Tuesday, April 21, 2020

Gritos en la noche. Tomado de Grandes Nostalgias.-

La siguiente "nostalgia" es, en realidad, una "gran nostalgia" de mi madre traspasada a mí en sus noches de historias de "la primera casa". Siempre me gustó mucho la historia porque estaba impregnada de cierto halo de misterio. Tenía algo así como el toque macabro que le daba  Arthur Conan Doyle a sus novelas policíacas ambientadas en los páramos ingleses. Ya se sabe que hasta el año 1956 mis padres vivieron en la primera casa, la que estaba en el faldeo de la "segunda" loma, en el sector noroccidental de la finca de mi abuelo. Allí, frente a donde yo nací, estaba el Camino Real y unos metros mas allá el Pichón de Monte ovalado que, por algunos laberintos artificiales, llevaba hasta el barrio de Jagueyal. Para definir de una vez por todas al Camino Real diré que comenzaba, técnicamente, en Yaguey y que terminaba, técnicamente, en Cambao. Digo que "comenzaba en Yaguey" porque el Río Yaguey detenía su curso. Desde ese punto de encuentro se "bajaba" hasta Yaguey Abajo por un terraplén y se "subía" por otro hasta el camino agregado por donde luego pasaría la carretera. En Cambao ocurría exactamente lo mismo porque también había un Río Cambao que le detenía y un terraplén que también llevaba hasta la carretera y hasta las últimas casas del barrio casi en el alero de la costa. El Camino Real dejaba de ser importante en Yaguey y en Cambao porque la línea de ferrocarril de vía estrecha pasaba por el norte de ambos barrios. De no ser por el "exhabrupto" geológico del Pichón de Monte posiblemente nunca hubiera habido un Camino Real y sí toda una serie de caminos sobre el llano que llevarían hasta las "paradas" del Gascar que hacía su viaje diario desde Caibarién hasta Chambas en la provincia de Camaguey. Entre el Camino Real y el Pichón de Monte había una franja de tierra muy pequena que era "terreno de nadie" en algunos lugares en donde las fincas se paraban en aras de las medidas correctas. A veces ese terreno de nadie ocupaba algunos cordeles discontínuos y los ocupantes "legales" a veces los cultivaban o criaban animales. Eso es lo que pasaba al norte de la cerca recta que delimitaba la finca de mi abuelo. Y fue el sitio que eligió José Alberto "Beto" Navarro para edificar su casa campesina. Al Este de la casa de Beto había un solo ocupante legal - Leovigildo Lara y familia - porque el Pichón de Monte se inclinaba hacia el norte y las tierras eran parte de las fincas de Agustín de la Rosa, de Justino Martínez, de Román Barroso y del latifundista Fermín Braceras. Aunque Justino había tirado una cerca recta que dejaba a su hermano Emilio y a su hermana Lela en plena finca de Agustín. Ocurría que no había "problemas" porque la cosa quedaba en "casa". Dominga, la esposa de Emilio y Julio, el esposo de Lela, eran hermanos. Al occidente de la casa de Beto Navarro también había "unos cordeles" que Los Gocéndez habían dejado sin ocupar y que fueron aprovechados por el Neno "Fotingo" Fernández para construír su casa. Hasta el Río Yaguey solo había tres propietarios:  mi tío Nene Fumero (parte de su finca), Los Aguilares y Lolo Rivero que  disponía de una pequeña parcela. Me parece que entre Lolo Rivero y el terraplén había un pequeño espacio libre de dueños, quizás dedicado a "potrero de todos", sin ningun uso especial. El Camino Real no era un gran camino y mucho menos era real. Se trataba de una vía como de tres metros de ancho prácticamente intransitable en tiempos de lluvias y cuyo valor principal estaba dado porque llevaba a los lugareños hasta el camino que bajaba desde Yaguey hasta el Gascar de  vía estrecha en donde se trasladaban a las ciudadas y en donde podían montar sus mercancías y traer de vuelta sus artículos de consumo. A veces los campesinos de Plateros preferían llegar a caballo hasta Dolores en donde había otra parada del Gascar. Cuando los primeros fotingos comenzaron a pasar por el camino que después sería la carretera entonces dejaron a sus caballos pastando en los potreros y se movilizaron sobre ruedas. Toda la gente que vivía al norte del Camino Real era gente sin tierras, muy pobres. Por tanto no es nada anormal que algunos tuvieran que "inventar" para poder vivir. Sobre todo si no tenían un oficio y porque se trataba de épocas en que las familias eran muy numerosas. La casa de Beto Navarro y Nata Obregón estaba frente a la mía, ligeramente situada al Este. De modo que la amistad entre las familias Navarro/Obregón y González/Ferrer y especialmente entre Nata y mi mamá llegaría a ser antológica.
Cuando Beto se "llevó" a Nata ya la mujer tenía dos hijos. Me parece que Nata era nativa de un campo intramontano que estaba muy cerca del Caramelo. Uno de los hijos era un chica llamada Olga y el otro era un muchacho de nombre Belarmino. Como las informaciones de mi madre en este sentido nunca fueron tan explícitas - creo que con toda intención - pues debo volver al "me parece" con la posibilidad real de que la frase pueda convertirse en "estoy seguro" porque mis fuentes serían varias. Parece que Olga se quedó con el padre - que nadie nunca conoció - o con alguien de su familia y que la señora se trajo consigo a Vera - a cuyo padre tampoco nadie conoció - y muy pronto se lo "cedió" a mi madre para que lo siguiera criando hasta ver como se encaminaban en el Camino Real porque mi madre había perdido "dos barrigas" y se moría por tener un niño. Ya he hablado en alguna parte, ampliamente, de Vera Obregón y de su vida con mis padres hasta que yo nací y la madre decidió llevárselo con ella sin que ello quitara que el poeta Vera Obregón continuara siendo como un hijo para mi mamá durante el resto de su vida. Yo conocería a Olga muchos años después y recuerdo que era una mujer grande, casi gorda y descuidada con su físico e increíblemente muy parecida a "los Navarro". Se decía que era una mujer "liviana" en asuntos de hombres pero que respetaba sus compromisos. También supe que tenía un hijo pelotero de calidad extra "con posibilidades de llegar al Equipo de Remedios e incluso de llegar a La Nacional". Al fin un día jugué contra él en Plateros y en efecto se veía "diferente" en un campo de juego pero, en honor a la verdad, no me pareció nada del otro mundo. Se parecía a ella. Había un hombre solitario que vivía en Lomavalla, al sur de Dolores, que todos los días bajaba al barrio montado en su caballo. Era un hombre delgado, bajito, taciturno y daba la impresión de que todo el tiempo se debatía entre mostrar una sonrisa indefinida o mostrar una cara de llanto contenido. Tenía los ojos verde sanguíneo y a los muchachos nos daba la extraña sensación de que era un tipo poseído por algún demonio o de que tenía alguna relación oculta con el Diablo. El hombre de Lomavalla tenía la piel olivácea tirando a rojiza. La gente decía - casi todo el mundo - que era el "papá de Vera". No sé si era verdad. Pero "me parece" que es posible. Porque eran idénticos. Solo me faltó oírle cantar décimas de Chanito Isidrón o verle jugar dominó. Pero eso sí que no ocurrio jamás. Y aunque en verdad nunca supe si era cantador o improvisador de décimas o "ponedor de fichas "empepinables" como "su hijo" ello hubiera sido como poner la tapa al pomo. Debo decir que tampoco es imposible que el hombre de Lomavalla fuera el padre de los dos. Todos los hijos del matrimonio Navarro Obregón nacerian en la casa del faldeo de la loma. Si bien nunca se conoció casi nada de la familia de Natalia Obregón es verdad que de la familia de Beto Navarro se conocía todo. Beto era hijo del Viejo Navarro y hermano de una gran familia que nació y se crió alrededor de la Tienda de Plateros. Entre ellos, su hermano Bernardino, mi tío político, marido de Tíayella.
De modo que Beto Navarro, padre de una prole que casi cada nueve meses se incrementaba tuvo que "inventar", que dar pendolá. Sembró unas "maticas" al Oeste de la casa, en el lindero de Neno Fotingo, crió "algunos animalitos" y a veces hizo algún horno de carbón en "su" pedazo de monte. Como a un kilómetro de su casa, monte arriba, había un espacio llano como de diz cordeles que alguna vez sembró de plátanos. Sus intenciones de campesino correcto siempre se quedaban cortas. Todo lo que hacía tenía que hacerlo en miniatura. En pequeña escala. No tenía tierras, muy poco dinero y una familia numerosa. Tenía hijos e hijas nacidos antes que yo. No le quedó otra alternativa que intentar meterse a negociante. Intentó vender de todo en un mercado saturado de productos del campo. Comprar y vender de todo. Solo que el dinero no alcanzaba para aumentar las ofertas y la demanda a veces no era suficiente. Técnicamente "quebró". Sus hijos no estaban en edad laboral y había muy poco que ayudar en casa. Cuando Beto decidió que ya nada podría resolver sus problemas como padre de familia comenzó a robar. El problema de robar consistía en que robar antes de 1959 equivalía a robar a dueños legales y oficiales. El Estado no tenía nada en donde poder meter la mano a menos que fueras un profesional de las altas esferas. Beto era un analfabeto crónico. Pero dotado con esa rara capacidad intelectual que da la suspicacia y el valor para intentar hacer las cosas. Todo el mundo sabía que Beto estaba traficando "cosas" hacia Caibarién y que de alguna manera había conseguido una pequeña arria de yeguas y de caballos. También se sabía que uno de sus hermanos le acompañaba en el nuevo negocio. Todo el mundo callaba porque estaban convencidos de que lo que estaba haciendo lo hacía "por necesidad". Por necesidad suprema. Toda la zona de Dolores era un emporio agrícola. También lo era la zona de Yaguey Abajo el Oeste de Jagueyal. Allí vivía mucha gente rica de nacionalidad española y de primera generación. Aunque había algunos jerarcas de la caña de azúcar - en donde algunos guajiros con tierra de Plateros ocupaban su tiempo muerto (los sin tierra tenían allí una fuente relativamente estable de trabajo muy mal renumerado) - generalmente el fuerte de la zona era la agricultura no cañera. Especialmente el plátano macho. Los plátanos que se daban allí eran como "tarros de buey" y los racimos casi que llegaban "al suelo". El comercio del plátano traspasaba los mercados de Caibarién y el producto llegó a ser famoso en todo el país. El plátano siempre tenía demanda porque incluso cuando se maduraba los vendedores al por menor tenían un mercado asegurado para quienes les gustaba comprar el plátano maduro directo del mercado para no tener que madurarlo en casa. Beto se dio cuenta de lo que pasaba con el plátano vianda (también el negocio de plátano fruta era muy bueno pero en menor escala) y se lo participó al hermano "cerebral". Y pusieron manos a la obra. Se decía que los hermanos eran capaces de llegar hasta la zona de El Caramelo en busca de sus serones de tarros de buey y hasta Remedios en la búsqueda de nuevos mercados. Entonces comenzaron a escucharse los gritos. Según mi madre los gritos eran sencillamente aterradores. Como salidos del infierno. Lúgubres, misteriosos, de tonalidades finas y agudas con intervalos de silencio desesperantes. Los gritos tenían dos orígenes y los vecinos consideraban que uno de ellos estaba poco después de la casa de Beto y el otro alrededor de la casa de Justino Martínez. Así que una de las fuentes estaba a la orilla de mi casa, un poquito mas arriba y mi madre casi que se cagaba cuando comenzaban alrededor de la media noche. En algún momento se dio cuenta de que los gritos cercanos salían desde algún lugar específico del Pichón de Monte y se lo dijo a mi papá. Mi padre - un tipo que tampoco le tenía miedo a nada pero que también estaba al tanto de gritos tan raros y misteriosos tan cerca de su casa - se levantó de la cama y salió al patio. Mi madre le siguió. Mi padre escuchó en silencio durante unos minutos. Se percató de que los gritos se escuchaban casi con el mismo intervalo y de que tenían dos orígenes muy bien marcados. Creo que no son gritos misteriosos para nada, Niña, ningún muerto está saliendo a gritar pidiendo algo ni regalando nada así que no hay necesidad de buscar a ningún curandero o santero - le dijo -, olvídate del miedo y deja que los "pobres ladrones" continúen en su negocio hasta que los cojan. Mi madre lo siguió hasta la cama. Crees de verdad que sean "ellos" - le preguntó. Sí, sabemos que los han detenido y advertido como tres o cuatro veces pero que como no los han apresado porque la Policía ha aceptado que los plátanos son de "su finquita" o comprados "legalmente" se creen que tienen vía libre y entonces han inventado un mecanismo de señales geniales a la media noche para que la gente piense que es algo sobrenatural y poder trabajar en silencio y solos...así que acuéstate y duerme y no digamos nada a nadie que hagan lo que hagan a esa pobre gente les hace falta - mi padre se viró en la cama y le metió un culazo en sus caderas. De todas formas esta noche ella no podría. Mi madre estaba en la etapa intelectual en la que solo escuchaba las novelas radiales de Félix B. Cagné y El derecho de nacer se llevaba las palmas. Aún no había leído a Arthur Conan Doyle pero estuvo a punto de decirle "está bien, Sherlock Holmes". Los dos terminaron por acostumbrarse a los gritos. Pero les costó trabajo.
Muy pronto se acabaron las "señales" porque los hermanos supieron que habían sido descubiertos por los vecinos. Pero su trasiego continuó con altas y con bajas. Vale decir, detenciones cortas, advertencias y espaciamiento de las transacciones. La familia seguía creciendo pero la pobreza apenas se detenía para dejarlos sobrevivir. Entonces Fulgencio Batista dio un Golpe de Estado en 1952, Fidel Castro asaltó un Cuartel Militar en !953 y cumplió casi tres años en Isla de Pinos por ello hasta que una amnistía lo sacó de la carcel y se fue a México a preparar "su" Revolución. Comenzó su Revolución en 1956 - pocos meses después de mi nacimiento - y la llevó, vistoriosa, hasta el 1 de Enero de 1959. Durante los años en que Fidel Castro comandó su Revolución Beto Navarro no dejó su negocio, siempre en campañía de su hermano. Solo que tuvo que cambiar de residencia. Se perdió de la vida de Nata y de su familia. Casi nadie sabía en donde estaba. El acoso policial y la seguridad de que en la "próxima terminaría en chirona" le obligó a convertirse en un tipo clandestino y no le quedó otra alternativa que esconderse y que dejar de trabajar. Para entonces algunos muchachos habían crecido y junto a Vera se buscaban algunos kilos "por ahí" para ayudar a su mamá. Casi nadie sabía en donde estaba Beto Navarro. Excepto mi mamá. Ya nos habíamos mudado para el cocal pero las amigas del alma nunca dejaron de visitarse ni de quererse como hermanas y mi mamá continuó haciendo lo que podía para ayudarla a sobrellevar "la situación". Beto estaba escondido en la cueva que había al noreste del Llano de la Palma. Una gran cueva que años mas tarde visitaríamos los niños en compañía de los mayores, llena de murciélagos y con un primer piso que formaba una gran roca/piso casi a la entrada. Sabríamos que la cueva continuaba hasta lo  mas profundo pero no nos dejarían ni asomarnos por allí. Beto sí lo hacía. Estaba bien abajo, en un lugar en donde solo su mujer podía encontrarlo. Mi mamá pensaba que en el fondo todos sabían que el marido de Nata estaba escondido en la cueva pero que nadie decía nada porque en el barrio nunca había habido una cultura de chivatos y porque, además, el trabajo de la Policía y del Ejército se había centrado en combatir la lucha clandestina en las ciudades y al "mal ejemplo" que seguían dando los hombres de Fidel desde la Sierra Maestra. Años después también visitaríamos la cueva con los maestros como parte de la enseñanza primaria - rama Geografía Física - y nos acostumbraríamos a llamarla "la cueva del abono" por la gran cantidad de guano de muerciélago que terminaría por convertirse en un fertilizante muy cotizado. Mi mamá me decía que en la cueva Beto "le hizo a Nata como dos o tres muchachos mas durante los años de La Revolución". Uno de ellos es un poco menor que yo y el otro contemporáneo de dos de mis primos maternos. De modo que debieron ser "esos". Tal vez haya una tercera que debió nacer en los albores del triunfo fidelista.
Me parece que el socio hermano nunca se escondió definitivamente y que continuó haciendo fechorías en menor escala aprovechando el caos general que estaba provocando la Revolución de Fidel Castro. Descuido que también llevó a Beto Navarro a salir de su escondite y a volver a jugársela con la venta de plátanos. Solo que ahora trabajaban en la oscuridad. En silencio. Con mucho cuidado. Sin alaridos/señales espeluznantes de media noche. Pero con la Revolución aparecieron los "colaboradores" y los hombres y mujeres que "velarían" por la "honradez" del "nuevo proceso que se estaba erigiendo desde las montañas orientales". Los chivatos, como le nombró el pueblo. Incluso el pueblo fidelista. Y una noche cazaron a Beto Navarro mientras protagonizaba otro de sus viajes a Caibarién. Lo cazó un "chivatazo" y sus captores se lo llevaron a la Loma Real, en donde los rebeldes se preparaban para la llegada del Comandadante Camilo Cienfuegos que había estado conduciendo su parte de La Invasión de manera magistral. Sus captores le conocían sobradamente porque lo estaban siguiendo. Parece que Beto no los conocía. El caso es que lo despojaron de su arria y solo le dejaron a su yegua guía. Cuando le preguntaron que para donde iba con tal carga de plátanos Beto dijo que "para el Campamento de Camilo" y el Jefe agregó "Ah, sí, en serio?". Le taparon los ojos con una venda chapucera y le pidieron que se sujetara bien de las riendas porque el camino seria largo hacia el Este. Mi mamá pensaba que "hacia el este" quería decir con rumbo a La Caridad, cerca del pueblo de Meneses, en donde estaba el Campamento Rebelde que se ocupaba de los asuntos de la Revolución en el Municipio de Yaguajay. Beto no dijo nada y les siguió. Nunca se supo cuantos eran sus captores acompañantes. Beto pensaba que sería llevado a algún lugar en donde mandaran los revolucionarios y que si lo condenaban sería para pedirle que se les uniera a ellos o que se convirtiera en un informante o en un proveedor desde el llano. Tampoco se sabe que era lo que iba a decidir en caso de que la cosa se desarrollara de esa manera. Mas o menos una hora después la noche se convirtió en una boca de lobo y comenzaron a escucharse algunos truenos lejanos. La brisa soplaba fresca y casi húmeda. Que comenzara a llover sería cosa de tiempo. Beto sabía que siempre cabalgaría sobre terreno conocido. Al norte estaba la carretera casi concluida de Caibarién a Yaguajay y esa zona era "tierra nostrum". Así que comenzó a elucubrar sobre la manera de escapar aprovechando las condiciones del tiempo. Sabía que sus posibilidades eran mínimas porque le tirarían con todos los hierros tratando de peinar el espacio por donde los rebeldes pensarían que huiría. Pero no le quedaba otra opción pues no sabía en realidad a donde lo llevaban ni para qué. Solo sabía que sería juzgado por "otras autoridades" y que su cargo muy bien podría ser "ladrón reincidente". Pero eso solo serían dos palabras pronunciadas por "un nuevo poder". Entonces la noche se acotejó una pizca y los captores detuvieron las cabalgaduras. Se desmontaron y le pidieron que también lo hiciera "con cuidado" mientras le ayudaban. En el suelo le quitaron la venda de los ojos. Uno de los hombres le pidió que mirara para la tierra. Acababa de prender un fósforo. Había una vieja pala y un pico casi nuevo. Le preguntó que si "veía eso". Beto, tratando de simular ecuanimidad, dijo que sí. Muy bien, tú eres mucho mas reincidente que Nene Pasomalo pero nunca te han juzgado de verdad, ahora serás sometido a un Consejo Revolucionario de Robos y pasará lo que El CRR crea que tenga que pasar, si esta pala y este pico no tuvieran el uso que probablemente tendrán no hay problemas - agregó el que parecía ser el Jefe de los captores. Le ordenó que se subiera de nuevo a su cabalgadura y le colocó el pico y la pala delante de su cuerpo sobre el pescuezo de la bestia y otra vez le coloco la venda sobre los ojos como al descuido porque pensaba que la venda era un formalismo. Los aparejos de Beto no tenían pico delantero y estaban forrados de saco. Beto apenas podía contener el temblor de sus labios y de su estómago y se preparó para orinarse y para cagarse sobre el lomo del aparejo. Sabía que allí  no podría intentar la fuga y obedeció. Está claro - preguntó el Jefe. Beto logró responder "sí", los demás subieron a sus caballos y continuaron la marcha. Beto calculó que irían a la altura de las casas de Los Curros, muy cerca de la altura de la suya. Comenzó a pedir a un dios desconocido que la noche se volviera a poner negra como ala de totí y que comenzara a llover. Como ello no ocurría y como no sabía hasta donde lo llevarían ni a que altura estaría el lugar de destino le vino a la mente el nombre que había pronunciado el tipo. Nene Pasomalo. Nene Pasomalo era un hombre de una familia de Jagueyal a la que llamaban Los Pasomalo. Se decía que todos eran ladrones incorregibles que se la pasaban detenidos o presos. Solo que eran ladrones amateurs, ladrones en pequeña escala, de poca monta. De modo que su fama de ladrones era mayor que el efecto real de sus fechorías. Sin embargo los trabajos de Nene le estaban ganando adeptos en el mundo del hampa local. Parecía que estaba a punto de convertirse en profesional. Un día estaba siendo juzgado en Caibarién por "robo continuado" y el Juez le dijo que sería condenado a seis meses de prisión. Nene Pasomalo se levantó de su silla y pavoneándose exclamó "bah, eso lo pasa un grillo abajo e una piedra". El Juez, molesto por el desplante, agregó "muy bien entonces cumplirá un año". Nene se sentó otra vez y bajó la cabeza. Coño, se jodió el grillo - dijo en voz alta. La salida provocó la risa de los asistentes. En un final Nene no llegó a cumplir ni siquiera la primera condena. Cuando Beto pensaba que su mala suerte estaba llegando al límite de su paciencia y cuando calculaba que el sol era capaz de salir sobre la media madrugada para impedir su fuga los truenos se volvieron a sentir, la noche se puso negra como culo de caldero de fogón de leña y las primeras gotas de agua comenzaron a caer. El Jefe dijo "tranquilos, hay que seguir debajo del agua como si nada". Cuando dijo "nada" Beto - que no iba atado - cogió la pala en una mano y el pico en la otra y los lanzó contra quienes iban delante y contra quienes iban detrás. El calculaba que serían cuatro. Con la misma se tiró de la yegua y comenzó a correr a la desesperada hacia el norte. Nunca supo cuantos cargadores le vaciaron los rebeldes ni si hablaron algo durante la andanada cerrada. Beto corrió a monte travieza, en zig zags, tratando de no desviar el rumbo recto porque estaba casi seguro que iba hacia el barrio de Plateros. No sintió los golpes ni los arañazos en su cuerpo ni el sangramiento de los dedos de sus pies ni el de sus tobillos ni los ramajazos en sus brazos desnudos. Las piedras, los árboles, los troncos caídos, los maniguazos, las enredaderas, las espinas, se cebaron en su cuerpo relativamente joven y obeso. En un cuerpo que para el instante de llegar al llano ya iba completamente desnudo. Cuando llegó a casa de mi abuela y Tiacuka le abrió la puerta Beto se desplomó contra el piso de la sala y casi se rompe la mandíbula. Estaba amaneciendo y estaba completamente desnudo si descontamos la petrina del pantalón que todavía se sujetaba mediante el cinto de piel. Tiacuka despertó a la abuela y entre las dos le pusieron un pantalón de Antonio el Isleño y lo acostaron sobre la mesa del comedor. Tiakuka nunca supo como fue que le abrió la puerta a un desconocido en el fondo de la madrugada. Son las cosas de Dios - me dijo la ocasión en que trate de interrogarla. Una hora después todavía Beto no había podido pronunciar una sola palabra aunque estaba completamente despierto. Las dos mujeres esperaron a que quisiera explicar que era lo que le había pasado. Pero cuando Beto considero que su cuerpo estaba listo para seguir corriendo se tiró de la mesa, pasó entre las dos mujeres, abrió la puerta de la sala y se lanzó hacia el potrero. Mi tía y mi abuela solo supieron otra vez de él cuando terminó la Revolución y Beto pudo regresar de su segunda estancia en la cueva del abono. Las nuevas autoridades tenían cosas mucho mas importantes que resolover en 1959 y cerraron el Caso Beto Navarro. No tengo información relacionada con que si Beto reincidió en tiempos fidelistas. Pero me parece que no. Su antiguo cómplice, su hermano, si lo hizo. Pero para entonces era un tipo muy sofisticado, que prefería robar a su propia familia que a los personeros del Nuevo Poder. Sin embargo el Caso del cinematográfico escape de Beto Navarro de las garras de los rebeldes también tiene otra arista. Nata era muy amiga de Digna González, la esposa de Juan Ramos, un mulato de Plateros que era colaborador de los rebeldes y les abastecía de comida. El día posterior a la fuga de su marido Nata se llegó a la casa de Digna y le pidió que le ayudara a buscar a su marido. Le estaba pidiendo, en realidad, que intercediera por ella con los rebeldes en caso de que fuera necesario. Su esposo se ofreció para acompañarla él mismo y se metieron al monte dejando a Digna llena de hocicos porque su amiga era un "poquito liviana de entrepiernas". Poco después regresaron sin noticias de Beto Navarro. Ahora bien, si Nata sabía que su marido se había escapado por qué lo estaba buscando al otro día?. Las fuentes mencionan dos posibilidades. La primera es que Beto pasó por su casa, le contó lo sucedido y le pidió que tratara de despistar a los rebeldes dando la impresión de que todavía estaba perdido en la Loma. Y los Ramos González eran gente de confianza que podrían ayudarlo a ganar tiempo. La segunda fuente plantea que Beto salió de casa de Enriqueta Ferrer y subió directamente al Pichón de Monte sin avisar a su mujer. Pero que le pidió a Queta y a Tíakuka que le dijeran a Nata que se había escapado pero que todavía estaba en peligro y no estaba seguro de salir ileso del intento de fuga. Mis padres no tenían esta información. Yo la tendría dácadas mas tarde. Incluso esta fuente asegura que ya Camilo estaba en La Caridad. Por tanto el episodio data de finales de 1958. Cada vez que subía a la loma con mi padre e incluso después, cuando lo hice solo, siempre pensaba en la fuga espectacular de Beto Navarro de las garras de los rebeldes locales. Y siempre volvía a mirar el camino por donde caminaba y a veces me metía en el monte cerrado para ver si podía encontrar algún guiñapo enredado o trabado entre los árboles. Cada una de las fuentes siempre tuvo una versión diferente pero los detalles apenas diferían. Mi primera y gran fuente fueron mis padres. Y como ellos - y como tantos lugareños - también fuimos bastantes cuidadosos al tratar de encontrar mas datos relativos. Siempre supimos que hay cosas que no deben salir a la luz.
Muchos años después fui a ver a Nata Obregón al Hospital de Caibarién. Estaba ingresada desde hacía unos días y cuando llegué había dos de sus hijas con ella y como siempre comencé a bromear. Nata estaba enferma de algo que se me pasa pero al parecer no era nada complicado. Para entonces la vieja Nata estaba prácticamente ciega. Las hijas iban a a decirle quien había venido a verla cuando las detuve. No, esperen, déjenme hablarle a ver si me conoce por la voz - les dije. Los avatares de la vida y los años habían separado un tanto a las familias y ya no no nos veíamos como en los buenos tiempos de Plateros. Vivir en la ciudad no era gran cosa en ese sentido. Me acerqué a su oído y recité. "Camilo tiene amarrado en el pescuezo un pañuelo y el aceite de su pelo le da un brillo exagerado arroja el sombrero a un lado se afloja la guayabera tose como si quisiera deshacerse de su murria y al compaz de la bandurria se expresa de esta manera". Entonces me acerqué mas y dije "vieja puta, a que no sabes que décima es". Sonrió y dijo "cómo no, una de Camilo y Estrella". Está bien, pero a que no sabes quien es el que te esta hablando - agregué. También lo sé, Luisito - aseguró. Asi que me separé de su rostro y dije "estás de alta". Ojalá - expresó - y la Niña. Está bien, iremos por tu casa en cualquier momento - concluí. Durante mi primer viaje a Cuba en el año 2012, nos detuvimos en la casa de Beto Navarro en Cambaíto, un suburbio al Este de Caibarién, cuando regresábamos de "nuestros campos". Recuerdo que logramos saludar a una de sus hijas que vivía con él y a Vera que, para entonces, estaba enfermo del corazón y que no soltaba su Biblia ni un segundo. Mi hermana sabía que Beto estaba postrado, mas gordo de la cuenta pero que su postración era debido a su ceguera terminal. De modo que le pedí a su hija que solo me dejara mirarlo sentado en su silla de la sala por la abertura de la puerta principal pero que no quería someterlo a la prueba  de mi voz porque le iba a ser muy difícil reconocerla.
Siempre que pienso en esta historia de los gritos aterradores que se intercambiaban los hermanos como señales macabras en el alero de la media noche pienso que para entonces aún yo no había nacido. Pero - me pregunto - por qué diablos me parece que yo también la viví desde el interior de mi primera casa. O será porque uno siempre está vivo desde que sus padres se convierten en entes con capacidad reproductiva.

Sweetwater, Miami, Florida.
Usa.
Abeil 19 del 2020.
Luis Eme González.


















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