli lo sacó y le colocó el burro para que yo pudiera verla sin impedimentos. No es nueva ni sé que marca es pero está muy buena - explicó - me la compraron ayer, la trajo Jesús el Negro. Caminé a su alrededor, mirándola. En honor a la verdad recuerdo a la bicicleta de mi amigo de la infancia pero la recuerdo sin poder dar detalles. Es muy posible que, efectivamente, fuera una bicicleta 22 (quizás 20). Recuerdo su par de guardafangos, su amplio manubrio con soportes de goma en los extremos, sus pedales rectangulares, su amplio sillín y su guardacadena gigante. No recuerdo de que color era pero es muy posible que tuviera un color azul descascarado. Se veía potente. (Podría preguntarle al señor Pablo Gocéndez, en Cuba, pero ya dije que prefiero ceñirme a la memoria). Recuerdo que le quité el burro y la peseé, entre los muebles, por parte de la sala. Era muy liviana. No tenía las características toscas de una Niágara. Y ya aprendiste a montar - le pregunté. No, si ya sabía, aprendí en el Central Adela con mis amigos de allá. Ah...que bueno, y la cogerás para ir a la escuela?. No, mi papá no quiere que vaya en ella todavía, a lo mejor si a algún viajecito a la tienda. Está bien, y sabes cuanto le costó?. No, yo no le pregunto esas cosas, pero como no es nueva no creo que haya costado mucho. Te fijaste si te falta algo en la alcancía". Pabli me miró y esbozó una sonrisa. No me he fijado pero no creo que papi sea tan hijoeputa...oye, tú preguntas mas que Pepe Ramos y mira que Caraemango lo pregunta todo. Es que seré periodista - rematé. Pabli me invitó a salir al portal para conversar y cuando nos sentamos, recostados contra la pared, me dijo "eso lo sabe todo el mundo". Esa noche, cuando nos fuimos, me llevé una invitación para el próximo sábado. Podría venir para que aprendiera a montar en bicicleta. Tú verás que facilito es - me dijo. Al otro día le dije a Cagatrillo Mayor que fuera por la casa de Pablo el próximo sábado porque yo estaría allí para aprender a montar en bicicleta. Pero si no me ha invitado - dijo. No te hagas el comemierda que tú te invitas solo a donde te da la gana. Pero no le hizo falta ninguna invitación. El sábado, cuando yo llegué como a las diez de la mañana, nos dimos cuenta de que los Hermanos Cagatrillo estaban en el patio occidental de su casa. Pablito los llamó.
Pablito Gocéndez era, para su temprana edad, un buen ciclista. Sobre todo porque ya había practicado en las calles de la ciudad. Y porque - nos aseguró - nunca tuvo miedo cuando estaba aprendiendo. Así que nos dijo que solo oyéramos sus indicaciones y que tratáramos de seguirlas y mucho antes del medio día ya sabríamos montar "igualitico que él". Comenzó por indicarnos que lo primero que uno tenía que hacer era sentarse en el sillín, sujetar el manubrio con las dos manos y apollar uno de los pies en el suelo. O sea, poner una nalga en el sillín y dejar la otra medio afuera para que el pie pudiera apoyarse bien en el suelo. Después había que colocar el pedal derecho (o el izquierdo si eras zurdo) en la parte superior del juego de pedales y afincar bien el zapato. Era razonable que el pedal estuviera un poquito adelantado a la línea normal de los pedales. Entonces - sin mirar "jamás" para abajo - se empujaba el pedal hacia delante, se colocaba el pie libre en el otro y se iniciaba el pedaleo. La bicicleta comenzaba a moverse y si uno era capaz de mantener los pies en los pedales y de sujetar bien el manubrio no había ninguna posibilidad de que el aprendíz se cayera. El camino que llevaba hasta la carretera era un camino amplio y generalmente tenía las dos marcas de las ruedas de los carros que bajaban constantemente por la ranfla hasta la casa familiar. Entre las marcas había una franja de hierba que casi siempre estaba pelada. Excepto en temporada de lluvias el camino era un plato, sin baches, excelente para dar vueltas en bicicleta. Los tres primos seguimos las indicaciones de Pablito. Todas. Pero nos valieron de poco. No podíamos cumplirlas y entre risas y caídas nos pasamos como media mañana. Hasta que dejamos de mirar hacia abajo. Pablito insistía en que si seguíamos haciéndolo nunca íbamos a aprender porque el asunto estaba en "mirar para donde íbamos" y no para el lugar "en donde estaban los pedales y la catalina". Recalcaba que lo importante era mantener los pies firmes sobre los pedales y sujetar y dominar al manubrio para que la bicicleta fuera por y para donde nos diera la gana. Mirar hacia el suelo es el gran error de todo aprendiz de ciclista y al parecer nadie puede resolver ese problema hasta una o dos horas después de la primera lección. Se mira hacia abajo por reflejo. Como si en el piso debajo de los pies estuviera todo el secreto del aprendizaje. El secreto está al frente, en el lugar hacia donde uno va. Solo cuando se logra salir del bache del suelo es que uno puede dominar al manubrio y evitar que la bicicleta parezca un borracho en medio del camino. Cuando eso ocurre uno se da cuenta de que acaba de conquistar a la bicicleta, que la ha convertido en su novia y que ya nunca mas podra salirse con la suya. Que casi ha llegado al nivel de Leonardo. Cuando nos fuimos a almorzar los tres casi que sabíamos montar en bicicleta. Pero necesitaríamos algunas sesiones más para gaduarnos de ciclistas infantiles. Para entonces yo me consideraba el próximo Pipián Martínez, el primer Rey de las carreteras comunistas de Cuba. Jamás tuvimos problemas con el gran amigo Pablito. Siempre nos prestó su bicicleta y en ella pudimos pulir nuestro defectos. Llegó un momento en que medíamos el tiempo que nos llevaba ir y volver desde la hermosa mata de flamboyán que estaba a la derecha de la ranfla y algunas veces pudimos vencer al "ciclón de Zuluetas". Pocos meses después los padres dejaron a Pablito conducir en la carretera "si no venían carros" y también él nos lo permitió. Para entonces otros muchachos del barrio habían aprendido con nosotros y él les dejaba dar su vuelta en la carretera. Generalmente las "vueltas" llegaban hasta frente a la casa de Tíacelia y hasta frente a la casa de Tíonene. Como medio kilómetro. Si bien nunca intentamos imitar al viejo Mayea - el tío de Luisa, la mujer de Tíonofre - en su gran performance de manejar de espaldas al manubrio por la cerretera incluso cuando había tráfico si logramos superar a Justino Martínez pues nos dábamos el gusto de mirar hacia la casa de Tíacelia cuando conducíamos, algo que no se atrevía a hacer Justino cuando conducía su bicicleta rusa y se nos parecía a un espantapájaros mirando al frente como si desviar la mirada la pudiera causar la muerte. Lo que hacía el viejo Mayea era verdaderamente antológico. Mayea era un viejo chiquito y flaco, canoso, medio encorvado y tenía fama de loco en el barrio. Vivía en Caibarién pero se la pasaba en Plateros porque en el barrio vivía su sobrina Luisa - mi tía política - y porque le encantaba forrajear. Contrabandeaba de todo. Lograba que los vecinos le regalaran cosas y él a veces les correspondía. Era ocurrente y decía y hacía cosas que tanto como el asombro provocaban la risa. Recuerdo que una vez salió de mi casa y cuando se metió al potrero de Pablo Gocéndez el buey Aviador - el viejo buey de Pablo que le tenía un odio visceral a mi papá y que casi lo mata una vez en que lo sorprendió en el faldeo de la loma y si no llega a ser porque logró subirse a un gajo horizontal de chirimolla (hasta que alguien acudió a sus gritos) lo hubiera traspasado con sus tarros - lo descubrió y le cayó atrás. Mayea se dio cuenta y llegó sin habla, con lo justo para salvarse, a la puerta de la cerca. Pasó del otro lado y cerró con urgencia. El buey estaba junto a él, en el límite del potrero, rebacando y bufeando. Al viejo Mayea se le había caído un jabón de baño casi al llegar a la cerca. Una persona - desconozco quién pues la historia la cuento de oídas -  que estaba cerca de allí le dijo que se le había caído un jabón de baño. Cuando Mayea notó que era verdad miró para el potrero. Detrás de Aviador estaba la pastilla de Nácar. Mayea se dio vuelta y siguió su camino. Qué va, déjala pa semilla - dijo. Sin embargo si soy testigo de, al menos, una de sus famosas piruetas en bicicleta. Cualquiera le prestaba su bicicleta para que realizara su número. El Viejo se sentaba en el sillín de espaldas al manubrio y cogía a este con sus dos manos. Como si fuera lo mas normal del mundo Mayea comenzaba a conducir la bicicleta e incluso giraba y comenzaba el camino de vuelta. No sé como se las arreglaba para mirar por el rabillo del ojo para saber si venía algún carro "de frente". El Viejo Mayea podía demostrar que era un mago del pedal lo mismo en una bicicleta en perfectas condiciones que en una "angarilla". Recuerdo que un día le pregunté a Tíonofre que si su pariente había tratabajado alguna vez en un circo. Claro...en el circo de Mazorra - me respondió. Mazorra era - y es - el famoso Hospital Siquiátrico de La Habana.
Años mas tarde tendría mi primera bicicleta. Mi padre me la compró en Caibarién. La compró con el dinero que obtuvo de la venta de un quintal limpio de arroz. El día que la estrené recordé los tiempos en que Pablito me permitió montar y aprender en la suya. Mi bicicleta era una bicicleta Niágara. Tosca. Recuerdo que la cogí por el manubrio, que pasé mi pie derecho sobre el sillín y que coloqué mi zapato sobre el pedal derecho. Y recuerdo que arranqué. Recuerdo que estaba mirando para abajo. Pero recuerdo que no me  caí.

Sweetwater, Florida, Usa.
Luis Eme González.
Abril 16 del 2020.










































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