Friday, December 12, 2014

EL BURRO PLATERO: HAN PASADO CIEN AÑOS.-



Tomado de Grandes Nostalgias.


El mundo hispano está celebrando el primer centenario de la edición de Platero y yo, el gran clásico del Nobel de Literatura español Juan Ramón Jiménez. Con menor intencidad, tal vez, el resto del mundo. En un final Platero es un burro universal que fue concebido para todos y no para los niños como todavía muchos piensan. Juan Ramón y su burro Platero me traen un montón de recuerdos de mi infancia.  No podría asegurarlo, pero posiblemente mi primer encuentro con el animal se haya producido en las páginas del libro de Lecturas que me regaló Lilia Ferrer en mis años de enseñanza primaria. Debió ser  en el primer capítulo de la obra, en donde también vendrían algunos datos biográficos del maestro. Pero no se piense que mi primera impresión estuvo matizada por la obra en sí. Sino por la nomenclatura. En principio pensé que alguien llamado Juan Ramón Jiménez "había tenido que ver" con el barrio en donde yo vivía. Para entonces yo calculaba que Platero era una palabra en singular. De modo que me decepcioné enseguida cuando me di cuenta de que la cosa andaba entre un burro muy suave llamado Platero, que comía yerbas aromáticas de la mano de un hombre posiblemente viejo y un paisaje extranjero que no conocía. Yo jamás había pronunciado Platero con ese al final.
Años después, cuando profundicé en el estudio de la Historia de Cuba, me topé con el nombre de un combate de ligera importancia, desarrollado durante la Segunda Guerra por la Independencia (1895 - 1899). El texto hablaba del "combate de Plateros". Yo lo hubiera tomado como un "nombre parecido" al del sitio en donde vivía de no ser porque los detalles de la batalla mencionaban a una geografía que era la geografía de Platero. Así que, sabedor de que en mi barrio se había desarrollado una batalla entre los mambises y las tropas españolas, le pregunté a mi padre qué tanto conocía del evento histórico. Mi padre atesoraba algunas noticias dispersas. Y citaba a su padre Manny hablando del Abuelo Vito. Parece que los mambises esperaron a los españoles subidos en la punta de la loma que estaba frente a la casa de Néne Fumero - mi tío por la parte materna -, al Oriente del Camino de Ramón Gordo. Cuando la columna española pasaba, montada en sus caballos ( mi padre no podía asegurar si se trataba de una tropa montada o de infantería) comenzó la andanada de tiros desde la cima del monte y la desbandada de los peninsulares a campo travieza. Decía mi padre que Abuelo Vito se desternillaba de la risa cuando contaba cómo los "cubanos" les gritaban "gallegos de la puta madre" desde arriba, en lo que calificaba como una "puta emboscada de mierda". Mi padre agregaba que todavía era posible encontrar casquillos de las balas disparadas en ambas direcciones durante el Combate de Plateros y se asombraba de que yo no hubiera encontrado ninguno dadas las muchas veces que había ido por las matas de anoncillos que crecían por allí. Mis estudios de la Historia de Cuba me llevaron a saber que vivía en "Plateros" y no en Platero. Sin embargo no conozco a nadie del barrio que haya incorporado jamás la s al final de la palabra. Quizás porque la palabra "oficial" siga existiendo sin s. El burro comedor de yerbas olorosas sí que se llamaba Platero. Y era, por demás, casi un burro humano, muy inteligente, cuyo dueño, tanto como su amo,  era su amigo y su mejor mimador. Un "burro personificado", como diría la profesora de Literatura. En aquella época un burro era para mí lo que era para todos los guajiros cubanos. Un animal que representaba la brutalidad exacerbada, la falta total de raciocínio, un animal que podía darte una coz sin pensarlo dos veces, que si se apareaba con una yegua producía una mula estéril y que se carcaterizaba por tener una tranca descomunal. En la familia, y entre las amistades, había montones de "burros". Mi padre, a pesar de su inteligencia natural, era catalogado  a veces de "animal con ropa" por mi madre, cuando se enojaba con él. Pero jamás le llamó burro.
Pocos años después caería en mis manos el libro completo de Juan Ramón. Y podría degustarlo como lo había hecho el resto de la Humanidad agradecida. Pero para esa época reaparecieron las asociaciones. Me gustaba saber que el autor había nacido en una pequeña ciudad andaluza llamada Moguer, desde cuyo puerto de Palos había salido Cristóbal Colón en 1492 con rumbo incierto, pensando encontrar lo que no encontraría nunca en medio de su encuentro terminal. Y pensaba que Juan Ramón y su burro eran tan adorables porque también lo habían sido los habitantes de Moguer - de todas las clases sociales - que habían ayudado al genovés a preparar la Expedición. Entonces podía ver a la campiña andaluza en todo su esplendor, locación espectacular por donde paseaban el dueño y su burro matizando a la sociedad con guiños exquisitos,
Profundizar en la Historia de Cuba de la segunda mitad del siglo XIX es profundizar en la vida y en la obra de José Martí y Pérez. Cuando me metí a profundidad en su labor literaria me encontré con una pequeña joya llamada La Edad de Oro. La Edad de Oro fue una "revista para niños", con hermosísimos grabados e ilustraciones, que concibió el genio cubano para "los niños de América" en 1899, mientras preparaba la "guerra necesaria" contra el Colonialismo Español. Sus cuatro números están premiados con historias, cuentos, poesías, leyendas y anécdotas del inmenso semillero universal. Uno de sus relatos cumbre habla de tres de los héroes americanos más descollantes en la Historia Libertaria de las naciones del sur del Río Bravo. Siempre que yo releía - primero como lector y luego como profesor o conferencista - Bolívar, no podía dejar de retrotraerme al libro de Juan Ramón Jiménez. Porque ambos relatos tenían oberturas geniales, muy parecidas por demás en cuanto a sensación auditiva, a musicalidad. Tal vez del nivel de la obertura de Cien años de soledad. En Bolívar, Martí arrancaba de esta manera "Bolívar era pequeño de cuerpo, los ojos le relampagueaban y las palabras se le salían de los labios. Parecía como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo". En Platero y yo, Jiménez lo hacía de esta manera "Platero era pequeño, peludo, suave: tan blando por fuera  que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro". Textos que se me antojaban prosa poémica. A veces pensaba "debo decir salvando las distancias" pero me arrepentía. Porque Juan Ramón - ya he dicho - había humanizado al burro Platero. Y no había ninguna distancia que salvar. Así que he decidido escuchar Borriquito, de Peret - y recordarle "sabrás igual que él, no más" -, mirar algunas reproducciones del Burro Platero de Málaga y volver a llorar la muerte del animal. No sé si seguir esperando por esos textos de "continuación" que el autor no publicó en vida. O de resurrección. Pero que deben tener sus herederos.
Cien velas serán demasiado para mis viejos pulmones?. Igual lo intentaré.





Glosario mínimo.

-Mambises....Término oriundo de Africa, usado para definir a los combatientes cubanos durante la época de las Guerras por la Independencia en el siglo XIX.


Westchester, Miami, Usa.
Diciembre 12 del 2014.
Luis Eme Glez.



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