Friday, March 20, 2020

Educacion y la mudada de Tiaobdulia.

Tomado de Grandes Nostalgias.


He hablado en otra parte de las maneras que tenía mi familia de ir a la casa de Tía Obdulia en Yaguey. Podíamos ir en la yegua Perica por la carretera hasta donde un camino bajaba frente a la casa del viejo Gerardo Carbajal y se metía por entre aguacatales y ocujales hasta la vaquería de Luis García. Posiblemente el gran campo de aguacates fuera de Gerardo aunque también pudiera ser que fuera propiedad de algún miembro de la familia Rivero. Casi siempre el camino estaba lleno de charcos de agua y de pantanos pestilentes porque el follaje tupido no dejaba pasar la luz del sol. El camino pasaba por la orilla  occidental del gran potrero del señor ganadero. Había un par de puertas que vencer. Una de ellas casi estaba en la cuneta de la carretera y la otra cuando se llegaba al solar en donde estaba la casa de Tía Obdulia, su marido Antonio Fuentes y sus hijos. Las puertas siempre estaban cerradas. De modo que para abrirlas había que repetir el ritual de "abrir una puerta de cerca de campo" sin desmontarse del caballo. Como los hombres que comandaban a las bestias no querían bajarse de sus lomos empañados o enmonturados pues tenían que ladearlas contra la cerca, inclinarse con cuidado y tratar de sacar el asa de alambre del primer poste de la puerta. Con el poste en la mano intentaban entrar y cuando estaban dentro se repetía la rutina, ahora para cerrarla, pasando el asa sobre la madre de la cerca cuando el asa no estaba clavada en la madre. Dejar una puerta de potrero abierta podía provocar un caos de animales sueltos en la carretera o en las fincas colindantes. Además, una puerta era la frontera oficial del territorio del dueño. Que no siempre se quedaba callado cuando "algún comemierda le dejaba la puerta abierta". A veces íbamos a la casa de la Tía Obdulia por los caminos interiores. Pero no podíamos salir a través de la cerca de Gocéndez porque ni la cerca que estaba a la orilla de mi casa ni la que estaba pegada a la casa de Domingo Chipucia tenían puertas. De modo que había que coger por el lecho del río cuando estaba seco o por el camino que pasaba por su ladera oriental en la orilla del cañaveral de Gaby, subir a la carretera y bajar por el camino que pasaba por el medio de la finca de Cándido Perdomo. Al final estaba la primera puerta clásica de potrero. Era la puerta que daba entrada a la casa y a la finca de Domingo  "el isleño" Chipucia. Unos quinientos metros al sur había otra puerta que llevaba a las fincas de Los Curros. Desde ahí hasta la casa de Tía Obdulia había montones de puertas en las fincas o en los pequeños solares que albergaban a las casas de los residentes mas pobres. Porque Los Curros eran gente relativamente acomodada. También lo eran Agustincito González y Los Abréus, cuya finca se abría un poco hacia el sur en donde la Loma se curvaba al suroccidente.  Pero por allí - en un espacio de unos tres kilómetros cuadrados - también vivían Vitico González, el primo hermano de mi papá (sin tierras), Amalio Aroche (apenas un solar) y Olegario López (solar y fracción), un señor que era hermano de Martín López el de Santa Rosa, padre de Tía Celín, esposa de mi tío carnal Pedro Leyva. Olegario estaba casado con una mujer que era pariente de mi padre, cuyo nombre y rostro no recuerdo y por eso a gran parte de la familia "le extrañó" que Fela la de Belillo se casara con Jesus el hijo de Olegario porque eran "primos". Olegario tenía dos hijas muy parecidas. Una de ellas destacaba por su color de piel aceituna y por sus facciones aindiadas. Esta mujer se pasaba la vida celebrándome. Siempre nos recordaba "lo inteligente y lo bonito" que yo era. Admito que a veces me creía lo de "bonito". Su rostro era el rostro perfecto para que mi papá le encontrara algún parecido y por ende le endilgara un sobrenombre. Así que le "puso" el "Indio Hatuey". Hatuey fue uno de los aborígenes del país - oriundo de La Española - que enfrentó a los españoles cuando estos acababan de llegar a Cuba. Es famoso por decirles en su propia cara, mientras lo preparaban para quemarlo en la hoguera en nombre de la Santa Inquisición, que si personas de su calaña "estarían alguna vez en el cielo él no quería compartir el paraíso con ellos". Parte de la familia siempre se refirió a la chica López como "el Indio Hatuey'. A veces solo se le decía "el indio". Después de la última puerta comenzaba el gran solar que era parte de un potrero en donde estaba la casa de Tía Obdulia. Recuerdo que al sureste estaba la gran vaquería con paredes de listones estrechos de madera, piso de tierra y techo de zinc a dos aguas en donde jugaba con los primos y a veces con el hijo gigantón de Amalio Abréus. Me encantaba visitar la casa y hacer el viaje por los caminos de las fincas interiores. Pero ya he hablado de ello.
Tía Obdulia era la hermana más instruida de la familia. Y era una de las hijas mayores de Ramón Leyva y de Prudencia. Por tanto fue una de las medio hermanas que ayudó a mi madre a criar y a cuidar a la nueva familia. Mi mamá me contaba que Tía Obdulia era tan buena estudiante que "el Gobierno de Batista la premió con una beca en La Habana". Sin lugar a dudas esta era una gran información. A la que nunca pude dar un "terminado" porque los datos de mi madre eran  relativamente truncos. Fulgencio Batista y Zaldívar alcanzó el poder en Cuba a finales de los años treinta a través de un Golpe de Estado y gobernó legalmente cuatro años después de las elecciones generales de 1940 hasta 1944. Me refiero a su primer gobierno. Mi mamá nació en 1920. Digamos que la Tía Obdulia nació en 1925. No tengo el dato aunque pudiera conseguirlo. O sea que tendría unos 15 o 16 años cuando se ganó la beca. De haber sido en otro gobierno "legal" antes de 1934 hubiera sido una niña y no la hubieran dejado marchar. Es posible, además, que la beca fuera otorgada por los sucesores de Batista - Ramón Grau San Martín o Carlos Prío Socarrás - y entonces quien viajara a la capital de la República fuera una mujer hecha y derecha. Desconozco en qué consistía la beca. Pero me parece que tenía que ver con la rama "Oficios". Tampoco sé de su tiempo de duración ni si hubo un cetificado o diploma ni si la Tía regresó sin graduarse ni si trabajó en Caibarién antes de casarse con mi Tío Manolo. Ahora bien, en dónde estudió mi Tía sus primeros seis grados de la Enseñanza Primaria?. Según mi madre había solo una "escuelita" de barrio, pobrísima, en el terreno que después sería la arboleda de Pablo Gocéndez. Ella misma asistió allí porque le "encantaba estudiar". Asistió el tiempo suficiente como para aprender a leer correctamente y a escribir con cierta solvencia. Recuerdo que me hablaba de una de sus maestras con especial devoción.  De Caridad Almanza. Era un dechado de pedagogía y de humanidad. No sé de donde saqué alguna vez que la maestra se llamaba María Luisa Potestá. Fue un nombre que simplemente, se me "pegó". O porque tal vez haya sido otra maestra. Mi mamá se reía cuando yo hablaba de nombre tal y repetía "no, chico, era Caridad Almanza". Estaría la escuela allí mismo cuando Tía Obdulia creció?. Fue a otra en Yaguey o en Cambao o en Caibarién?. No sé. Cuando hablábamos de que mi papá era un "animal con ropa" porque solo había aprendido a poner malamente "su nombre y apellidos" - y mas bien "parecían una rúbrica" - lo justificaba diciendo que "nunca iba a la escuela y cuando lo hacía no atendía a la maestra". Teniendo en cuenta que todavía yo no era un gran investigador genealógico nunca llegué a saber si asistieron juntos a la escuelita de Caridad Almanza. Lo que es posible porque solo se "llevan" cuatro años. Ya he dicho de donde le vino la inteligencia natural de que hacía gala mi padre. El caso es que un buen día la Tia Obdulia se casó con mi Tío Manolo "Ramos" González y al parecer olvidada de sus tiempos capitalinos se metió, por amor, en los tremedales cercanos a Jagueyal entre manglares y cangrejos, en el alero del mar, en donde mi Tío regenteaba una barbería de pobre que atendía a los cortadores de caña durante la zafra y a los cultivadores durante el tiempo muerto. El sitio, entre Yaguey Abajo y Jagueyal, se llamaba La Arrocera. Mi mamá no sabía por qué pero le parecía que era porque que por allí algunos agricultores sembraban bastante arroz. La Barbería del Tío incluía un pequeño lugar adyacente en donde se servía almuerzo y meriendas a los trabajadores. Hubo un tiempo en que era tanta la demanda que el local exigió la contratación de ciertos trabajadores. Estamos hablando de un período entre 1945 y 1955. Durante el cual mi Tío le "hizo" cinco hijos a mi Tía. Entre los trabajadores que se "colocaron" en La Arrocera estaba mi madre. La relación con mi padre estaba tocando fondo por motivos rutinarios y ella - que ya había acabado de criar a sus medio hermanos - decidió aceptar la oferta del cuñado. Fue allí a hacer de todo. Como una mujer orquesta. Cuando mi padre se dio cuenta de que estaba perdiendo la batalla contra la hija de Prudencia - ya era un hombre maduro - comenzó a visitar a su "hermano" en La Arrocera. Según mi mamá se llegaba por allá cabizbajo y silencioso, con el pelo "normal", sin hacer chistes, solo motivado por lo que ambos sabían. Su trabajo en La Arrocera duró muy poco. Mi padre la preñó y se la llevaría poco antes del primer parto malogrado.
Mi madre tenía una palabra para significar que un hombre era un "vago", alguien que no hacía nada, que no disparaba ni un chícharo. La palabra era, más que "vaqueta", "pendolá". No "dar pendolá" era dejar que las cosas pasaran sin que importara un comino resolverlas. La palabra se hizo muy popular entre algunos de mis primos y siempre la usaríamos para significar lo que significaba en labios de mi madre. También nos causaba risa y a veces hasta llegábamos a ironizar mencionándola. Mis intentos filológicos para tratar de encontrar su origen siempre fracasaron. Ni aunque haya dado infinitas "pendolades" por lograrlo. Pues bien, parece que mi Tío Manolo no aspiraba a nada mas que a cortar el pelo a los que se aparecieran por su barbería y para de contar. Una esposa y cinco hijos era demasiado para un salario de mierda. Entonces a mi Tío se le ocurrió la idea de tratar de irse a vivir para La Habana - allí vivían algunos miembros de la familia - en donde seguramente un barbero "bueno" tenía mas chance de sobrevivir. Como Manolo no daba "pendolá" un día se pelearon y muy pronto el Tío se fue para La Habana a cortar pelos de capitalinos - entonces no decíamos "cortar el pelo" sino "pelar" - y la Tía se juntó con un hombre magnífico del barrio Yaguey Arriba llamado Antonio Fuentes cuyo trabajo estaba relacionado con la carpintería y con las vaquerías. Hasta donde llega mi memoria ya la casa estaba al otro lado de la cerca del potrero de Luis García, delante de la vaquería que cité y es muy posible que estuviera en terrenos cedidos por el dueño. Lejos de La Arrocera, al sur de la carretera, en otro ambiente laboral. La casa era la casa típica de campo con la diferencia de que tenía pisos de cemento, sus habitaciones eran mas grandes y tenía un portal hacia el norte con techo de zinc. Antonio Fuentes no tenía hijos. Se hizo cargo de los cinco de su mujer, le hizo dos mas a la Tía y sería tan querido por aquellos como querían a su propio padre. Toda la familia lo adoraba. Sus hijastros siempre le llamaron "Fuentes". Antonio, le llamábamos los demás. Manolito. Arelys. Mirtha. Mignorys. Fermín. Joaquín y Daniel. Manolo también se volvió a casar en la capital con una señora española a la que la familia llamaba "la gallega", mayor que él y que, tanto como su mujer, siempre fue la amiga que lo cuidó y que lo controló. Porque la gallega sí que daba pendolá. La gallega Guillermina.
Entonces nos enteramos de que Antonio y Obdulia "se mudaban para La Habana". Antonio tenía algunos familiares en Santiago de las Vegas, ciudad satélite al suroriente de la capital y le habían convencido de que allá había mucho trabajo de carpintería y mas futuro para sus hijos que ya eran hombrecitos y mujercitas. Así que fuimos invitados a la mudada. Que era, en realidad, una despedida. Antes de que el camión se llenara con las cosas de la casa hubo todo un día de fiesta. Otra vez la memoria no me lo regala todo. Lo único que recuerdo es a la familia ayudando a montar las cosas en un camión que estaba del lado occidental de la casa, en el potrero de Luis García. Me parece que el camión era uno de aquellos camiones chinos cuya marca no recuerdo, de pésimo diseño que ya cité en otra crónica nostálgica. Y recuerdo también a Joaquín - hijo de Antonio - tirándose rollings conmigo en el gran patio oriental de la casa. No recuerdo a un solo familiar de los muchos que estaban allí. Tampoco a los familiares de Fuentes. Incluso no puedo ver a mis primas y primos González Leyva. Todos eran - excepto Daniel - algunos años mayores que yo. Ocurría que visitábamos la casa de Tía Obdulia con mucha menos frecuencia que a las otras casas de la familia y por tanto el roce con esos primos no era permanente. Tampoco ellos nos visitaban tanto. Algo que cambiaría cien por ciento desde que llegaron a La Habana. Recuerdo también que esa noche regresamos por la carretera y que yo iba montado entre mis padres sobre el lomo de la yegua Perica. Que había luna lunera, que había un cielo naranja al oriente y que una o dos estrellas fugaces se desplazaron por el cielo hacia el sur y que tanto aspaviento espacial me seguía provocando pavor e interrogantes extrañas. Mi infancia no impedía que me maravillara - y asombrara - ante la inmensidad de la naturaleza. Desde entonces los viajes a los sitios occidentales de Plateros se realizarían por la carretera. Con algunas excepciones. La casa actual de los herederos en Santiago de las Vegas es la misma - con ciertos retoques - en la que comenzaron a vivir aquel lejano año de la década de los sesenta. En el 2018 estuve allí.
Conservo solo dos recuerdos anteriores a 1967 relacionado con la familia Gonzaáez/Fuentes Leyva. Y no estoy completamente seguro de si se trata de antes o después de que se mudaran para La Habana. El caso es que Monolo jr - Manolito - era muy joven y estaba estudiando, becado, en alguna escuela fuera del municipio de Caibarién. Es posible que estudiara Magisterio en Topes de Collantes. Un día se vino por mi casa y recuerdo que me dio un repaso de Español en la mesa del comedor. Pero me trató como a un niño del que se decía era "muy inteligente". Vale decir, no me dio el chance de "comérmelo"  a preguntas. Entonces era, también, un Ferrer puro. El segundo recuerdo también pudiera estar sesgado pero la posibilidad de que sea de antes de la fecha mencionada creo que es de mas del cincuenta por ciento. De modo que me atreveré a incluirlo. Yo solo había oido hablar de Manolo "Ramos". Mi papá lo mencionaba siempre con mucha devoción. Manolo era mayor que él. Todavía yo no había analizado muy bien la colección de fotos familiares que había en mi casa. Por tanto la única foto suya que había era eso: solo una foto más. Una foto tipo carnet en donde está, color sepia, con el pelo peinado hacia atrás, semiladeado y con la pinta Ferrer. Manolo no era un visitante frecuente al barrio de Plateros. Mucho menos lo sería después que se mudó para La Habana. Sin embargo recuerdo perfectamente la primera vez que lo "vi". Posiblemente vino de vacaciones o a ver a su mamá. El caso es que montó su barbería en el portal de Tíacelia y cortó el pelo de montones de amigos y de familiares. No podría asegurarlo pero imagino que trabajaría gratis. Fui uno de los "pelados". Recuerdo el taburete mirando hacia la carretera y al tío de La Habana pelándome "rebajadito" y recuerdo aquel trapo blanco caído sobre mi pecho desde la base del pescuezo para que mis cabellos no cayeran sobre mi ropa. Tío Manolo siempre se refería a mi papá como al "loco" y ese día de la maratón peluquera también lo hizo. Y dónde está el loco, recuerdo que me preguntó. No respondí.
Durante las vacaciones de algún año de la enseñanza secundaria en Remedios mi Tía Fela decidió visitar a la familia en La Habana en compañía de su hijo Gersy y me invitó. De esa manera fue que conocí la casa de Antonio y Tíaobdulia en Santiago de Las Vegas. Desde que terminé el Servicio Militar en el año 1980 y hasta el año 2001 la visité montones de veces.

Swetwater, Miami, Usa.
Luis Eme Gonzalez.
Marzo 20 del 2020.



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