Tuesday, March 29, 2011

BALADA DEL CUCHUFLI.(4).-

A menos que se pueda demostrar los contrario Chile es la potencia mundial en la fabricación de cuchuflís. Y como apenas se exporta, como no fuera por personas independientes a los países vecinos, pues también es el mayor consumidor.  Parece que en Argentina se fabrica un producto parecido, mas pequeño, al que llaman "cubanito", posiblemente  por su semejanza con un tabaco cubano.
Durante mis dos años y medio en la Fábrica Kalín Ltada me vinculé con las personas que tenían el Monopolio de su fabricación en Santiago de Chile, así como con quienes hacían las máquinas vaineras. Conocerlos fue investigar. Celosos de sus secretos profesionales poco aportaron. Tampoco hay suficiente material escrito sobre el cuchuflí. Sin embargo casi todos coinciden en que el producto tiene origen italiano así como la primera versión de las máquinas.  Italia es un Pulpo Harinero y no me extraña que la historia haya salido de allí  a partir de algún rubro similar. Si así fuera, los chilenos redondearon ideas e incluso hicieron aportes técnicos.
Ocurre que el cuchuflí no se "fabrica". Por una simple razón. El producto fabricado pasa a llamarse así después de que es "trabajado". Lo que la máquina produce es un tubito hueco, dividido  en el centro, de unos doce centímetros de largo por uno y fracción de ancho y que puede pesar alrededor de tres gramos. A partir de una fórmula que incluye harina de trigo, agua, bicarbonato, aceite vegetal y bórax. Aparentemente el uso del bórax - para endurecer - no es ortodoxamente permitido. Pero sin él no hubiera cuchuflí y las autoridades pertinentes se ocupan de "otros detalles" a la hora de las inspecciones. El tubito hueco se llama "vaina" y por eso la máquina se nombra "vainera". Algunos empresarios colorean la vaina con polvos químicos y otros agregan almidones variados para fortalecer aún más o cambiar la coloración final a matices beige.
Las vainas se vierten en cajas de cartón apiladas como troncos de madera en tres o cuatro filas y se sellan con winchas especiales para que sean capaces de conservar la textura en caso de paralización del mercado. Solo cuando las vainas se "rellenan" con manjar pasan a llamarse "cuchuflí" y entonces aumentan su peso hasta unos doce o trece gramos. Generalmente se trata de dulce de leche que se adquiere en la Empresa Soprole y viene en bolsas de cinco kilogramos. El manjar es un producto de color café fuerte. Existen fábricas que solo producen vainas y como hay un sinnúmero de matrices pues también hay variedad de tamaños y formas de vainas de cuchuflí. La marca Gamberini es marca registarda. Una vaina stándar tiene un valor aproximado de seis pesos chilenos y una caja stándar contiene 1400 vainas.
Kalín Ltada trabajaba en serie. Porque tenía sus operarios que solo rellenaban. Trabajaban sentados, frente a grandes embudos de metal con capacidad para una bolsa de manjar. Los embudos formaban parte de otra máquina artesanal. Con palanca de mano y vástago menor que la vaina por donde salía el manjar empujado a presión. El rellenador colocaba sus vainas rellenas en cajas de cartón engalanadas con los logotipos de marketing que generalmente  contenían  27 cuchuflís .y al final las introducía en bolsas de nylon listas para comercializarse. Casi siempre estos obreros trabajaban por norma, por tanto, menos, y cuando les pedían horas extras ganaban mucho más que los vaineros. Pero después de una jornada de trabajo sus manos de palanquear terminaban como si hubieran soportado una paliza en la clavícula.  Kalín Ltada no se detenía en la "vaina rellena". Kalín Ltada "enchulaba" sus cuchuflís. Los "enchocolataba". Entonces el producto pasaba a llamarse "cuchuflí bañado en chocolate" y evidentemente aumentaba el precio por la demanda de la exquisitez. Para esta operación había otros trabajadores y es aquí donde entran a participar las muchachas. Bañar cuchuflís en chocolate requiere manteca pastelera y barras sólidas del otro "oro negro". Se empleaba una máquina artesanal que solo usaba energía para derretir el chocolate. Consistente en un estanque y una estera aérea por donde se acercaban los cuchuflís enganchados en percheros de madera de a ocho unidades. Ahí eran sumergidos en el estanque unos segundos y recolocados en otra sección de la estera para el secado. Un ventilador ayudaba y en su defecto se ponían en los congeladores si la demanda era superior a la oferta. Porque muchas veces los clientes esperaban en la puerta de la fábrica.
Kalín Ltada llegó a emplear a unos quince trabajadores en su  momento pik. Realicé cada uno de los trabajos que acabo de citar en algún instante y puedo asegurar que aumenté como seis kilogramos al sentirme débil ante la tentación de tanto dulce disponible para consumir sin límites. Parece que fueron estos kilos agregados a mi peso traído de Cuba lo que hizo a mi hermana escribir "ahora sí pareces una persona". Pero yo era vainero. Y lo sería durante casi ocho años de mi residencia en Chile.
El Gurú de las Vaineras en Santiago de Chile era el señor Mayorga. Como no pude cerrar mi investigación no hablo de la manera en que llegó a tales alturas. Era una persona afable y callada y de palabra a prueba de ruindades. Le vi en dos o tres ocasiones en la Fábrica cuando fue requerido por detalles técnicos. No creo que pasara de sesenta años. Siempre le acompañaba su hijo. En el año 2001 una Vainera tenía un valor de unos dos millones y medio de pesos: poco menos si era de uso. Mayorga mandaba a fundir cada pieza a la Maestranza capitalina y después ensamblaba. Una Vainera es un gran complejo de fierros montados sobre un atril de hierro fundido con la forma de un raíl de línea de ferrocarril. La Vainera stándar tiene dos planchas con sesenta vástagos cada una y una línea de barras centrales que se unen cuando se vierte el batido formulado para que aquellas bajen y suban cerrándola. Un minuto veinte segundos después la vaina está lista y cae a una caja de madera en el borde del piso que generalmente contiene lo que un envase stándar. La Vainera trabaja con corriente trifásica y cada barra y cada plancha incluye un micrón o resistencia y se maneja con las manos articulando sus palancas y agarres. Una Vainera parece un artefacto de terror y cuando está abierta uno no puede dejar de pensar en la película Tiburón con sus 120 vástagos color estaño listos a triturarte. Me aseguraron que las primeras Vaineras no tenían la ampolleta que marca, al prenderse automáticamente, el tiempo de un minuto veinte segundos necesitados para la cocción correcta de la vaina. Da la impresión de que se trata de un "aporte" chileno. No imprescindible, pero muy necesario por demás.
Aunque siempre estuve contratado jamás se respetaron las condiciones del Contrato en el sentido exacto del término. Ni un solo día trabajé menos de doce horas, de lunes a sábado. Ser vainero equivalía a olvidarse del descanso parcial, de almorzar con horario de colación, de sentarse un solo minuto. Solo cuando le cogí el ritmo pude desconectar algunos momentos pero no recuerdo una sola ocasión en que no haya almorzado de pie mientras trabajaba. El almuerzo "cubano" - mil pesos - me lo preparaban en el negocio de una señora a pocos metros de la fabrica y en ocasiones me lo traía su hija hasta mi lugar delante de la vainera.  Se trabajaba de pie por un solo motivo: no se "podía" apagar la máquina porque reencenderla y esperar a que se calentara - necesita treinta minutos para eso - no era rentable para los dueños, que en ese caso "perderían", al menos, una caja de vainas. Las pocas veces en que nos pidieron doblar turnos nos pagaron con el cincuenta por ciento estipulado. Pero en el verano, cuando el cuchuflí pierde su demanda tradicional, los pagos eran ridículos y parecía que a nadie le importaba como capeábamos el temporal.
Mayorga murió en el año 2009 y su hijo quedó al frente del negocio. Para  entonces las Vaineras valían cuatro millones de pesos. Los grandes potentados del cuchuflí chileno son los Briceño, los Sardíaz, Gamberini y Mario Alhambra, mi último Jefe. Pero Santiago de Chile es un gran semillero de pequeños empresarios con vaineras, rellenadores de vainas y vendedores ambulantes. El negocio del cuchuflí es uno de los más rentables en Chile y casi nunca está en crisis. Me gustaría saber cuánto pagaría un empresario norteamericano por cada hora de trabajo en una máquina indetenible, con altísimas temperaturas y la exposición a quemaduras permanentes. Salvando las distancias mis empresarios pagaban alrededor de un dólar la hora.
Mas allá de las consecuencias  que me deparó la quiebra de la Fábrica Kalín Ltada otros detalles afectaron mi futuro previsional. Cuando busqué mis Cartolas en la AFP Provida - previsión para Retiro- pude comprobar que no todos los meses me habían hecho los ingresos. Tampoco en Fonasa -previsión para Seguro Médico-. Conste, además, que las Previsiones se hacían en base a sueldos mínimos y no por salario real devengado. Pero, acaso no estaba fuera de mi país, "empleado", y de "paso" a los Estados Unidos?. Eran tiempos de agradecer a los pitutos medios que habían logrado, al menos, aquella "pega" provisional.
Poco después, y cuando trabajaba solo, el exyerno de mi amigo inventó una rellenadora de manjar capaz de trabajar con corriente eléctrica que si bien no aumentaba la productividad hacía mucho mas fácil un trabajo en verdad muy duro. También fabricó una bañadora en chocolate automática tan solvente que cuando salí de Chile estaba tratando de patentar. No obstante, hay tantas maneras de hacer vainas de cuchuflí y tantas de rellenarlas y tantas de bañarlas que se necesita ser un experto para saber si se trata de la vaina stándar. Aunque me calificaron de "maestro" vainero en Santiago de Chile, no estoy seguro de considerarme un "experto".
Como la Fábrica nueva, ubicada en Avenida Santa Isabel esquina Antonio Varas, en la Comuna de Providencia, no disponía de un espacio para mí, debí rentar una pieza por primera vez. A través de la gestión de la Señora Invitante conseguí una aceptable,  de tamaño regular y costo medio, subarrendada por un  exquisito y tipico matrimonio cubano en la que me sorprendería la quiebra de la Kalín Ltada.(1) Que, por supuesto, estaba muy cerca de esta. Siempre que me fue posible  busqué piezas cercanas  al sitio de trabajo desde las que pudiera acudir a pie. Santiago de Chile dispone de un transporte público de primer nivel pero los costos del pasaje son muy altos para salarios mínimos.Y era imposible soñar con adquirir un auto.
Estuve a punto de jurarme que jamás trabajaría de maestro vainero en ningún lugar del mundo cuando quebramos. Pero generalmente cuando juro lo hago por mi madre. Y mi señora madre había muerto en Abril del 2002 después de un ingreso breve complicado con una infección renal fulminante. Un evento que le ocurre a casi todos los hijos pero que para mi fue un acontecimiento especial por las circunstancias en que se produjo mi salida de Cuba. Sin embargo juro por su memoria que jamás olvidaré aquella frase profética que le participó a la vecina "sé que no lo veré nunca más". Porque en asuntos de profesías los padres se llevan las palmas.
Como un ave que retorna a su nidal.

(1).
Germán y Rosa Delgado. Rosa tenia tres hijos ( una pareja de jimaguas, hembras) y un chico, que vivían con sus abuelos. Todos están hoy en Miami, tal vez excepto Germán.


Marzo 29 del 2011.
Miami, USA.
Luis Eme Glez.

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